Es irónico, según la bandera de paz que lleva la ONU, que sus misiones estén integradas por instancias que en México son señaladas con las cifras más altas de tortura, como es el ejército.

Laura Aparicio Pan y Rosas México
Jueves 30 de mayo de 2019
Se anunció que las fuerzas armadas de México, principalmente la Sedena pero también la marina y la Policía Federal incrementarán su participación con la Organización de la Naciones Unidas en el Centro de Entrenamiento Conjunto de Operaciones de Paz (Cecopam), del cuál participarán también instituciones policiales de otros países.
Además de las capacitaciones recibidas de instancias de la ONU, la marina ha participado en las "misiones de paz", que bajo el amparo de los discursos de ayuda humanitaria intervienen física y políticamente en países en situación de crisis humana e institucional. Mismos lugares en que los llamados ’cascos azules’ ejercen todo el dominio sobre la población, donde operan redes de prostitución a cambio de comida, o simplemente violan a mujeres y niños cómo método de sometimiento.
El aumento en las capacitaciones se inscribe en la creación de la Guardia Nacional, que a pesar de los señalamientos de las organizaciones sociales y de derechos humanos sobre el riesgo que esto implica para la sociedad López Obrador ha insistido en que el mando de la GN será civil, sin embargo nombró a la cabeza a un militar jubilado.
Conociendo las aberrantes prácticas de los cascos azules en Haití, Líbano, Mali y otros países, sus "capacitaciones" no son una garantía de que la violencia ejercida por las fuerzas mexicanas contra la población se erradique.
Ni siquiera la incorporación de mujeres a las fuerzas armadas es una solución para la eliminación de la violencia de género y todos sus prácticas, porque no es cuestión del género que tiene el toletero en mano; se trata de la función específica que tienen las fuerzas represivas en la disolución de los movimientos sociales, la represión de los trabajadores y las mujeres, y el quiebre de los sujetos disidentes. Las fuerzas armadas tienen un rol de protección de la propiedad privada y el Estado.
Un claro ejemplo de esto, fue el caso de Yndira Sandoval, defensora de derechos humanos que fue violada en Tlapa, Guerrero por una mujer policía. Del mismo modo recordamos la participación de las mujeres de la policía estatal y federal que participaron con su complicidad en la tortura sexual de las mujeres que resistían en Atenco durante 2006.
La violencia de estás fuerzas policiales es sistemática y ha profundizado la ola de violencia en México, de manera directa e indirecta. No es casual que los feminicidios aumentaran exponencialmenre en Ciudad Juárez después de que Calderón aplicara el programa "Todos somos Juárez" que otorgaba libertad de actuar al ejército en las calles.
Además también son numerosos pero poco visibilizados los casos en que el ejército, la marina o la policía están directamente vinculados; como es el caso de Erick San Juan Palafox "El Mili", un militar en activo que encabezaba una banda de narcomenudistas y feminicidas en Héroes de Tecámac, Estado de México.
Amnistía Internacional reveló un informe en donde se dio a conocer que la policía y las fuerzas armadas de México someten a menudo a las mujeres a torturas, incluida la violencia sexual, para obtener confesiones durante el arresto y los primeros interrogatorios; esto en el contexto de la guerra contra el narcotráfico.
El ejército es la institución que encabeza las denuncias por tortura, seguida por la marina.Las mujeres han sido víctimas de tortura por elementos de la Policía o el Ejército antes de ser presentadas ante el ministerio público; esto incluye descargas eléctricas en senos y vagina, desnudez forzada, tocamientos en genitales y violación sexual.
Queda claro que ni las capacitaciones de instancias como la ONU -que llevan una falsa bandera de ayuda humanitaria- son capaces de quitarle el rostro represivo a la próxima Guardia Nacional.
Es indispensable que el primer paso en la erradicación de la violencia sea el regreso del ejército a sus cuarteles y la disolución de todas las fuerzas represivas del Estado. Necesitamos una salida propia de los trabajadores, las mujeres, la juventud, las comunidades indígenas y todos los sectores oprimidos.

Laura Aparicio
Agrupación de Mujeres Pan y Rosas México