¡Nada más y nada menos que 57 mil millones de dólares! Así como lo lee: esta fue la cantidad total que el gobierno federal del ultraconservador Stephen Harper -y su partido Conservador - se robó del fondo del régimen de seguro de empleo. Así lo confirmó el alto tribunal federal del país que rechazó los argumentos de impugnación interpuestos por las federaciones sindicales.
Martes 7 de octubre de 2014
Fotografía: Wikipedia Corte suprema de Canada.
Después de un litigio que duró cuatro años, la Corte dio la razón al gobierno federal que aplicó en 2010 la ley presupuestal que contenía la abolición de la caja del régimen de seguro de empleo.
Así, el gobierno quedó completamente exento de reponer el dinero que utilizó entre 1994 y 2008 para darle otros destinos.
Lo más sorprendente es que el gobierno no contribuía a este régimen desde 1990, por lo que el dinero correspondía por entero a las cotizaciones de los trabajadores y a aquellas impuestas a los patrones. Por ello, se considera un verdadero robo y una afrenta que daña a la clase obrera de Canadá.
El régimen del seguro de empleo sirve para pagar a los trabajadores las prestaciones de seguro de desempleo, de seguro de búsqueda de empleo, el seguro por enfermedad o resguardo de un familiar enfermo, y los seguros de maternidad y paternidad.
Y mientras que la disputa jurídica se llevaba en los tribunales sobre la constitucionalidad de la desaparición de esta Caja millonaria, Harper aplicó una reforma en 2012 para reducir considerablemente estas prestaciones.
Así por ejemplo, se obliga, a riesgo de perder estas prestaciones, a ocupar un puesto de trabajo considerado conveniente, aunque ello signifique cambiar de profesión, reducir el salario hasta un 30% o recorrer una distancia equivalente a una hora de carretera para llegar al trabajo.
Al mismo tiempo se fijan cuotas a los funcionarios encargados del análisis de las solicitudes para negar estos seguros, de manera que 6 trabajadores sobre 10 no son admisibles para los criterios establecidos por el gobierno.
El resultado es claro: el seguro de desempleo cubre actualmente sólo a 40% de los parados, cuando por ejemplo en 1989 cubría a 87%, lo que da cuenta de esta tendencia a la baja del acceso a estas prestaciones.
Una larga lucha
El régimen de seguro de empleo ha sido el resultado de una larga lucha de los trabajadores que comenzó en 1935 con la marcha de desempleados en Ottawa que obligaría a establecer este régimen al gobierno en 1940. En aquellos años se construía el llamado Estado de bienestar canadiense en el que se concretarían importantes conquistas para la clase trabajadora.
Hoy, después de treinta años de políticas neoliberales y diez del gobierno Conservador, el balance no puede ser más que negativo. Y es que Harper ha llevado a cabo toda una ofensiva para arrebatar a la clase obrera todas sus conquistas.
La flexibilización laboral que cunde en el mundo del trabajo actual, permite a las empresas aumentar sus ganancias contratando mano de obra ad hoc a sus necesidades específicas, mientras se aplasta totalmente los pilares principales del derecho laboral, es decir, la contratación colectiva, la negociación directa con el patrón para la mejora de salarios y prestaciones, y el derecho a ejercer la huelga como mecanismo de defensa y de presión.
Harper inició lo que los analistas llaman la reconfiguración del mundo del trabajo canadiense, que netamente significa el desmantelamiento del Estado bienestar, la liquidación de todas las prestaciones y derechos de los trabajadores.
Vimos cómo se ejerce esta tendencia con las leyes especiales que obligaron al sindicato de Post Canadá a regresar de forma forzosa al trabajo o que prohibió la huelga por solidaridad a los trabajadores de Air Canadá con los de la subsidiaria y desaparecida Aveos.
Ataque sin respuesta
Los diez años de gobierno Harper han sido un decenio de ofensiva anti-obrera. Recientemente se ha propuesto una reforma que tiene la intención de romper por entero al sindicalismo canadiense.
De aprobarse, los miembros de un sindicato van a poder exigir que sus cotizaciones no se utilicen en cuestiones políticas, entendiendo por estas las marchas, las manifestaciones, mítines, conferencias, foros, actividades de solidaridad con otros gremios, etc.
¡Un escándalo! El gobierno continúa atacando y viola flagrantemente la autonomía sindical para dividir a los trabajadores.
La táctica de Harper es de dividir, romper la lucha sindicalmente organizada y quebrar todo viso de solidaridad.
Y ni siquiera así, ni bajo la amenaza de la espada de Damocles sobre sus cabezas, ni cuando se les roba en sus narices el patrimonio que llevó construir años con el esfuerzo de la clase trabajadora ¡ni así! las cúpulas sindicales avizoran un escenario de movilización. Todo queda en discursos ardientes, declaraciones sonoras y, eso sí, agotar las instancias jurídicas y priorizar los recursos legales. Ésta burocracia que hoy ve el suelo moverse bajo sus pies, no quiere atizar el germen de la lucha en las calles y de las huelgas.
¿Será porque le teme más a un despertar de sus bases que a perderlo todo?