Las travesuras del hijo predilecto del gobierno santafesino, la policía y las ganas del macrismo de que nos olvidemos que los prófugos se escaparon en las narices de Vidal, amenazan con terminar en divorcio entre la Casa Gris y la Casa Rosada

Cecilia Rodríguez @cecilia.laura.r
Viernes 15 de enero de 2016
El que parecía ser un prometedor matrimonio entre el gobierno “socialista” de Santa Fe y el ejecutivo encabezado por Mauricio Macri estalló en amenazas de divorcio antes de terminar la luna de miel. El escándalo de la triple fuga sigue teniendo repercusiones.
Hace 48hs., el gobernador Miguel Lifschitz y el Ministro de Seguridad provincial, Maximiliano Pullaro, dieron sendos discursos de felicitación a la policía santafesina por la captura de los tres prófugos. Hacía mucho que nada remotamente pasable podía decirse de los camaradas de azul y los muchachos se emocionaron. Dijeron que era una fuerza “admirada en todo el país”, que “hicieron un trabajo profesional, con compromiso y vocación”, que “dejaron todo” para atrapar a los fugados. La arenga, que ya era insólita para una fuerza corrupta y con probados lazos con el narcotráfico, duró lo que un cubito de hielo en enero.
Lo era una hipótesis más que probable, empieza a ser una sospecha cada vez más concreta: algo raro hizo la policía santafesina ese sábado en Cayastá, cuando alguien aún no identificado informó que se habían atrapado a los tres prófugos y luego resultó que solo había uno. Macri, Bulrich, Bonfatti y Lifschitz tuitearon al unísono “los prófugos” han sido atrapados. Pero Lifschitz es el único que borró el tweet y, punto seguido, negó que ese dato hubiera venido de las fuerzas santafesinas. Lifschitz niega las sospechas más que coherentes sobre la actuación de la fuerza que jugaba de local y que no es santo de devoción de nadie, sin investigarlo ni aportar pruebas. ¿Tenemos que creer solo en la palabra de un gobernador que está acusado de encabezar dos fraudes en los escrutinios de las pasadas elecciones? Por las dudas, el gobierno decidió pasar a retiro a 11 policías y amenazar con investigar a decenas más, por delitos que van desde homicidio a abusos sexuales. Medida cosmética y no muy jugada (es más fácil encontrarle un delito a un comisario que robarle el juguete a un niño) para mostrarse como gente no tan cómplice de la narcopolicía.
Del otro lado de la disputa, Mauricio Macri y su armada Brancaleone quieren aprovechar los vergonzosos y poco claros sucesos de Cayastá para que todos se olviden que los tres sicarios de fugaron de la tierra de la policía bonaerense, en las narices María Eugenia Vidal. Tal vez también quieran tender un manto de oscuridad sobre el hecho que trascendió antes de ayer: el segundo tiroteo no fue con los prófugos sino entre efectivos de la misma Gendarmería. En el mejor de los casos, un nivel de incompetencia digno del libro Guinness. En el peor, las disputas dentro de las fuerzas de seguridad por el control de negocios ilegales millonarios se resuelven a los tiros. Para acompañar la operación de lavado de manos, además de lanzar al ruedo a la denunciadora serial Lilita Carrió, el Ministerio de Seguridad Nacional hizo trascender un video plantando la sospecha de que lo que allí se veía eran efectivos de la Tropa de Operaciones Especiales de Santa Fe deteniendo y luego dejando ir a dos de los prófugos. Finalmente, la Policía Federal (otros que no son santos de devoción de nadie) dijo que las personas detenidas en ese video no eran los dos prófugos, peritaje que fue confirmado por la cartera de Bulrich. Así, en la supuesta búsqueda por aclarar los hechos, el macrismo no hace más que oscurecerlos y aparecer vacilante.
Gobierno nacional y provincial se acusan mutuamente. Ambos tienen razón. Tanto las fuerzas de seguridad que dependen del ejecutivo nacional como las que lo hacen del provincial son cómplices de gran delito y lo demostraron copiosamente durante todo el escándalo de la triple fuga. Sin complicidad policial no era posible ni la fuga, ni la eterna persecución donde 700 efectivos no podían capturar a tres personas.
Mientras cada gobierno mira la paja en el ojo ajeno, los trabajadores estatales y del sector privado enfrentan una ola de despidos que amenaza agudizarse. Si resisten, estas mismas policías y fuerzas federales corruptas e incapaces de atrapar dignamente a tres sicarios, actúan con eficiencia y rapidez para reprimir. Para eso están.

Cecilia Rodríguez
Militante del PTS-Frente de Izquierda. Escritora y parte del staff de La Izquierda Diario desde su fundación. Es autora de la novela "El triángulo" (El salmón, 2018) y de Los cuentos de la abuela loba (Hexágono, 2020)