En muchos sentidos, la guerra de Rusia en Ucrania es un fracaso, lo que plantea la cuestión de una posible derrota rusa desde el punto de vista estratégico, independientemente del resultado militar del conflicto. Pero a pesar de estos reveses, es probable que los horrores de la guerra continúen, en parte debido a la política de la OTAN.
Miércoles 12 de octubre de 2022 23:29
Por el momento, la ofensiva de febrero de Putin contra Ucrania alejó a Rusia de sus objetivos estratégicos declarados y subyacentes en su política exterior a largo plazo desde el final de la Guerra Fría. Es decir, detener el acercamiento entre Ucrania, la OTAN y la UE y la política de cerco a Rusia por parte de Occidente; restablecer el dominio ruso sobre el país tras los resultados de la revuelta de Maidán en 2014; evitar el establecimiento de un Estado hostil a Rusia en su frontera occidental. Todos estos objetivos están vinculados y son estratégicos para la defensa del Estado ruso. Pero hoy, parecen más que remotos. Por su parte, Estados Unidos y sus aliados de la OTAN impulsan la guerra (no sin contradicciones) pero en contra de la retórica de la "democracia" y el derecho a la autodeterminación, a costa de la propia Ucrania.
De hecho, el fracaso del asalto a Kiev puso de manifiesto las debilidades militares de Rusia (dirección y preparación de la guerra, táctica, logística, etc.). Hoy en día existe una tendencia interesada en la prensa occidental de presentar a Rusia como muy débil militarmente. Con ello se pretende empujar a Ucrania a continuar la guerra para conseguir una victoria que en realidad parece muy incierta. Sin embargo, todo parece indicar que Rusia aún cuenta con importantes recursos militares que podría empezar a emplear si la situación lo requiere, desde el punto de vista del Kremlin, por supuesto. Sin embargo, un hecho innegable es que antes de que estallara la guerra, el aspecto militar parecía ser su punto fuerte y que hoy el ejército ruso está empantanado en el este y el sureste del país, incapaz de estabilizar sus ganancias en esta región.
Pero si desde el punto de vista militar una victoria rusa parece muy lejana, es políticamente donde el régimen de Putin parece estar en mayor peligro. En primer lugar, a nivel internacional Putin está bastante aislado. Ciertamente, en los últimos meses se ha producido un importante acercamiento a China, lo que preocupa a Estados Unidos. Sin embargo, dentro de esta alianza, Rusia depende cada vez más de China y aparece como una especie de "socio menor". Así, aunque hay sectores de la clase dirigente rusa que ven esta alianza con gran expectativa, otros se muestran más recelosos. Y esto toca un tema central para la proyección global de Rusia: su (relativa) independencia estratégica. En este sentido, Simon Saradzhyan, fundador del centro Russia Matters de la universidad de Harvard, escribe sobre la nueva relación entre Rusia y China, pero también sobre su relación con Occidente y sus ambiciones como gran potencia:
"Si la chinización de Rusia sigue inconclusa, su re europeización tampoco parece estar en la agenda. Putin es mortal, por supuesto, y cabe esperar que su sucesor intente normalizar los lazos con la UE, aunque sólo sea porque los intereses vitales de Rusia exigen que no ponga todos los huevos en la misma canasta (china). Sin embargo, cualquier retorno a la europeización postsoviética de Rusia vista en la década de 1990 y principios de 2000 seguirá siendo improbable mientras los líderes rusos sigan viendo a Occidente como un adversario en declive pero aún amenazante y a China como un hegemón global en ascenso. Otra cosa es si el actual o el próximo líder ruso conseguirá situar a Rusia como "civilización de civilizaciones" en el orden mundial en evolución, a pesar de representar menos del 3% del PIB mundial y el 2% de la población mundial.”
Esto nos lleva a otra cuestión de gran importancia para los intereses del capitalismo ruso: su relación, sobre todo comercial, con la Unión Europea y las potencias occidentales en general. La guerra ha supuesto una ruptura casi total de las relaciones comerciales entre Rusia y Europa, que ya está teniendo consecuencias para su economía, pero también, en gran medida, una importante ruptura de las relaciones diplomáticas con los imperialismos occidentales. A esto hay que añadir la política de sanciones por parte de los Estados miembros de la OTAN y de la UE. Como sostiene George Friedman, al invadir Ucrania, Rusia ha decidido aceptar pérdidas financieras a cambio de seguridad estratégica, pero está perdiendo ambas cosas: "Rusia está tratando de recuperar la profundidad estratégica, y se ha embarcado en este camino sabiendo muy bien las consecuencias financieras que tendría. En otras palabras, ha aceptado el daño financiero a cambio de la seguridad estratégica. Hasta ahora, no ha ganado en seguridad estratégica y ha absorbido importantes daños financieros mientras infligía los suyos a Europa”. En este sentido, en relación con los intereses y ambiciones rusas, Nivedita Kapoor sostiene que "en un orden mundial cambiante, proyectar la influencia desde una posición de debilidad económica y con los recursos de defensa apostados en Ucrania sería un gran revés para los esfuerzos de Rusia por ser un polo independiente en un futuro mundo multipolar". Una Rusia debilitada será mucho menos capaz de ejercer su influencia a nivel internacional, lo que podría acabar convirtiendo esta guerra en una derrota estratégica, aunque produzca victorias tácticas.
¿Por qué Ucrania es tan importante para el Kremlin? Para su defensa contra posibles ataques desde el oeste. Ucrania y Bielorrusia son considerados por los estrategas rusos como territorios fundamentales para frenar cualquier avance de las fuerzas hostiles. Obviamente, se trata de un pensamiento nacionalista reaccionario y, en última instancia, colonialista: utilizar el territorio y la población de otros Estados como "escudos". Pero al contrario del discurso que se ha difundido en la prensa occidental, esta política no es una especie de "paranoia". Desde el final de la Guerra Fría, las potencias occidentales, especialmente Estados Unidos, han llevado adelante una política hostil hacia Rusia, y el cerco denunciado por el Kremlin es muy real: basta con observar que casi todos los Estados del antiguo glacis son ahora miembros de la OTAN. Sin embargo, en el último tiempo se produjeron cambios en la política norteamericana que parecen haber convencido a Rusia de que los tiempos están cambiando y "debe actuar". Dmitry Yefremenko explica la situación en un artículo del sitio web Russia in Global Affairs (Rusia en los asuntos globales, NdelT), que expresa su opinión desde la perspectiva de los intereses capitalistas rusos. Afirma que "Washington ha revisado sus orientaciones estratégicas: la contención de China ha sido declarada no sólo la principal tarea de su política exterior y militar, sino también la máxima prioridad. Quedó claro que Rusia no podía encerrarse en una especie de gueto en el que fuera un espectador ocioso de la rivalidad entre Estados Unidos y China, evitando tomar medidas decididas para proteger sus propios intereses. Los preparativos para una confrontación con el "agresivo autoritarismo ruso" (por no hablar de la "amenaza china") se han convertido en el leitmotiv de la movilización política e ideológica de Occidente en el verano y otoño de 2021.”
Sin embargo, como decíamos más arriba, Rusia se encuentra ahora con una Ucrania totalmente hostil, armada hasta los dientes, aún más cerca de la OTAN y de la UE que antes de la guerra y, sobre todo, con una gran parte de su población resentida con Rusia, incluso ganada por un cierto sentimiento nacionalista reaccionario antirruso. Este es sin duda uno de los elementos más claros del fracaso de la agresión de Putin en Ucrania. De hecho, Rusia podría llegar a cambiar el rumbo del conflicto desde un punto de vista estrictamente militar. Para que esto ocurra, el ejército tendría que ser capaz de lograr una victoria total, es decir, tomar Kiev y ocupar todo el país (esto parece muy poco probable hoy en día, pero no se puede descartar). En tal escenario, Ucrania quedaría económicamente devastada, destruida por la guerra, totalmente desestabilizada política y socialmente y efectivamente aislada, y más alejada de la OTAN y la UE. De hecho, este puede haber sido el primer plan de Putin. Sin embargo, esto estaría lejos de ser una victoria estratégica completa para Rusia. Seguiría enfrentándose a una población hostil y a probables focos de resistencia armada, clandestina o no. Pero también, su relación con las potencias occidentales seguiría siendo un problema y una fuente de gastos financieros; las sanciones occidentales seguirían vigentes, si no se reforzarían; y lo más dramático, las tensiones militares no harían más que aumentar con la perspectiva de un conflicto nuclear como posibilidad real. En otras palabras, una victoria militar rusa en Ucrania no significa que se traduzca automáticamente en una victoria estratégica.
Pero este escenario ignora otras dificultades que han surgido en las últimas semanas para el Kremlin, especialmente tras su anuncio de una movilización parcial de la población. De hecho, hasta ahora, el gobierno ruso ha intentado presentar su guerra como una "operación especial" sin movilizar a la población para mantener la realidad de la guerra lejos de la vida cotidiana de los ciudadanos rusos, especialmente en las grandes ciudades.
Sin embargo, con la movilización parcial de Putin, comienzan a abrirse brechas políticas y sociales internas.
Son las dificultades militares las que han empujado a Putin a tomar estas medidas, pero también son estas dificultades las que están engendrando una oposición nacionalista de extrema derecha al régimen. Sus miembros, frustrados por los reveses en el ámbito militar, son partidarios de la escalada, de ofensivas más duras contra la población civil. En este sentido, no podemos separar los últimos bombardeos rusos sobre objetivos civiles en Ucrania de la presión e influencia de estos sectores en la política del Kremlin. De hecho, en contra de la propaganda y las ilusiones occidentales, no son necesariamente las tendencias liberales las que están ganando fuerza frente a los reveses de la política de Putin, sino más bien las tendencias aún más duras y bonapartistas que el poder actual, o incluso protodictatoriales, que ya forman parte de la base de apoyo de Putin. Esto también se debe en parte a la debilidad política de la clase obrera, que a su vez también se debe en parte a las políticas represivas del putinismo. Sin embargo, desde abajo se empieza a ver la oposición a la movilización, sobre todo por parte de las mujeres. En definitiva, todo este nuevo malestar interno representa un factor de preocupación para las autoridades.
Todos los elementos que hemos mencionado aquí muestran que la situación en Rusia es muy complicada. Sin embargo, esto no significa que Putin acepte fácilmente una derrota. Una derrota rusa podría tener consecuencias no sólo para el régimen de Putin, sino también para las potencias imperialistas occidentales. En una nota del pasado mes de agosto, el Instituto Quincy expresaba su opinión sobre la cuestión de la siguiente manera:
"Quienes abogan por hacer todo lo necesario para derrotar a las fuerzas rusas suponen que el Kremlin aceptaría la derrota antes que arriesgarse a una confrontación directa con un Estado miembro de la OTAN. Pero esta suposición se contradice con lo que dicen los funcionarios rusos y las agencias de inteligencia estadounidenses. En cualquier caso, hay pocas razones para creer que la reacción de Rusia ante la derrota, si se produjera, se haría eco de la aceptación y el arrepentimiento nacional de Alemania después de los nazis, en lugar de su resentimiento y revanchismo después de Versalles.
Sin embargo, aunque dentro del establishment de las potencias imperialistas occidentales hay diferentes alas, unas más duras que otras, existe un cierto consenso (por el momento) para empujar a Ucrania a la guerra, sabiendo que es muy poco probable que la gane. De hecho, para los imperialistas, especialmente para Estados Unidos, esta es una forma "práctica" de lograr sus objetivos en la lucha contra el tándem China-Rusia: armar a los aliados que debilitan a los rivales y, al mismo tiempo, evitar la participación abierta de soldados propios, incluida su muerte en el campo de batalla. De hecho, lejos de la propaganda hipócrita sobre la defensa de la "democracia" y la autodeterminación de Ucrania, las potencias imperialistas se han apropiado completamente de la legítima resistencia de Ucrania a la agresión de Putin y la han convertido en una guerra por delegación cuyos objetivos son reaccionarios y están al servicio de los intereses de un campo reaccionario e imperialista. ¿Desde cuándo la OTAN es garante del derecho de los pueblos a la autodeterminación o, en general, de cualquier derecho democrático?
Por supuesto, el campo occidental no está exento de contradicciones. Las consecuencias de las sanciones contra Rusia afectan a toda la economía mundial, y Europa está especialmente expuesta. El invierno se acerca y será una prueba política y social para muchos gobiernos de la UE, cuya población se ve muy afectada por la inflación generalizada y el aumento de los precios de la energía. Una de las apuestas de Putin, si el conflicto continúa durante el invierno, es que las presiones sociales y políticas empujen a las potencias occidentales a presionar a Kiev, o incluso obliguen a algunos Estados a reducir su apoyo a Ucrania. Este es un factor importante que no podemos descuidar, a pesar de todas las dificultades de las fuerzas rusas.
Nos enfrentamos a dos fuerzas profundamente reaccionarias. La OTAN sigue siendo una alianza reaccionaria e imperialista y, en última instancia, el peligro más importante para la clase obrera a nivel mundial. La Rusia de Putin, por su lado, representa una fuerza totalmente reaccionaria, como podemos ver en su agresión en Ucrania. No representa una alternativa a los imperialistas. Así, si no surge a nivel internacional una fuerza alternativa a estos dos bloques reaccionarios, capaz de derribar de raíz todo el andamiaje capitalista e imperialista, de forma revolucionaria y decididamente socialista, la humanidad podría verse abocada a vivir situaciones de barbarie inaudita.