De 5 mil a 10 mil personas buscan entrar a México para seguir hacia EEUU. Huyen de la miseria y la violencia. Los gobiernos de Guatemala y Honduras iniciaron las deportaciones. El gobierno mexicano reprimió brutalmente a niños y adultos migrantes. Los de abajo debemos tenderles la mano.
Domingo 21 de octubre de 2018 10:55
Estamos a las puertas de una crisis humanitaria provocada por la criminalización y la represión que los gobiernos serviles de Guatemala, Honduras y México despliegan contra los migrantes. Le hacen el trabajo sucio al xenófobo y racista Donald Trump, que edificó su fortuna sobre la base de la superexplotación de trabajadores migrantes en la industria de la construcción y de la hotelería en EEUU.
Por años, mujeres, niñas, niños, jóvenes, hombres han emprendido una de las travesías más peligrosas del mundo para atravesar México y llegar a suelo estadounidense con la esperanza de una vida mejor. Huyen del crimen organizado de sus países de origen, vinculados a los partidos de los empresarios, y de la miseria en la que han sumido esos partidos a los países centroamericanos.
En México los migrantes se enfrentan a la brutalidad de los agentes migratorios, la policía, el Ejército y la Marina. La brutal represión de este viernes 19 de octubre es la última muestra, pero no podemos olvidar casos como las masacres de San Fernando, Tamaulipas, cuando la policía entregó a cientos de migrantes a los cárteles, y los ejecutaron. Sus sueños, sus esperanzas, se desvanecieron en la bruma terrible de la militarización y el florecimiento del crimen organizado.
Ahora, esta caravana ha reunido miles que intentan entrar a México y atravesar el país para cruzar el Río Bravo. Sin recursos, sin dinero, casi sin maletas. Los impulsa la desesperación, que hacen menos peligroso este camino que permanecer en sus países de origen.
Son trabajadoras, trabajadores, campesinos pobres, y sus hijos, desplazados por la voracidad y la rapiña capitalista, sobrevivientes de la militarización. Son hermanas y hermanos de la clase trabajadora, las comunidades, los pueblos originarios, las mujeres y los jóvenes de México, que enfrentan desplazamientos en las zonas rurales, por el narcotráfico y los megaproyectos, que también viven la superexplotación en las trasnacionales que operan en México y han vivido en carne propia las nefastas consecuencias de la guerra contra el narcotráfico y la militarización.
En 2017, otros migrantes centroamericanos, que estaban de paso, detuvieron su camino para apoyar en las labores de rescate tras los sismos de septiembre. Hoy, necesitan del apoyo de los trabajadores y el pueblo mexicanos. Salgamos a las calles a movilizarnos por plenos derechos sociales y políticos para todos los migrantes, por el libre tránsito de personas en los países de la región. ¡Ningún ser humano es ilegal!
Los sindicatos, las organizaciones populares y de izquierda tenemos que ponernos al frente de impulsar el más amplio apoyo con la caravana. Despleguemos la solidaridad efectiva con nuestros hermanos migrantes. Hagamos acopios de víveres, ropa y materiales de primeros auxilios en cada centro de trabajo, en cada centro de estudio, en cada colonia. ¡La clase obrera es una y sin fronteras!