La historia del boxeador Rubin “Huracán” Carter, campeón que fuera víctima de la Justicia racista de Estados Unidos. Su historia inspiró a Bob Dylan y al cine.
Martes 23 de agosto de 2016
No estoy en la cárcel por asesinato. Estoy en la cárcel porque soy un negro en Estados Unidos de América, donde quienes ostentan poder sólo permitirían a un negro ser un bufón o ser un criminal.
En 1937 la ciudad de Paterson, Nueva jersey ya no era la meca de los inmigrantes que se asentaban en la ciudad para trabajar a destajo en las fábricas de la zona. La ciudad de la Seda, como supieron llamarla en su momento, era una ciudad diseñada para el desarrollo de la manufactura y el comercio, pero había vivido momentos álgidos en 1913 cuando 25.000 trabajadores pararon más de 300 establecimientos por la abolición del trabajo infantil y la jornada de 8 horas. Y aunque no pudieron imponerse en el momento, tiempo después consiguieron algunas de sus demandas. Pero la avaricia empresarial, que en esos tiempos respondía como ahora, decidió levantar el capital para instalarlo en otras partes del país y del mundo dejando miles de desocupados.
Paterson en 1937 ya no era la ciudad pujante que supo ser. Tenía pocas oportunidades para la juventud, y sobre todo para los negros. Ese año nacía en un barrio pobre, un negro, Rubin “Huracane” Carter.
El joven Carter conoció al hostil “Nueva Jersey” a las piñas. Se enfrentó a ese mundo vedado para los negros, y luego de escaparse del llamado reformatorio, entró en el ejército donde descubrió que el movimiento de sus puños derribaba a todo y a todos, como si fuera un huracán. Pero el ejército tampoco era un buen lugar para él y para los negros. También descubrió que las reglas eran más claras y definidas en el ring.
A fines de 1963 dejo en el la lona al doble campeón mundial Emile Griffith. Cabe aclarar que Grifttih también era negro y que no se achicaba en el cuadrilátero, pero que nunca volvió a pelear igual desde que por un Knock out le causó la muerte a otro negro, el cubano Benny Kid Paret.
Por esos tiempos Estados Unidos no era buen lugar para la “gente de color” y los menores aún seguían trabajando.
El 18 de junio de 1966, las noticias de los diarios de Peterson hablaban de un triple crimen y el sospechoso era una eminencia del box. Y como no eran buenos tiempos para los afroamericanos, tampoco lo era para el Huracán Carter a quien acusaron por el homicidio.
Dos meses después los lejanos diarios de Rosario, Argentina, titulaban en deportes el triunfo por puntos del boxeador cordobés Juan Carlos Rivero sobre Carter. La suerte ya no mantenía en pie al gladiador norteamericano quien no volvería a calzar los guantes.
Nada se puede decir que justifique la xenofobia, el racismo y los negocios espurios con la complicidad policial. Lo cierto es que las pruebas falsas, los falsos testimonios y la falsa justicia blanca condeno al boxeador a tres cadenas perpetuas. Una por cada crimen no cometido.
“La prisión es un laberinto de donde nadie sale vivo” dijo alguien alguna vez. ¿Y porque no escribir entonces? Y Carter se animó a escribir su historia. “Si eres negro es mejor que no salgas a la calle, a menos que quieras caldear el ambiente” decía en su autobiografía. Quién publicó ese libro lo desconocemos, pero sabemos que se vendía a apenas 25 centavos y que cayó en las manos de Dylan a quien inspiró a hacer una canción.
Se dice que por esos tiempos muchos niños negros del estado de Nueva Jarsey se habían olvidado de quien poco tiempo atrás fuera su ídolo en el box, pero corrían los fuertes vientos sobre aquellos que no soportaban seguir trabajando para los blancos como esclavos.
Tal vez fue el libro, tal vez fue la canción, o tal vez los que querían caldear el ambiente. Uno de ellos, Muhammad Alí, al que le gustaba el box y los ambientes caldeados, también levantó su voz en defensa del injusto reo.
Diecinueve años después, tras innumerables procesos judiciales, Rubin “Huracán” Carter salía de su celda. ¡Claro que no subió más al ring! No era fácil después de tanto torbellino. Pero a partir de ahí dedico su vida a defender a quienes “soportan injusticias de pabellón”, como decían en Rosario por aquellos días oscuros del 66.
Sabemos que las historias se convierten en mito, y que de los mitos se hacen historias. Dicen que Dylan nunca más canto su canción desde que Carter recuperó la libertad. En 1999 Denzel Washington llevo al cine el papel de un boxeador. También sabemos que los negros, y sobre todo los niños, no son los ciudadanos de primera a los ojos de la policía por las calles de New Jersey. Muchos de ellos, desde alguna oscura celda, repiten las palabras de Carter: ¡Soy libre aquí dentro, porque no necesito nada de ahí afuera!