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Red Internacional
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Salud. San Luis: “Si uno es pobre en esta provincia, mejor no enfermarse nunca”

Nunca es bienvenida una enfermedad. Pero, mucho menos, si uno es pobre y te ataca un viernes por la noche en la Provincia de San Luis. A continuación, las consecuencias de más de 30 años de vaciamiento y desfinanciamiento de la salud pública puntana.

Sábado 8 de octubre de 2016 13:25

Sucede que el día vienes me dio alergia, pero decidí no ir al servicio de urgencias. Como muchas personas alérgicas sabrán, esta no es una condición de “urgencia” para ser atendido en la guardia. Rápidamente me dirigí a una farmacia, para buscar algún medicamento de venta libre que me calmara; pero los farmacéuticos me enviaron a ver un doctor. Ya había tenido alergias en otras ocasiones, por lo que me quedaban restos de medicamentos antialérgicos. Decidí tomarlos hasta el día lunes y sacar turno para un médico. Ya sabemos que auto-medicarse no está bien, pero la picazón en ojos, nariz, orejas y garganta lo ameritaban.

Luego de dos días, los medicamentos se terminaron y la alergia continuaba. Ya era hora de ir a un hospital. Vivo en la zona norte de la Ciudad de San Luis y, por jurisdicción, sólo se me puede atender en el Hospital “Cerro de la Cruz”. Al llegar a la entrada, me encuentro con un cartelito muy desteñido que decía: “Sr. Paciente, desde el día 23 hasta el día 30 de septiembre se atenderá en la guardia debido a las refacciones producidas en el hospital”. Al ser lunes 3 de octubre, pensé que tal cartel ya no tenía vigencia y que el centro de salud estaba funcionando con normalidad, pero aún así me dirigí directamente a la guardia por las dudas.

Al entrar en la sala de urgencias, encontré a muchas personas que evidentemente pensaron como yo: que nos atenderían en la salita. Sin embargo, las enfermeras del hospital nos comunicaron que no íbamos a ser atendidos, salvo por una urgencia. Una señora preguntó cómo uno podía saber cuáles son las urgencias, a lo que aquélla enfermera respondió “allá hay un cartel dónde dice las urgencias que atendemos”. La gente se amontonó para leer el colorido y plastificado cartel y justo al lado encontramos otro comunicado que informaba a los pacientes que no se entregaban ninguna clase de certificados. En ese momento pensé, ¿cómo justifica la ausencia laboral un pobre trabajador? ¿Y una estudiante como yo?

De todos modos, los pacientes nos apresuramos a formar una fila. Unas veinte personas aguardaban a que se les dijera si era necesario que un médico las atendiera. Algunas tuvieron suerte y se les fue entregado un papelito para ser atendidas, otras, no tuvieron más opción que esperar a que el hospital volviera a funcionar normalmente algún día.

Cuando llegó mi turno me acerqué a la ventanilla para explicar mi situación; pero la respuesta no fue la que yo esperaba. Toda explicación fue en vano. Me dieron a entender que si había pasado tres días con alergia podía esperar otros días más hasta que terminaran de arreglar el edificio. Esto me molestó y mucho porque me preocupaba pensar que no tendría antialérgicos suficientes vaya a saber hasta cuándo. Sinceramente, salí del hospital muy enojada y con mucha impotencia de no poder hacer nada.

En el camino a mi casa reflexioné sobre mi enojo. No estaba enojada con los trabajadores de la salud quienes, en definitiva, son los que tienen que laburar en esas condiciones, pagando los platos rotos del vaciamiento de la salud pública, poniendo la cara y el cuerpo a tal situación y haciendo malabares para atender las necesidades médicas de la gente. Estaba enojada con los verdaderos responsables de toda la problemática que viene atravesando la salud pública en esta provincia, a saber: el gobierno provincial, sus funcionarios políticos y el resto de los charlatanes de la oposición de los partidos tradicionales y pro-empresariales que hace más de 30 años son los autores y cómplices de la des-financiación de la salud pública puntana.

Con estos estaba enojada porque durante las campañas electorales se la pasan hablando de los hospitales públicos pero en el día a día nunca los vas a ver en algún centro de salud público haciendo fila para hacerse atender. Esta gente goza del privilegio de hacerse atender en clínicas privadas de alta categoría. La salud para todos estos señores y todas estas señoras no es un derecho sino un servicio.
Por eso, la mayor parte del presupuesto del Estado provincial se destina en obras innecesarias como las réplicas del Cabildo y la Casa de Tucumán y no en triplicar el presupuesto destinado a la salud pública. Quien quiera acceder a la “buena” salud y a una atención médica de calidad que las pague; quien no quiera o no pueda hacerlo que se banque los hospitales públicos destrozados, sin insumos, sin personal ni profesionales. Esta es la lógica que reina en la casta política de esta provincia.

Todo esto me hizo concluir que en San Luis como en el resto del país sólo aquéllos que cuentan con el dinero necesario tienen acceso a la salud, ya que pueden dirigirse a una clínica privada, ser atendidos por un profesional, acceder a un certificado y a la medicación correspondiente.

Pensar que los políticos que nos gobiernan hace más de 30 años andan diciendo por ahí que San Luis es “otro país”. ¡Vaya hipocresía!