Presentamos aquí la traducción del artículo de Ashley J. Bohrer que saliera publicado en la revista Spectre, Issue 1, Spring 2020 (www.spectrejournal.com). Más allá de su propuesta programática de un “salario para la inmigración” (que presenta aristas polémicas), el análisis que la autora realiza de la relación entre la inmigración y la reproducción social (o reproducción de la fuerza de trabajo) bajo el capitalismo contemporáneo, nos resulta sumamente inspirador para pensar el fenómeno e inscribirlo en la primera línea de debates de quienes nos consideramos anticapitalistas y socialistas.
Miércoles 29 de septiembre de 2021 08:00
Este artículo es el primero de una serie sobre la Teoría de la Reproducción Social que se publicará en este y en los próximos números de Spectre. La serie surge de ponencias entregadas en "50 años de feminismo socialista", un taller de materialismo histórico de Toronto que tuvo lugar en York University en Toronto en septiembre de 2019. El taller marcó el 50° aniversario de la publicación del artículo seminal de Margaret Benston en Monthly Review, "La economía política de la liberación de la mujer", que abrió líneas de análisis que han definido la teoría y la política feminista socialista.
Los debates previos sobre reproducción social e inmigración se han centrado en las mujeres que emigran para realizar trabajos reproductivos, especialmente en aquellas que se dedican al trabajo doméstico, al cuidado de niños o de ancianos [1]. Según dichos estudios, la intersección de la inmigración y la reproducción social surge principalmente a través de la naturaleza racializada del trabajo de reproducción social remunerado: las mujeres burguesas y de clase media (desproporcionadamente blancas) tienen la posibilidad de desligarse de esas responsabilidades a través del trabajo que realizan las mujeres de la clase trabajadora, racializadas e inmigrantes [2]. Al estar global y socialmente subvaluado, este trabajo suele compensarse con bajos salarios y con muy poca protección legal. [3] Es más, debido a la intersección entre género e inmigración, las trabajadoras domésticas inmigrantes enfrentan enormes niveles de violencia sexual, abuso y de coerción por parte de sus empleadores para que utilicen métodos anticonceptivos o terminen con su embarazo. Allí donde el trabajo reproductivo inmigrante se encuentra regularizado, es común que el acceso a las visas esté asociado a un tipo particular de empleadores, lo cual implica que las trabajadoras no puedan dejar sus trabajos sin perder su estatus legal. A muchas de ellas incluso se les confiscan sus pasaportes al llegar al país de destino. Por lo general, desconocen las regulaciones laborales de EE.UU. y carecen de redes de contención social, por lo que las trabajadores inmigrantes que se insertan en trabajos de reproducción social son incapaces de rechazar su explotación asociada a condiciones racializadas y de violencia de género. [4] En el caso de las trabajadoras indocumentadas, las amenazas de denuncia a las autoridades de migraciones por parte de sus empleadores, las obliga a elegir entre sufrir abusos en sus trabajos o enfrentar la deportación. Esta situación se complejiza por la gran cantidad de mujeres inmigrantes que tienen hijos ciudadanos estadounidenses y se encuentran frente a la posibilidad de su separación. Las personas inmigrantes que se ven involucradas en el trabajo de reproducción social de tipo sexual [5] u otros trabajos criminalizados, viven situaciones similares de vulnerabilidad y precariedad ante la ley [6].
Si bien la literatura existente es increíblemente útil para esbozar la relación entre inmigración y reproducción social, no agota este terreno. Con demasiada frecuencia, la reproducción social se presenta principalmente como un tipo particular de trabajo que los inmigrantes, la mayoría mujeres, realizan una vez que llegan a los países de destino. La inmigración aparece, entonces, como una condición de fondo de pobreza elevada y/o de condiciones vulnerables de explotación. Esta precariedad y vulnerabilidad son, a su vez, un marco relevante si tenemos en cuenta las altas proporciones de mujeres inmigrantes que se involucran en estos trabajos que están socialmente devaluados y muy mal compensados. Mientras todo esto es cierto, sostengo que esta perspectiva sobre la interacción entre inmigración, reproducción social, género y la etnia se está perdiendo una de sus relaciones más profundas y centrales: la inmigración no es solamente una precondición para la reproducción social o un estado de vulnerabilidad, sino que es en sí misma un trabajo de reproducción social [7].
En los debates marxistas, dicha concepción está presente in nuce [NdeT: en estado embrionario] o directamente no existe. Es bien sabido que la inmigración es, en el momento contemporáneo, la condición de posibilidad para la reproducción del capital. Muchas veces se la relaciona con el efecto que tiene en el mercado de trabajo, especialmente en determinados sectores vitales de la economía tales como la construcción, la agricultura y el trabajo doméstico. En el análisis marxista, se piensa generalmente el estatus de inmigrante en la economía contemporánea en los términos de una división racializada del trabajo, de modo que frecuentemente se pasa por alto la cuestión de la reproducción social. Pero nuestro entendimiento sobre la inmigración se enriquece mediante la articulación de ambos procesos. Por ello, este artículo propone una posible forma de mejorar el abordaje de la inmigración en nuestro contexto actual desde el marxismo-feminista, a través de la apreciación de la inmigración como una forma de reproducción social. Hacer ese movimiento, creo, es crucial por una variedad de motivos. Primero, realza nuestra comprensión sobre las múltiples vías en que la inmigración funciona dentro del capitalismo contemporáneo, permitiendo ir más allá de quienes la observan como un mero intensificador de la vulnerabilidad en el mercado laboral capitalista (aunque, por supuesto, también cumple esta función). Reflexionar sobre la inmigración en este sentido también profundiza y matiza la explicación de la teoría de la reproducción social sobre cómo la clase trabajadora es reproducida en el período actual. Esto permite expandir los recientes intentos feministas de dar cuenta de las múltiples formas en que las familias, el reemplazo generacional y el trabajo de cuidados se estructuran en el capitalismo. También amplía las percepciones marxistas sobre lo que significa el trabajo y sobre cómo funciona más allá de la relación salarial. Por estas razones, repensar la inmigración como una forma de reproducción social puede afilar las interpretaciones de los feminismos marxistas no solo en torno al proceso migratorio, sino también sobre el concepto de trabajo, el terreno de la reproducción social, la naturaleza de la familia, el rol de la coerción en materia de derechos reproductivos y la no-heterogeneidad de la experiencia bajo el capitalismo.
¿Quién reproduce y/o reemplaza a la clase trabajadora?
Muchas de las definiciones comúnmente usadas sobre la reproducción social se centran en el trabajo que es realizado en los hogares, con o sin salario. Basándose en la visión de Marx en la cual, “considerado desde el punto de vista de una interdependencia continua y desde el flujo constante de su renovación, todo proceso social de producción es al propio tiempo, proceso de reproducción” [8], los teóricos de la reproducción social han trazado múltiples aspectos y abundantes formas sociales, materiales e ideológicas en las que el capital se reproduce a sí mismo. Dada su tradición feminista, la teoría de la reproducción social se ha enfocado y ha revelado el complicado nexo de formas específicas en que este proceso de reproducción está totalmente cargado de política, género, sexo y sexualidad.
El concepto de reemplazo generacional ha sido, al menos históricamente, de particular interés para la tradición de la reproducción social. Es obvio por qué; la teoría de la reproducción social, que se ocupa de la reproducción de las condiciones de posibilidad del trabajo, debe enfocarse en las condiciones sociales, económicas y políticas en las que las nuevas generaciones de trabajadores reemplazan a aquellos que ya no pueden trabajar. Tal como afirma Sue Ferguson, la teoría de la reproducción social “explora… la renovación cotidiana y generacional de la vida humana” como aquello central para la reproducción del sistema capitalista [9]. Lise Vogel también sitúa el reemplazo generacional en el centro de su análisis de la reproducción social y en la comprensión de la opresión de las mujeres en la sociedad capitalista:
La lucha de clases sobre las condiciones de producción representa el centro dinámico del desarrollo social en las sociedades caracterizadas por la explotación. En estas sociedades, el trabajo excedente es apropiado por la clase dominante, y una condición esencial para la producción es la… renovación de la clase subordinada de productores directos inmersos en el proceso laboral. Ordinariamente, el reemplazo generacional provee la mayoría de los nuevos trabajadores que se necesitan para reponer esta clase, y la capacidad de las mujeres para tener hijos, por lo tanto, cumple un rol en la sociedad de clases… En las clases propietarias… la opresión de las mujeres se deriva de su rol en el mantenimiento y la herencia de la propiedad… En las clases subordinadas… la opresión femenina… deriva de la participación de las mujeres en procesos que renuevan los productores directos, así como de su rol en la producción. [10]
En la perspectiva de Vogel, entonces, el reemplazo generacional implica la capacidad de gestar –al menos “ordinariamente”- y su papel en la reproducción del sistema capitalista provee la clave para desbloquear el tenaz sexismo estructural del capitalismo. Tithi Bhattacharya también incluye el reemplazo generacional como una preocupación central de la teoría de la reproducción social: además de regenerar y mantener a los trabajadores, tanto los trabajadores futuros como los pasados, la reproducción de la fuerza de trabajo depende en gran medida de “reproducir trabajadores nuevos, es decir, dar a luz” [11]. Perspectivas similares pueden encontrarse en la variedad de teóricos de la reproducción social, a lo largo de muchas disciplinas y discursos que colocan el reemplazo generacional en el centro de las definiciones de la reproducción social, como una de sus principales manifestaciones. [12]
No obstante, con frecuencia en la historia de las teorías feministas de la reproducción social, se ha asociado al reemplazo generacional casi en forma exclusiva con el trabajo de reproducción sexual y doméstica: gestar, maternar y criar niños de la clase trabajadora, junto con todas las tareas físicas y emocionales que este proceso requiere. Desde una perspectiva feminista ciertamente no sorprende el foco en la reproducción sexual; ésta ha sido históricamente, y continúa siendo, una de las esferas menos reconocidas y más desiguales, donde se concentra el trabajo invisibilizado de aquellos padres que tienen y crían a sus hijos (quienes, debemos reconocerlo, no siempre son mujeres) [13].
Sin embargo, en el escenario contemporáneo y desde un punto de vista macroeconómico de gran escala, la maternidad y la crianza son modos cada vez menos comunes de reemplazo generacional. Recientemente, la inmigración se ha convertido en una fuente importante, y se perfila como una tendencia que continuará en las próximas décadas [14]. Constituye tal fuerza de reemplazo generacional que la Cámara de Comercio de EE. UU. publicó recientemente un informe confirmando el rol de la inmigración ante la “necesidad de reemplazo” de su fuerza de trabajo, mientras millones de la generación Baby Boomer se jubilan [15]. Este planteo se reafirma en una proyección demográfica aún más reciente del Pew Center: “Los inmigrantes también juegan un papel importante en el futuro crecimiento de la población de EE. UU. Asumiendo que las tendencias actuales van a continuar, los futuros inmigrantes y sus hijos nacidos en los Estados Unidos representarán el 88% del crecimiento de la población del país entre 2015 y 2065” [16].
Si, tal como insiste la teoría de la reproducción social, el reemplazo generacional es una faceta central en la capacidad del capital para reproducirse, y si, como afirman los analistas de la inmigración, en la actualidad el reemplazo generacional se realiza más por la inmigración que por la reproducción doméstica y familiar, entonces la teoría de la reproducción social debe desarrollar una teoría de la inmigración con el fin de hacer valer sus propios postulados. Una teoría de la inmigración que la comprenda como reproducción social puede ayudar en este sentido. Pero más ampliamente, las feministas marxistas deben continuar siendo autocríticas sobre cómo y cuándo el análisis existente privilegia de forma implícita ciertas ubicaciones sociales particulares por sobre otras, que pueda suponer una posición de análisis "deficiente" al contribuir a la marginación de los oprimidos y a la invisibilización de su trabajo. En una época de creciente xenofobia, nacionalismo blanco, natalismo, así como de ataques a los derechos reproductivos, trazar el panorama de la reproducción social contemporánea es crucial en la lucha contra la forma particular y actual del capitalismo.
“…las perspectivas que plantean la inmigración únicamente como condición de fondo del ingreso al mercado de trabajo en los países de destino, sistemáticamente oscurecen algunas de las conexiones más importantes entre la inmigración y el capitalismo…”
La inmigración como reproducción social
Las investigaciones sobre el trabajo de los inmigrantes en el capitalismo han sido muy provechosas. Pero el hecho de que ellos se dediquen a realizar determinados trabajos pagos no nos dice todo lo que necesitamos saber sobre cómo interactúa la inmigración con el capitalismo; de hecho, las perspectivas que plantean la inmigración únicamente como condición de fondo del ingreso al mercado de trabajo en los países de destino, sistemáticamente oscurecen algunas de las conexiones más importantes entre la inmigración y el capitalismo en la actualidad. En esta sección, sostengo que pensar en el proceso de la inmigración como una forma de trabajo en el capitalismo puede clarificar lo que está en juego.
La inmigración como trabajo
Los procesos vinculados a los múltiples circuitos migratorios son numerosos y todos ellos requieren del gasto de enormes cantidades de esfuerzo humano. La inmigración precisa del dinero para la aplicación de la visa y la documentación pertinente, el pago a los coyotes u otros intermediarios, la fabricación o la compra de los documentos tales como la cuenta bancaria y la tarjeta del seguro social, los viajes a menudo angustiantes de la migración por tierra, mar y aire, la preparación para las entrevistas con las autoridades de migraciones, la planificación para el aprovisionamiento de las familias desmembradas, incluido el cuidado de los niños menores que quedan atrás y el envío de dinero, la transmisión de los conocimientos acumulados por las comunidades sobre las rutas y los peligros de diversas travesías, los pagos a los abogados. Para las mujeres asignadas al nacer (AFAB) [17] que están indocumentadas, muchas veces cruzar las fronteras incluye la búsqueda de métodos anticonceptivos para prevenir la posibilidad del embarazo durante el cruce, dada la realidad de la violencia sexual desenfrenada a lo largo de muchas rutas de migración. Una vez que el proceso del cruce se ha completado, se presenta todo un campo de trabajo completamente nuevo: el trabajo de aprender nuevos idiomas, nuevas leyes, nuevas normas, nuevos modos institucionales, la construcción de nuevas comunidades y redes de contención y cuidado, tener que evadir la detección y la captura- todos estos, al menos en algunos casos, son tareas que se implementan de por vida, involucrando el despliegue de enormes esfuerzos asociados a los procesos de la inmigración.
Estos aspectos y muchos más, pueden ser favorablemente discutidos como trabajo. En los términos de Marx, el trabajo involucra un campo que trasciende la relación social mediada por el salario. El trabajo para Marx es sinónimo de “actividad vital” en sus múltiples formas; es el proceso de “la vida engendrando vida” [18]. Refiere a la descarga de energía humana que se dirige al mundo material de una manera que cambia a la persona que lo realiza: “Al operar por medio de ese movimiento sobre la naturaleza exterior a él y transformarla, transforma a la vez su propia naturaleza... El obrero no sólo efectúa un cambio de forma de lo natural; en lo natural, al mismo tiempo, efectiviza su propio objetivo... En el proceso laboral, pues, la actividad del hombre, a través del medio de trabajo, efectúa una modificación del objeto de trabajo procurada de antemano.” [19]
“La concepción marxista sobre el trabajo –el despliegue de energía humana que cambia tanto al mundo como al trabajador- es precisamente el concepto de trabajo que sustenta la teoría de la reproducción social”
La concepción marxista sobre el trabajo –el despliegue de energía humana que cambia tanto al mundo como al trabajador- es precisamente el concepto de trabajo que sustenta la teoría de la reproducción social. Mientras otras definiciones podrían asumir como resultado necesario del trabajo un objeto o producto físico, los teóricos de la reproducción social han debatido durante décadas que el carácter de trabajo no depende de la producción de un producto material. Como aclara Sean Sayers, mientras muchos críticos de Marx asumen que el trabajo debe culminar en tal producto físico (la lectura/crítica “productivista”), el trabajo en el sentido marxista está mucho más relacionado con el despliegue consciente de esfuerzo humano, cualquier actividad de tipo “formativa” que “opere formando intencionalmente materia de algún modo… En el proceso [el trabajo] afecta-crea, altera-subjetiva” [20]. En este sentido, una amplia variedad de actividades tales como cuidar, educar, gestar y muchas otras formas de actividad humana pueden y deben ser pensadas como trabajo “a pesar de que su trabajo no sea primordialmente crear un producto material, tiene efectos materiales que producen y reproducen relaciones sociales y económicas” [21].
El reconocimiento de esta comprensión marxista del trabajo ha influido en la interpretación marxista de una amplia variedad de fenómenos. En la década de 1990, Lazzarato comenzó a hablar de "trabajo inmaterial" como aquello que "produce el contenido informativo y cultural de una mercancía” [22] en lugar del material de esa mercancía en sí. Los debates sobre trabajo inmaterial, trabajo activo, trabajo simbólico y trabajo de reproducción social están todos unidos en la interpretación de que el trabajo no se limita a la producción de bienes materiales o a la provisión de servicios pagos; más bien, el trabajo está presente en “la producción de la vida social misma, en la que lo económico, lo político, lo social y lo cultural se superponen cada vez más entre sí" [23].
Que la inmigración implica un esfuerzo humano extraordinario es difícilmente discutible. Este esfuerzo implica cambios en y hacia el mundo y también afecta a la persona que despliega dicho esfuerzo. La inmigración está profundamente imbricada en la producción y reproducción social, política, económica y cultural de las sociedades a lo largo de todas las rutas migratorias, desde la locación de origen hasta el destino, junto a los lugares al costado de la ruta. En el sentido más amplio del esfuerzo de la auto-creación a la par de la creación de la sociedad, la inmigración es ciertamente crítica.
Más allá de los procesos de trabajo de creación del mundo y de uno mismo, la inmigración ciertamente tiene “efectos materiales que producen y reproducen relaciones sociales y económicas” [24]. Dichos efectos son de amplio alcance y, en ciertos momentos, aparentemente contradictorios. En el resto de esta sección, esbozo algunas de las formas en que la inmigración crea efectos en el mercado laboral de múltiples formas: para los propios inmigrantes, para las empresas que los contratan y para las industrias que venden servicios de migraciones. No concibo que los efectos aquí trazados constituyan una descripción exhaustiva de las complejas y múltiples formas en que la inmigración afecta el ámbito económico; más bien, el debate que sigue debe tomarse a modo ilustrativo, como un bosquejo rápido de algunas de las muchas formas en que la inmigración altera el mundo material bajo el capitalismo.
Quizás la forma más obvia sea el hecho de cómo incide en el aumento de la vulnerabilidad del mercado de trabajo, especialmente para los trabajadores indocumentados (o para aquellos cuyo estatus no les permite trabajar). Este aspecto es quizás el más intuitivo y también el más analizado. Para las personas indocumentadas en particular, la experiencia de haber emigrado de sus países habilita a los empleadores a aumentar el grado de plusvalor que se les extrae, a través del pago de salarios por debajo de los valores mínimos, negándoles beneficios, aumentando la jornada laboral, evadiendo las provisiones de seguridad, previniendo las negociaciones colectivas, etc.
Desde la perspectiva de las corporaciones multinacionales, existe una variedad de formas en las cuales el estatus de inmigrante es percibido como una cualidad particularmente explotable. En los últimos años, las multinacionales han utilizado a los deportados de EE.UU. como un recurso específico. Se los comprende como personas con capacidades culturales y lingüísticas para tratar con los consumidores estadounidenses, por lo que son empleados y solicitados para llamadas al extranjero y otras operaciones de cara a los clientes que se han trasladado fuera de las fronteras en búsqueda de una mano de obra más barata [25]. Mientras las corporaciones y el capital cruzan las fronteras en busca de condiciones más favorables (como salarios bajos y exenciones fiscales), usualmente les piden a los empleados inmigrantes que regresen a sus países de origen para ayudarlos a establecer nuevas operaciones de subcontratación, “confiando en los inmigrantes para superar las barreras culturales, lingüísticas y legales, al mismo tiempo que estimulan la migración” [26]. Ya sea legal o clandestina, la inmigración se toma como una experiencia laboral relevante por parte de las corporaciones multinacionales, como un conjunto de habilidades y competencias que pueden ser explotadas por las empresas para acumular capital en las condiciones globalizadas del mundo contemporáneo.
Además, la inmigración en sí misma es una industria, un gran sector transnacional de la economía global que emplea personas y genera ganancias asombrosas. Una variedad de intermediarios emprendedores que la promueven y la facilitan, tanto a través de canales legales como extralegales, extraen ganancias de la mano de obra migrante no reconocida. En su estudio de la industria global de los llamados "body shops", Jeffrey Kay explica que "los centros de exportación humana” constituyen eslabones importantes en la cadena de la migración global: “en el espectro de la respetabilidad y la legalidad, las redes de contratación y de transporte incluyen todo tipo de actores: desde empresas globales que cotizan en bolsa hasta organizaciones de contrabando clandestino. Pero más allá de ser "cazatalentos" con licencia, reclutadores, agencias de personal, servicios de colocación o intermediarios clandestinos y contrabandistas, el negocio es esencialmente el mismo: procurar y entregar migrantes. Siendo alrededor de quince mil firmas [legales], las empresas de contratación global comprenden una industria de miles de millones de dólares al año" [27]. Si bien puede resultar tentador concebir la relación entre reclutadores e inmigrantes como una prestación de servicios, estos grupos funcionan más como intermediarios laborales antes que meros proveedores de servicios. En este sentido, el proceso de inmigración genera un valor de uso comercializado por estos "body shops".
En tales sentidos (y más), la inmigración constituye un proceso de vida significativo que requiere el despliegue de energía humana en formas que tienen profundos efectos en las relaciones económicas y sociales. Basándose en la definición de trabajo de Marx, la teoría de la reproducción social ha sido un mecanismo particularmente útil para teorizar más profundamente dichos gastos no remunerados de capacidad humana. Uno de los postulados perdurables del feminismo socialista de esta tradición, ha sido exponer las formas en que el trabajo, en particular aquel realizado principalmente por personas marginadas, tiende a no ser reconocido como trabajo, incluso entre socialistas, marxistas autónomos y otros círculos de izquierda. Si bien uno no debería pensar en forma análoga el trabajo de la inmigración y el trabajo no remunerado de las mujeres en el hogar [28], el movimiento teórico de las corrientes autonomistas del análisis marxista-feminista de la reproducción social, ha sido ampliar la noción de trabajo operativo en las economías políticas del capitalismo, para comprender las complejas operaciones de trabajo no remunerado y no reconocido, y los efectos que este descuido tiene sobre los análisis, los movimientos sociales y las condiciones sociales. Fomentar esta idea clave de la teoría de la reproducción social nos permite ver el trabajo que está involucrado en el proceso de inmigración y exigir que sea reconocido.
La inmigración, la reproducción social y la familia
Si la inmigración constituye una de las principales formas de reemplazo generacional en el mundo contemporáneo, y si ese reemplazo generacional puede ser útilmente concebido como trabajo, entonces la inmigración puede repensarse como un proceso de reproducción social. Esto no solo acerca la teoría de la reproducción social a la comprensión de la forma concreta en que la sociedad contemporánea está realmente organizada (reconociendo cómo el reemplazo generacional está actualmente sucediendo), sino que también amplía el alcance de la teoría de la reproducción social para considerar la inmigración como una de sus anclas, más que como un eslabón tardío. Tomar la inmigración como una característica relevante y central de la reproducción social contemporánea, requiere revisar algunos de los supuestos claves que han permeado a dicha teoría desde sus inicios, especialmente en torno al estatus de la familia y de la opresión de género.
Tal como vimos, muchas definiciones de la reproducción social enraízan la opresión de la mujer en los mandatos físicos del reemplazo generacional. A medida que se desarrolla la literatura feminista sobre la reproducción social, los cuestionamientos, no solo de la reproducción biológica sino de la propia familia nuclear, se convirtieron en una cuestión central para comprender las condiciones para la reproducción del capital y el capitalismo. En muchos de estos estudios, se considera al capitalismo como un sistema comprometido con la familia nuclear patriarcal como la organización más compatible de la vida privada [29]. Según sus explicaciones, la constitución del capitalismo como un sistema fundamentalmente patriarcal radica en la organización del reemplazo generacional a través de la familia nuclear.
Sin embargo, muchos teóricos contemporáneos de la reproducción social han señalado las limitaciones de estos análisis previos debido a sus lecturas monolíticas de la familia bajo el capitalismo. Vogel en particular señaló esta limitación argumentando que, siguiendo a Clara Zetkin, la familia funciona de manera diferente en la clase trabajadora y en la burguesía, basándose en la propia visión de Marx de que "no se puede hablar de la familia como tal" porque "las familias tienen lugares muy diversos dentro de la estructura social” [30]. Holly Lewis también apunta a dicha limitación al reconocer que el capitalismo es capaz de apoyarse en múltiples formas de arreglos domésticos que son la base para la extracción de plusvalía. Ella señala específicamente el resurgimiento de los dormitorios separados por sexo que previenen la formación de familias nucleares. [31] Y es importante reconocer que este invento no es nuevo: existe toda una historia de lucro capitalista que se basa en el rechazo y la ruptura de las familias nucleares. Si bien Lewis no se refiere explícitamente a esta larga historia, hay múltiples ejemplos históricos que podríamos señalar: el control sobre la posibilidad de contraer matrimonio de las personas esclavizadas y la ruptura sistemática de familias mediante la venta de sus miembros a las plantaciones, muchas veces a grandes distancias; la segregación sexual de los primeros hospitales modernos y las instalaciones de salud mental que dividieron por la fuerza a las familias empobrecidas de la clase trabajadora; las campañas racializadas de esterilización forzada, a menudo sin siquiera la ilusión del consentimiento médico informado; un complejo industrial penitenciario con un crecimiento desenfrenado que coloca a algunos miembros de las familias en jaulas; un orden social que penaliza la falta de vivienda al alejar a los niños de los padres, en lugar de proporcionar a las familias precarias una vivienda segura y estable, y un sistema de alojamiento generalmente segregado por género, que impide que las familias permanezcan juntas [32], aunque lo deseen; restricciones sobre el acceso de las parejas queer a la adopción o crianza de sus propios hijos, a la par de batallas por la custodia en donde se denuncia su carácter “impropio” para ser padres [33]; la larga historia de las empleadas domésticas de limpieza, las niñeras, las cocineras y los jardineros que realizan las tareas de reproducción social (en muchos casos para "liberar" a las mujeres de la clase alta de la carga de realizar ellas mismas ese trabajo), por nombrar sólo algunos ejemplos. Lewis es solo una de toda una nueva generación de teóricos de la reproducción social que han desafiado su paradigma, ampliando y considerando la diversidad de las experiencias y de espacios que involucran las tareas reproductivas en la vida real en el marco del capitalismo [34].
Desde esta interpretación del capitalismo y de la familia, la inmigración adquiere otro valor importante en la reevaluación del proceso de reproducción social actual. Habitualmente, la inmigración conlleva a la ruptura de unidades familiares nucleares, ya que por lo general a las familias de bajos ingresos les resulta imposible poder pagar los costos de emigrar juntos. Esto significa que mientras los padres emigran en búsqueda de una mayor estabilidad económica, los niños menores, en particular, quedan al cuidado de otros miembros de la familia o de comunidades de parientes en el país de origen. La criminalización de muchas formas de la inmigración termina separando en los países de destino a las familias nucleares a través de fronteras internacionales, ya que cuando son removidos por la fuerza, los deportados dejan atrás a sus cónyuges, parejas e hijos. Las implicaciones de género de las deportaciones son particularmente importantes porque “casi el 90% de los deportados son hombres, aunque aproximadamente la mitad de todos los no-ciudadanos son mujeres” [35]. Bajo estas condiciones, las mujeres quedan desproporcionadamente en los países de destino como las únicas proveedoras de sus familias, lo cual tiene sus propias consecuencias para la reproducción social [36]. Como se señaló anteriormente, la inmigración en muchas ocasiones incluye presiones para prevenir la concepción, sobre todo cuando la amenaza de violencia sexual es particularmente alta o cuando los empleadores (ilegalmente) lo exigen. Todas estas situaciones demuestran que, lejos de implicar un apoyo unívoco al modelo de familia nuclear productora de niños, la reproducción social bajo el capitalismo está más bien organizada en múltiples formas diversas. Enfocarse en la literatura sobre inmigración y sobre la reproducción social proporciona una incursión que lleva a descentrar la experiencia y la posición social de las mujeres blancas, ciudadanas, de la clase trabajadora, que suele ser la posición que con frecuencia se asume como ancla de la teoría de la reproducción social. Como sostienen muchos teóricos contemporáneos de la reproducción social, este campo dista mucho de ser homogéneo. Al matizarlo con la lectura de la inmigración se revela que la reproducción social bajo el capitalismo es un ámbito altamente diferenciado, que implica un pronatalismo coercitivo para algunos y la esterilización / anticoncepción forzada para otros, al igual que la aplicación del modelo heteronormativo de la familia nuclear para algunos y la inversión en arreglos familiares y de parentesco alternativos para otros.
La intersección entre inmigración y reproducción social también se puede observar en los países de origen. Según el Banco Mundial, el salario que se envía al exterior organiza significativamente la reproducción a través de las fronteras; en 2017, 613 mil millones de dólares fueron enviados a todo el mundo [37]. Las remesas constituyen más del 10% del PBI en más de treinta países y, en algunos lugares, representan más de un tercio del PBI. En términos humanos, esto significa que millones de personas en todo el mundo para reproducirse dependen del dinero que envían sus familiares emigrados. En este sentido, las remesas constituyen la condición para la posibilidad de la reproducción social y familiar de forma significativa en todo el mundo. En muchas ocasiones, han sido la única forma en que las familias han podido evitar el hambre y la muerte en medio de los impulsos neocoloniales por una mayor austeridad y la erosión de las redes de contención social. Globalmente, la inmigración es, por lo tanto, un componente muy importante para la reproducción de la clase trabajadora mundial; es precisamente a través de su separación que las familias pueden seguir viviendo. En este sentido, podemos ver que la reproducción social opera de formas más complejas de lo que habitualmente se supone. Mientras extensos análisis se han enfocado, por un lado, en lo que atañe a la convivencia de familias nucleares y, por el otro, en el trabajo reproductivo asalariado mediado por el mercado, una perspectiva desde la reproducción social sobre la inmigración en este sentido ampliado revela que, al mismo tiempo, en el capitalismo la inmigración puede separar familias o redes de parentesco como condición de su posibilidad de reproducción. Continuar investigando y analizando la reproducción social a través del espacio, la distancia y las fronteras, enriquecerían nuestros análisis tanto de la reproducción social como de la inmigración.
Por lo tanto, el impacto de centrar el proceso migratorio dentro de los debates sobre la reproducción social proporciona una importante corrección de los análisis previos sobre el capitalismo y la familia. Al centrarnos en la organización material de la familia desde la perspectiva de la inmigración, podemos ver que, en muchos casos, el capitalismo abraza y fomenta los arreglos no nucleares de la familia como parte de su lógica; lejos de un compromiso singular con la familia nuclear, el capitalismo promueve los sistemas y las estructuras hostiles al desarrollo de una familia conviviente, heteronormativa y nuclear. Como K.D. Griffiths y J.J. Gleeson exploran en su excelente ensayo sobre el tema, comprender el papel de la familia en el capitalismo requiere simultáneamente marcar la inversión del capitalismo en ciertas organizaciones normativas de la familia, y la multiplicidad de formas en que la familia puede y efectivamente se desarrolla en respuesta a la dinámica del sistema capitalista que descarga múltiples escalas de reproducción social en unidades familiares. [38]
Además, el lente de la inmigración nos permite llevar al feminismo de la reproducción social más allá de su articulación alrededor de las "cuestiones de la mujer". Es cierto que hay muchas características de la inmigración que poseen aspectos específicos de género que no deben descuidarse. Pero a la vez, la inmigración no se puede reducir por completo al género, ya que se encuentra imbricada por las operaciones de racialización, colonización y del imperialismo. Como han sostenido muchas generaciones de feministas, los debates sobre género deben darse a la luz de estas características de la vida contemporánea en el capitalismo. Reflexionar sobre la inmigración como un sitio primordial de la reproducción social ayuda al feminismo marxista a interrogarse sobre las operaciones entrelazadas de género, raza, clase, colonialismo e imperialismo, en formas que podría permitir responder de manera más contundente a la crítica de articulaciones anteriores, que carecían de un análisis sostenido de estos fenómenos. Por lo tanto, al pensar en la inmigración y la reproducción social, el feminismo socialista puede evolucionar más profundamente en su compromiso de digerir y analizar la múltiple constitución de la opresión y la explotación en el capitalismo contemporáneo.
Conclusión: salarios para la inmigración
Cuando la teoría de la reproducción social cobró fuerza al interior de los círculos feministas marxistas de la década de 1970, la Campaña de Salarios para el Trabajo Doméstico (Wages for Housework) comenzó a demandar el pago de los servicios no reconocidos y no remunerados de la esfera doméstica. Sin embargo, lejos de una aceptación acrítica del sistema salarial capitalista, la campaña exigió el pago porque sostenía que, si la reproducción social era remunerada a su valor correspondiente, colapsaría todo el sistema. La convocatoria de salarios para el trabajo doméstico, entonces, invocó la propia lógica del capitalismo contra sí mismo, usando la demanda de salarios como una demanda para la abolición de la explotación asalariada, no solo para el trabajo reproductivo, sino para todo tipo de trabajo.
“…una perspectiva feminista socialista sobre la inmigración debe ir más allá de la mera denuncia de este régimen acelerado de vulnerabilidad.”
En una época de creciente militarización de la frontera, de rechazo de los refugiados, de agudización de la xenofobia, el racismo y el natalismo, una perspectiva feminista socialista sobre la inmigración debe ir más allá de la mera denuncia de este régimen acelerado de vulnerabilidad. Para desarrollar una respuesta feminista verdaderamente socialista a un mundo regido por las fronteras, no solo debemos movilizarnos por un mundo que las erradique, sino que también debemos exigir la justa remuneración de los trabajadores inmigrantes. Más allá del reconocimiento y la justa compensación, la perspectiva socialista siempre ha imaginado un mundo en el que todo el trabajo se ve, se compensa por su verdadero valor y al cual se le confiere un valor social y político determinados. Durante más de cincuenta años, el feminismo socialista se ha comprometido en revelar los lugares en donde el trabajo se realiza por fuera del lugar de trabajo formal, exigiendo la inclusión de este trabajo en nuestro análisis y en nuestra visión de emancipación.
En este sentido, la demanda de salarios para los inmigrantes no es reformista, sino polémica. Lejos de pedir que se profundice la inmigración en el régimen de brutalidad y muerte del capitalismo, se dramatiza el hecho de que el capitalismo nunca puede pagar por lo que reclama. Como sistema, el capitalismo es un régimen legal y normativo de despojo. En el siglo XX, Frantz Fanon planteó una demanda similar al régimen colonial: dado que las potencias capitalistas coloniales obtuvieron su riqueza a través de la explotación, la esclavitud, la opresión y el robo, "¡ellas deben pagar!" [39]. Su polémica entonces, y la mía ahora, no se basaba/basa en la expectativa de que una simple redistribución de las cuentas resolvería los problemas estructurales profundamente arraigados del capitalismo. Las demandas revolucionarias son algo completamente diferente; hacen visible la violencia en las propias estructuras. Como Fanon sabía en el contexto colonial y como las activistas de Salarios para el Trabajo Doméstico sabían en su propio contexto, estas demandas de pago harían insolventes a los sistemas. Salarios para los inmigrantes es, por ende, una demanda particular, arraigada en el análisis de una parte del sistema, dirigida a la abolición de su totalidad. Se exige lo imposible precisamente para dramatizar que ya vivimos bajo condiciones que hacen imposible la vida y la liberación. Por todo ello, un análisis feminista socialista de la migración debe exigir no solo salarios para el trabajo doméstico, sino también salarios para la inmigración, es decir: la abolición del capitalismo en todas sus formas.
Salarios para la inmigración by Redes La Izquierda Diario on Scribd
[1] Eleonore Kofman y Parvati Raghuram, “Gender and Global Labour Migrations: Incorporating Skilled Workers,” Antipode 38, no. 2 (Marzo 2006), 282–303.
[2] Grace Kyungwon Hong, The Ruptures of American Capital: Women of Color Feminism and the Immigrant Culture of Labor (Minneapolis: Editorial de la Universidad de Minnesota, 2006); Sandro Mezzadra y Brett Neilson, Border as Method, or, the Multiplication of Labor (Durham: Editorial de la Universidad de Duke, 2013), cap. 4; Sara Farris, In the Name of Women’s Rights: The Rise of Femonationalism (Durham: Editorial de la Universidad de Duke, 2017).
[3] Grace Chang, Disposable Domestics: Immigrant Women Workers in the Global Economy (Boston: South End Press, 2000).
[4] Genevieve Le Baron and Adrienne Roberts, “Toward a Feminist Political Economy of Capitalism and Carcerality,” Signs: Journal of Women in Culture & Society 36, no. 1 (2010), 1–27.
[5] Sealing Cheng and Eunjung Kim, “The Paradoxes of Neoliberalism: Migrant Korean Sex Workers in the United States and ‘Sex Trafficking,’” Social Politics: International Studies in Gender, State, and Society 21, no. 3 (2014), 355–81; Juno Mac and Molly Smith, Revolting Prostitutes: The Fight for Sex Workers Rights (London: Verso, 2018); Fabián Luiz Fernandez, Hands up: A systematized Review of Poncing Sex Workers in the U.S.” (Public Health Thesis, Yale University, 2016).
[6] Barbara Ehrenreich and Arlie Hochschild, Global Woman: Nannies, Maids, and Sex Workers in the New Economy (New York: Henry Holt & co, 2002).
[7] Sue Ferguson y David McNally sostienen que las migraciones son centrales para la reproducción social en la actualidad. Afirman que mientras se “teoriza sobre las conexiones internas entre … aparentes fenómenos dispares” la tarea es “explorar los patrones de acumulación originaria, desposesión, flujo de capital, la migración, la racialización, el trabajo y las relaciones de género haciendo el esfuerzo de iluminar las dimensiones cruciales de la reproducción social del capital y del trabajo actuales” Sue Ferguson y David McNally, “Precarious Migrants: Gender, Race and the Social Reproduction of a Global Working Class,” Socialist Register (New York: Monthly Review Press, 2014), 1-23.
[8] Karl Marx, Capital: Volume 1: A Critique of Political Economy, trans. Ben Fowkes, Reprint edition (London; New York, N.Y: Penguin Classics, 1992), chap. 23.
[9] Sue Ferguson, “Social Reproduction: What’s the Big Idea?,” Pluto Press Blog (blog), accessed February 1, 2019, https://www.plutobooks.com/blog/social-reproduction-theory-ferguson/(https://www.plutobooks.com/blog/social-reproduction-theory-ferguson/).
[10] Lise Vogel, Marxism and the Oppression of Women: Toward a Unitary Theory, ed. Susan Ferguson and David McNally, Reprint edition (Leiden: Brill, 2014), 129. Emphasis mine.
[11] Tithi Bhattacharya, “What Is Social Reproduction Theory?,” Socialist Worker, September 10, 2013, https://socialistworker.org/2013/09/10/what-is-social-reproduction-theory (https://socialistworker.org/2013/09/10/what-is-social-reproduction-theory). En su trabajo más reciente, Bhattacharya ha empezado a mencionar que el reemplazo generacional no atraviesa únicamente la gestación. Como ella escribe en un artículo de 2017: “el reemplazo generacional a través de la gestación en las familias nucleares, a pesar de ser predominante, no es la única forma en que la fuerza de trabajo puede ser reemplazada. La esclavitud y la inmigración son dos de las formas más comunes en las que el capital ha reemplazado el trabajo en una sociedad limitada.” Tithi Bhattacharya, ed., Social Reproduction Theory: Remapping Class, Recentering Oppression (London: Pluto Press, 2017).
[12] Olga Sanmiguel-Valderrama, “Social Reproduction,” in Encyclopedia of Motherhood, Volume 3, ed. Andrea O’Reilly (Thousand Oaks: SAGE Publications, Inc, 2010), 1135; Kate Bezanson and Meg Luxton, Social Reproduction: Feminist Political Economy Challenges Neoliberalism (Montreal and Kingston: McGill-Queen’s University Press, 2006).
[13] Si se necesita ir más allá del biologicisimo reduccionista en la perspectiva marxista de la reproducción social ver Sophie Lewis, “Gestators of All Genders Unite,” March 6, 2018, Verso Blog (blog), https://www.versobooks.com/blogs/3654-gestators-of-all-genders-unite (https://www.versobooks.com/blogs/3654-gestators-of-all-genders-unite); Sophie Lewis, “Cyborg Uterine Geography: Complicating ‘Care’ and Social Reproduction,” Dialogues in Human Geography 8, no. 3 (2018), 300–316; Jules Joanne Gleeson, “An Aviary of Queer Social Reproduction,” Hypocrite Reader, no. 94 (February 2019), http://hypocritereader.com/94/eggs-queer-social-reproduction (http://hypocritereader.com/94/eggs-queer-social-reproduction); Jules Joanne Gleeson, “Transition and Abolition: Notes on Marxism and Trans Politics,” Viewpoint Magazine, July 19, 2017; Kate Doyle Griffiths, “The Only Way Out Is Through: A Reply to Melina Cooper,” Verso Blog (blog), March 26, 2018, https://www.versobooks.com/blogs/3709-the-only-way-out-is-through-a-reply-to-melinda-cooper, https://www.versobooks.com/blogs/3709-the-only-way-out-is-through-a-reply-to-melinda-cooper), Rosemary Hennessy, “Returning to Reproduction Queerly: Sex, Labor, Need,” Rethinking Marxism 18, no. 3 (2006), 387–95.Holly Lewis, The Politics of Everybody: Feminism, Queer Theory and Marxism at the Intersection (Zed Books, 2016).
[14] En este artículo, me centro específicamente en Estados Unidos. Esto obviamente significa que la generalización de mi análisis no debe darse por sentado. Lo que intento hacer aquí es trazar algunas tendencias en este contexto; sería de gran ayuda e interés para otros, hacer los análisis sobre los mismos temas en otros contextos y poder comparar las similitudes, diferencias y las relaciones entre y a través de los casos.
[15] “Los inmigrantes repondrán la fuerza laboral estadounidense a medida que se jubilen millones de Baby Boomers. La economía estadounidense se enfrenta a una crisis demográfica. Aproximadamente 76 millones de Baby Boomers (casi una cuarta parte de la población de EE. UU.) están comenzando a alcanzar la edad de jubilación. Esta ola de envejecimiento durante las próximas dos décadas, tendrá un profundo impacto económico. Se proyecta que el Seguro Social y Medicare experimentarán déficits. Diez mil baby boomers cumplen sesenta y cinco cada día. Dado que un número menor de trabajadores y contribuyentes apoyará a un número creciente de jubilados, los inmigrantes desempeñarán un papel fundamental en la reposición de la fuerza laboral y, por lo tanto, la base impositiva. A medida que la población autóctona envejezca y los Baby Boomers se jubilen, la inmigración resultará invaluable para sostener la fuerza laboral estadounidense. Las proyecciones de la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS) indican que, entre 2014 y 2024, la población estadounidense de cincuenta y cinco años o más aumentará en 18,2 millones, alcanzando 102,9 millones, o el 38,2% de todas las personas del país. Como resultado, las “necesidades de reemplazo”, principalmente las jubilaciones, generarán 35,3 millones de puestos de trabajo entre 2014 y 2024. Además, se espera que el crecimiento económico cree 9,8 millones de puestos de trabajo adicionales. En otras palabras, aumentará la demanda de trabajadores. Sin embargo, a medida que más y más estadounidenses mayores se jubilen, el crecimiento de la fuerza laboral en realidad se desacelerará, con un promedio de solo 0.5% entre 2014 y 2024 (incluso cuando se calcula con las tasas actuales de inmigración). La tasa de crecimiento de la fuerza laboral sería aún menor durante la próxima década si no fuera por la entrada de nuevos inmigrantes en el mercado laboral”. Cámara de Comercio de Estados Unidos, “Inmigración: mitos y hechos”, 14 abril, 2016, https://www.uschamber.com/sites/default/files/documents/files/022851_mythsfacts_2016_report_final.pdf; (https://www.uschamber.com/sites/default/files/documents/files/022851_mythsfacts_2016_report_final. pdf).
[16] Jeffrey S. Passel y D’Vera Cohn, “Immigration Projected to Drive Growth in U.S. Working-Age Population through at Least 2035,” Fact Tank: News in the Numbers (Pew Research Center, March 8, 2017), http://www.pewresearch.org/fact-tank/2017/03/08/immigration-projected-to-drive-growth-in-us-working-age-population-through-at-least-2035/(http://www.pewresearch.org/facttank/2017/03/08/immigration-projected-to-drive-growth-in-u-s-working-age-population-through-atleast-2035/).
[17] AFAB (por sus siglas en inglés) significa “mujeres asignadas al nacer”, refiere a todos aquellos a quienes se les asignó este género en su nacimiento, coincida o no con su identidad de género.
[18] Karl Marx, Economic and Philosophic Manuscripts of 1844, trans. Martin Milligan and Dirk J. Struik (Moscow: Progress Publishers, n.d.), 31.
[19] Marx, Capital, chapt. 7, Section 1.
[20] Sean Sayers, “The concept of labor: Marx and his critics,” Science & Society, 71(4): 431-454.
[21] Sayers, 445-6.
[22] Mauricio Lazzarato, “Immaterial Labor,” in Paolo Virno and Michael Hardt, eds. Radical Thought in Italy: A Potential Politics (Minneapolis: University of Minnesota Press), 133-47.
[23] Michael Hardt and Antonio Negri, Empire. (Cambridge: Harvard University Press, 2000), xiii. Es importante destacar, como Sayers lo hace en su artículo citado, que este postulado existe en la definición misma de Marx en torno al trabajo y que no designa únicamente a las actividades agrupadas bajo el carácter material, afectivo y simbólico del trabajo. Entonces, cuando Lazzarato, Hardt, Negri y otros postulan esta variedad de formas de trabajo como una crítica a Marx antes que una profundización de sus elaboraciones previas, ellos han leído en forma errónea la propia interpretación de Marx sobre el trabajo.
[24] Sayers, 445-46
[25] Tanya Golash-Boza, Deported: Immigrant Policing, Disposable Labor, and Global Capitalism (New York & London: New York University Press, 2015).
[26] Kaye, Moving Millions: How Coyote Capitalism Fuels Global Immigration, 52.
[27] Jeffrey Kaye, Moving Millions: How Coyote Capitalism Fuels Global Immigration (Hoboken, NJ: John Wiley & Sons, 2010), 79.
[28] Especialmente porque esta analogía tendría el efecto de oscurecer el trabajo no pago que realizan los inmigrantes en sus propios hogares.
[29] Friedrich Engels, The Origin of the Family, Private Property and the State, Reissue edition (London; New York: Penguin Classics, 2010); Giovanna Franca Dalla Costa, The Work of Love: Unpaid Housework, Poverty & Sexual Violence at the Dawn of the 21st Century, ed. Mariarosa Dalla Costa, trans. Enda Brophy (Autonomedia, 2008); Maria Mies, Patriarchy and Accumulation On A World Scale: Women in the International Division of Labour, 2nd edition (London; Atlantic Highlands, N.J.: Zed Books, 1999). Como se discute a continuación, la importancia sobre la naturaleza de la familia nuclear difiere entre estos pensadores.
[30] Vogel, Marxism and the Oppression of Women, 135.
[31] Lewis, The Politics of Everybody.
[32] Susser, Ida, “Creating Family Forms: The exclusion of men and teenage boys from families in the New York City shelter system, 1987-91” 13 Critique of Anthropology 3 (1993).
[33] Katja M. Eichinger-Swainston, “Fox v. Fox: Redefining the Best Interest of the Child Standard for Lesbian Mothers and Their Families,” 32 Tulsa Law Journal 57 (2013); David S. Dooley, Comment, “Immoral Because They’re Bad, Bad Because They’re Wrong: Sexual Orientation and Presumptions of Parental Unfitness in Custody Disputes,” 26 California Western Law Review (1990).
[34] Tithi Bhattacharya, Social Reproduction Theory: Remapping Class, Recentering Oppression; Susan Ferguson, “Intersectionality and Social-Reproduction Feminisms: Toward an Integrative Ontology,” Historical Materialism 24, no. 2 (2016), 38–60; Kathi Weeks, The Problem with Work: Feminism, Marxism, Antiwork Politics, and Postwork Imaginaries (Durham: Duke University Press Books, 2011); J.K. Gibson-Graham, The End Of Capitalism (As We Knew It): A Feminist Critique of Political Economy, 1st University of Minnesota Press Ed., 2006 edition (Minneapolis: University of Minnesota Press, 2006); Bezanson and Luxton, Social Reproduction: Feminist Political Economy Challenges Neoliberalism (Montreal: McGill-Queen’s University Press, 2006.)
[35] Tanya Golash-Boza and Pierrette Hondagneu-Sotelo, “Latino Immigrant Men and the Deportation Crisis: A Gendered Racial Removal Program,” Latino Studies 11, no. 3 (2013), 271–92.
[36] Golash-Boza and Hondagneu-Sotelo.
[37] Dilip Ratha et al., “Migration and Remittances: Recent Developments and Outlook,” Migration and Development (World Bank Group Knomad, April 2018).
[38] K.D. Griffths and J.J. Gleeson, “Kinderkommunismus”, Ritual Magazine, June 21, 2015. http://www.ritual-mag.com/kinderkommunismus/ (http://www.ritual-mag.com/kinderkommunismus/)
[39] Fanon, Frantz. The Wretched of the Earth. Translated by Richard Philcox. (New York: Grove, 2004), 59.