Martes 16 de agosto de 2016 14:50
Venezuela viene siendo asolada por una profunda crisis tanto económica, política y social que no se veía en décadas. Una verdadera catástrofe económica se cierne sobre el país, la profunda caída del producto bruto interno no se detiene y los más optimistas calculan que cerrará el año en 10% negativo, la inflación está disparada a niveles incontrolables a la par que se ha generado una profunda escasez de los productos más básicos para la vida del pueblo.
El gobierno de Maduro ha encontrado su curso bien acorde al capital, aplicando ajustes y medidas antiobreras como la devaluación, liberando los precios, manteniendo a raya el salario, al mismo tiempo que deja correr la crisis que va golpeando el ingreso del pueblo trabajador y pobre. La derecha que se envalentona con la crisis del chavismo, con este rumbo de Maduro ya tendrá un camino andado en su paquete de medidas antipopulares que ya anunciaron que aplicarían.
La profunda crisis económica se transformó en una extendida inestabilidad política del gobierno de Maduro en medio de una debacle del chavismo. Hoy las masas obreras y populares vuelven a sufrir los padecimientos de las crisis económicas y a que el impacto de los golpes en la caída de los niveles de vida recaiga sobre sus espaldas.
Venezuela ha estado en el centro de la atención política latinoamericana e internacional durante más de década y media y hoy, más que nunca, los ojos se ponen sobre lo que acontece en el país y en el futuro que le depara. No es para menos, es que durante un buen tiempo, lo que se conoció como “revolución bolivariana” impactó en todo el continente, incidiendo marcadamente en las corrientes de izquierda y generando al mismo tiempo una oposición férrea de la derecha venezolana y latinoamericana, así como de la de Estados Unidos.
Es que el chavismo fue la variante más a “izquierda” de los gobiernos nacionalistas y centroizquierdistas surgidos en América Latina al calor de la crisis del neoliberalismo y los levantamientos populares en los primeros años del siglo XXI, para contener las crisis políticas y de agudización de la lucha de clases, pero reconduciéndolas dentro del orden capitalista y la dependencia.
Pero hoy la historia es otra, la profunda crisis económica ha puesto al desnudo la bancarrota de un “nacionalismo petrolero” sobre el que se asentó Chávez sin superar jamás el rentismo petrolero, revelando lo limitado de su proyecto nacionalista burgués. Pero demostrando una vez más que sin dar solución a los problemas más estructurales de la nación ni tocar al capital no puede haber liberación nacional y mucho menos hablar de socialismo.
En toda esta etapa, vimos cómo en Venezuela el gobierno nunca dejó de destinar millones y millones de dólares a los bancos imperialistas por concepto de deuda externa. Al contrario, ésta creció enormemente. No dejaron de operar cientos de transnacionales que explotan los recursos naturales y a los trabajadores venezolanos, girando riquezas a las principales potencias; garantizando el pago de “indemnizaciones” al capital transnacional por las estatizaciones. No dejaron de existir los banqueros y aumentar sus ganancias ni dejaron de hacer negocios los empresarios nacionales y vivir del trabajo asalariado.
En medio de la debacle económica, por ejemplo, el gobierno prefirió pagar más de 30.000 millones de dólares en menos de dos años por concepto de deuda externa, optando por cumplirle a los acreedores y a los buitres internacionales que cumplirle al pueblo, imponiéndole los más grandes padecimientos. En este campo, como en muchos otros, no tuvo ninguna duda, tomó la opción de honrar a los depredadores del gran capital en vez de honrar la deuda con el pueblo.
Sacar las lecciones estratégicas
Frente a la situación que se abre en el país, que se anuncia más crítica en el terreno económico y más convulsiva en el político, la tarea es continuar bregando por poner en pie la gran fuerza potencial de la clase obrera, en alianza con el pueblo pobre, sin ninguna subordinación a los dictámenes del gobierno ni a la estrategia de la oposición patronal, venciendo los obstáculos que el mismo gobierno impone: persecución, amedrentamiento policial y militar, hasta represión y encarcelamiento a los trabajadores que luchan más allá de lo tolerado por el gobierno o los empresarios aliados del mismo.
A la par que se pelee en esta perspectiva en los lugares de trabajo y sindicatos, es necesario discutir entre la vanguardia en lucha de los trabajadores y la juventud que se reivindica proobrera y de izquierda, la necesidad de sacar las lecciones estratégicas de la experiencia que ha sido el chavismo como proyecto político.
El chavismo hizo “uso” y “abuso” de los términos “socialismo” y “revolución”, bastardeándolos a más no poder, y hoy desgraciadamente, a nivel de grandes masas, éstas tienden a identificar “socialismo” con lo que fue el chavismo y no con las transformaciones radicales para acabar con esta sociedad de explotación capitalista mediante su autoorganización, decidiendo ellas mismas sus propios destinos y luchando por un gobierno propio, de los trabajadores y del pueblo pobre.
Poner en juego el peso decisivo de las masas en la discusión del futuro venezolano reclama una orientación estratégica de clase, obrera y socialista, para reagrupar a los sectores que comienzan a hacer su experiencia de lucha y política, para romper la subordinación política del movimiento obrero y popular al chavismo y con la derecha que hoy se propone embaucarlas.
Los que conformamos la Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS) fuimos una de las pocas organizaciones de la izquierda que nunca nos asimilamos al nacionalismo burgués de Chávez, y navegando a contracorriente luchamos permanentemente por la independencia de clase y política de los trabajadores al mismo tiempo que bregamos por la construcción de una corriente revolucionaria, obrera, anticapitalista y antiimperialista.
En la etapa que se abre convulsiva en el país con sus contornos aún impredecibles, continuamos este combate, pues no hemos dudado nunca que la vía para sortear estas encerronas estratégicas a que conducen estos gobiernos, es la lucha por la independencia política de los trabajadores ante todo proyecto que se proponga mantener el orden capitalista, y por la construcción de partidos obreros revolucionarios e internacionalistas, para luchar por un gobierno propio de los trabajadores, que pueda encabezar una verdadera liquidación del poder de los capitales imperialistas sobre nuestros pueblos, la emancipación de la explotación por parte de una minoría de banqueros y capitalistas nacionales.