Único club en la historia del futbol mundial en revertir un marcador de 4 goles en una final de copa internacional. A un cuarto de siglo de aquella gesta heroica, hablamos con algunos protagonistas.
Sábado 19 de diciembre de 2020 00:14
Plantel del Rosario Central campeón de la Copa Conmebol, un 19 de diciembre de 1995.
Rosario Central había accedido a la ya extinta Copa Conmebol producto de la buena temporada comandada por Pedro Marchetta. Ese equipo que se le plantaba a Boca en La Bombonera o River en el Monumental iba mostrando que era cosa seria, además de que jugaba un futbol de alto vuelo, con una gran gestación de juego en la mitad de la cancha (Palma, Kily González, Molina y Vitamina Sánchez). Pero como ocurre una y otra vez en la historia del CARC, muchos jugadores fueron vendidos debido a las escuálidas arcas de la institución, además de que el equipo se quedaba sin su técnico por haberse ido a dirigir a Racing.
Y fue en ese momento, donde apareció el siempre dispuesto en casos de emergencia, Ángel Tulio Zof. Patricio Graff, protagonista de ese plantel nos da un pantallazo del asunto: “Empezaron a quedar muchos espacios vacíos y ahí es donde aparecemos nosotros los jóvenes, junto a Don Ángel que nos dio el lugar hasta de cierta forma obligada y que con su forma de ser fue moldeando el grupo”.
Vitamina Sánchez, enganche virtuoso del equipo, nos deja una radiografía de cómo era Zof como entrenador y educador. “Su gran virtud era la capacidad que tenía de desdramatizar y transformar situaciones que para muchos son de mucha presión y de alta tensión. Las minimizaba, hacía que uno pudiera transitarlas de manera tranquila. Te hacía ver todo el tiempo que las cosas no eran cuestión de vida o muerte como muchas veces las tomamos, sobre todo la presión que le genera al futbolista profesional”, detalla Vitamina.
Pero los problemas continuaban en el club, y a los anteriores mencionados se le sumó una comisión directiva que no quería jugar dicho certamen, aduciendo que el mismo generaba pérdidas económicas. También hubo jugadores que pusieron dinero de sus bolsillos, y un sinfín de trabas de todo tipo que propiciaron un ambiente complicado por aquel momento. Como lo cuenta el líder de ese equipo Omar Palma en el libro Gigantes: "Fue muy grande el sacrificio que hizo el plantel, los viajes eran muy largos porque no teníamos vuelos especiales y muchas veces teníamos que esperar horas y horas en algún aeropuerto para luego combinar el otro vuelo. Muchas veces íbamos a tomar el desayuno y después teníamos que sacar plata del bolsillo para pagarlo. No había un peso, éramos un equipo de barrio jugando un torneo internacional”. A pesar de todas estas piedras en el camino, nada iba a impedir que el sueño de ganar la primera estrella internacional para un conjunto del interior del país sea posible.
Comienzo de un sueño
El 26 de octubre de 1995, Rosario Central debutaba cruzando el charco para jugar contra Defensor Sporting de Uruguay. El conjunto violeta llegaba clasificado luego de tener una gran temporada (tercer puesto en la liguilla pre Libertadores). Tras un viaje lleno de turbulencias en el avión, el conjunto auriazul desembarcó y se hizo fuerte en tierras orientales imponiéndose 3 a 1, desplegando un gran futbol de la mano de Don Ángel y su escuela de toque y pelota al piso. En Rosario, con el marcador a su favor ganó cierta tranquilidad para manejar el score final con un global de 5-2.
Acá se puede observar como el primer equipo tenía la ropa de entrenamiento de una marca de indumentaria y salía a la cancha con otra distinta.
La aventura del desierto de Atacama
Cobreloa se hacía muy fuerte de local, contando con un reducto donde muy pocos equipos lograban llevarse tan solo un empate. En Calama, a su último rival de copa le había propinado una paliza de 7 goles. El conjunto chileno viajó a Rosario y se encontró con un equipo muy ofensivo que lo atacó en todo momento por todas partes. Los trasandinos no pudieron salir nunca del apremio local y llegaron los 2 goles de Central, que según las crónicas de la época hablaban de resultado exiguo para ir al desierto de Atacama con “tan poca diferencia”.
Otro viaje alocado del canalla, pero esta vez no por las inclemencias climáticas, sino por la falta de logística para una travesía interminable de muchas horas. El equipo rosarino hizo pata ancha no solo llenando sus pulmones de tierra árida, sino de futbol y goles. 3-1 en el desierto y pase a semifinales.
En este video, además de los goles, se puede apreciar la unión del grupo en un momento de descanso y como los jugadores les pasaban factura a los dirigentes por la situación económica.
En semifinales esperaba a priori el rival más débil hasta aquí, Atlético Colegiales de Paraguay. En Asunción, el canalla entró con algunas dudas que se fueron esfumando luego de la hora de juego, cuando las sociedades comenzaron a aparecer. Central solía jugar con tres números 10 de buen pie (Palma, Gordillo y Vitamina Sánchez), que en una ráfaga le dieron la victoria (2-0) necesaria en Paraguay. En Argentina, una vez más con el marcador a su favor, supo manejar el juego y termino de liquidar la serie con una goleada. Don Ángel era el padre de una criatura que ya tenía forma. Pero claro, faltaba el último paso para quedar en la historia.
Un sueño hecho trizas
Central llegaba a la final luego de ganar de forma contundente los 6 partidos disputados en la copa, la mayoría por amplio margen y jugando el futbol que le gusta a la gente. El conjunto auriazul viajó a Belo Horizonte con una valija llena de sueños para enfrentarse al temible Atlético Mineiro, un típico equipo brasileño con buen toque que venía cumpliendo una muy buena campaña en el Brasileirao y con Taffarel en el arco, una de las figuras de Brasil en la Copa del mundo que conquistó un año antes.
Salen los equipos a la cancha y una lluvia torrencial anticipaba una noche negra difícil de olvidar. Así y todo, Central fue al frente sin renunciar a sus principios y tuvo sus chances, pero estaba claro que no iba a ser el partido del conjunto de Zof. Central jamás pudo hacer pie y el team brasileño, de forma elegante y precisa fue haciendo trizas la ilusión rosarina. Fue un 4 a 0 categórico. El diario La Capital al otro día no dejó dudas al hacer la lectura final del partido: “Solo un milagro (y de los grandes) podrá dar vuelta el resultado en Rosario”.
En Brasil ya se hablaba del bicampeonato de Atlético Mineiro en este certamen.
Fuera de toda lógica racional e inmediatamente después de una paliza histórica en el Mineirao, dentro del plantel hubo un jugador que empezó a arengar a sus compañeros entre gritos y plegarias. Llevaba la 22 del loco en la espalda, un tal Eduardo Coudet. Por estas cosas, el Chacho también es especial en esta historia. Y así fue como el viaje de vuelta a Rosario terminó transformándose en fe y esperanza. Mientras tanto en Brasil ya preparaban los festejos, en Rosario también, pero de parte de los primos que habían bautizado a la Copa “Comegol”.
El plantel canalla apenas arribó a la ciudad, quedó concentrado en Granadero Baigorria a escasos km de la city y abstraídos de la vorágine de la urbe. La noche anterior al compromiso final, la famosa OCAL (Organización canalla para América Latina) se reunió como todos los años para festejar la famosa palomita de Poy. Vaya coincidencia, otro 19 de diciembre, pero de 1971 también quedaría en la historia. El grupo de trasnochados, esperaron las 00 hs para lanzarle al legendario 9 bigotudo entrado en años, la pelota para que se zambulla en el aire. Los muchachos pasados de copas, no tuvieron mejor idea que ir al hotel donde concentraba la delegación brasilera, y entre bombas y bocinazos transcurrió esa madrugada.
Pero el caos seguía y era tal que aquel plantel salió a disputar la revancha final con camisetas a las que le tuvieron que cortar las mangas largas, ya que el juego de casacas mangas cortas no las tenían disponibles. Volvemos a Graff una vez más, dejando constancia de ese momento previo a la salida del equipo: “Cuando estábamos en el túnel no se escuchaba nada, era una locura… el viento, los papelitos, la gente gritando y cuando salimos, yo creo que ese fue el último golpe que nosotros necesitábamos para sentir no solamente que estábamos acompañados, sino que teníamos que ganar como sea”.
Y es ahí donde comenzó la remontada, con toda esa gente llena de sueños y pasión. Sí, porque si no hay pasión no hay nada.
La batalla final
Llegan los últimos 90 minutos. La temperatura marca 26 grados, es una noche caliente. El árbitro de la final es el uruguayo mundialista Ernesto Filippi que se retira en este partido y su hijo lo va a ver. Empieza el match decisivo y desde el primer minuto Central sale a asfixiar al rival. No hay tiempo que perder. La primera pelota que toca un defensor del Mineiro la revolea a la platea. La hinchada se pone como loca y empieza a exaltarse cada vez un poco más. A los 3 minutos Coudet cae en el área, pero el árbitro lo ignora. La orden de Don Ángel era no protestar ni perder tiempo, cada segundo valía oro. Los primeros minutos son de nervios, imprecisiones y lleno de pelotas disputadas. Es una final, pero también un clásico entre Brasil-Argentina.
El Mineiro sabe que con una buena contra puede liquidar la serie. Todas las pelotas pasan por Palma, pero el canalla todavía no es profundo a pesar de ir con más ganas que futbol. Recién a los 21 avisa Central con un remate desviado de Gordillo. Al minuto siguiente a pura prepotencia llega el primero. Nace en los pies del eterno 10 y la pelota circula de izquierda a derecha, y tras varios toques, es Da Silva quien define para iniciar el sueño. El arquero Bonano se persigna mientras ruge el gigante. A los 38 minutos llega el segundo. Tiro libre desde 30 metros, patea Carbonari con toda la furia y con la complicidad de Taffarel la pelota se mete junto a un palo. Se está más cerca pero todavía falta mucho. En el forcejeo por ir a buscar el balón, se arma un tumulto y hay dos expulsados, uno por cada bando. ¡Ahora si es una final! El Mineiro saca del medio, pierde rápido la pelota y 30 segundos más tarde llega el tercero de Cardetti. Delirio total.
“No había un peso, éramos un equipo de barrio jugando un torneo internacional” (Omar Arnoldo Palma)
Sobre el final del primer tiempo Vitamina Sánchez hace una maniobra exquisita y su remate besa el palo derecho de Taffarel. A esta altura es un monologo de Central y el árbitro uruguayo toca la campana. Los hinchas se van al entretiempo confiados que en la segunda mitad habrá muchos más goles “porque los brasileros están muertos”. Pero la historia no sería tan sencilla.
Llega la segunda parte y Cardozo, el técnico de la visita, realiza dos modificaciones para buscar equilibrio. Le da resultado, ya que a los 5 minutos el Mineiro tiene una muy clara que se pierde abajo del arco. A los jugadores de Central les empiezan a pesar las piernas por todo el esfuerzo hecho en el primer tiempo. A los 58 minutos, centro llovido al área canalla y Doriva le erra a la pelota mano a mano con Bonano y de frente a toda la parcialidad auriazul. Otro aviso y se encienden las alarmas en el local. Central se desprotege en cada contra y a la hora de juego, la mala puntería de Euller en la visita mantiene aún viva la ilusión.
Pero el guerrero se levanta una vez más y un rato más tarde Vitamina hace una jugada maradoneana que Taffarel evita a puros reflejos. De todas formas, los minutos pasan y Central va con coraje, pero sin ideas claras. El agotamiento hace estragos y en los últimos 10, Zof manda a la cancha a 2 delanteros. Dos expulsados más (uno por cada bando). Ya no hay tiempo, el zaguero Carbonari va a jugar de delantero. El reloj marca el minuto 88 de juego, El chiquilín Colusso que había ingresado escasos minutos antes, saca un corner cortito a Palma (¡quien sino!) y este la hace flotar en el aire para que Carbonari jugando de 9 se eleve por los cielos y la clave a un costado, abajo ante el vuelo estéril del campeón del mundo. Es el cuarto, es la remontada más grande que se haya dado en una final internacional. El hijo del referí se abraza con el pueblo centralista, qué importa que su viejo se retire esa noche, ya es un hincha más. No es un cuento de Fontanarrosa, es una noche soñada. Pero todavía faltaba un último esfuerzo.
Arrancan los penales y una mezcla de euforia y angustia se apodera de los cimientos del estadio. Los brasileños empiezan a sentir la presión y Doriva la tira varios metros arriba del arco. La última vez que un número 10 enfrento a Taffarel en una tanda de penales había sido Baggio en la final del Mundial 94 y la tiró arriba del travesaño. Pero Palma tenía otros planes y la cruzó fuerte abajo para asegurar el primero que siempre es importante. El remate de Leandro es acompañado por la multitud que la empuja al poste. Pobersnik que nada tenía que ver con la historia de Rosario, la toca suavemente a un costado ante la mirada incrédula y escéptica de muchos. 2-0, mejor comienzo imposible.
Luego convierten sucesivamente Ronaldo, Carbonari fuerte al medio y Taffarel poniéndose el overol. Llega el turno del chiquilín Colusso. El campeón del mundo adivina y se la ataja. Euller que había tenido mala puntería en el partido esta vez no falla. Queda la última bola de la noche. Da Silva, que había comenzado a despertar el sueño es el encargado del final. Toma carrera, abuelas con sus nietas abrazadas en las tribunas esperando el desenlace, y el Polillita va. Taffarel adivina el lado, estira su brazo, pero no es suficiente y la pelota ingresa a la red empujada también con el corazón de todo el pueblo centralista.
El negro Fontanarrosa, que había cortado sus vacaciones para volver a ver la revancha, dejó una pintura de lo que fue esa dramática final: “Tuvo todo un carácter épico, casi de esas películas malas norteamericanas que al final gana el muchachito sobre la hora”.
La gran mayoría invadió el campo de juego, algunos arrodillados cumpliendo promesas, otros llevándose un trozo de césped como recuerdo, y los más osados dando la vuelta olímpica metidos en el foso de agua. La locademia y su noche caliente más linda de todas. Palma dijo que esa final la ganó la gente. Y ¿qué podemos agregar al comentario del Grand Father? Una noche intensa, única e irrepetible. Hacer real lo “imposible” debe ser uno de los actos más bellos por su carácter romántico. ¿Puede ocurrir en la vida? Si. En el futbol también. Esa noche la ciudad entera explotó y se conmovió con un hecho increíble. Cada barrio obrero se sumó a los festejos hasta altas horas de la madrugada. No importa el valor de la copa sino el camino, la lucha y los sueños.
¿Existen los milagros? ¿Acaso lo imposible determina una voluntad? ¿Podemos ir en contra de nuestras propias convicciones y decir que todo ha terminado siendo soñadores y rebeldes? Hay historias que no terminan hasta el último suspiro. Mientras exista tan solo uno más que crea, habrá que decir una y mil veces, que sí, que se puede.