En las vísperas de Nochebuena se anunció la culminación del acuerdo de los términos de la salida del Reino Unido de la Unión Europea (Brexit). El texto final, de más de 2.000 palabras incluidos los anexos, entró en vigor el 1º de enero de 2021, tras ser ratificado por los miembros de la UE y el parlamento británico. Múltiples dudas e incertidumbres alrededor de su aplicación prometen un futuro incierto para el Reino Unido.
Sábado 2 de enero de 2021 14:58
El primer ministro Boris Johnson logró apaciguar a los rebeldes euroescépticos de su partido con un acuerdo que aleja al Reino Unido de la UE aún más que la propuesta de la anterior ocupante del número 10 de Downing Street, Theresa May. Este mantenía cierto alineamiento con la UE para evitar un control fronterizo entre Irlanda del Norte (parte del Reino Unido) y la República de Irlanda, pero encontró una fuerte oposición por parte del ala euroescéptica del Partido Conservador.
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A partir de la entrada en vigor del Brexit, el Reino Unido no es parte del mercado único ni de la Unión Aduanera de la UE. Resumimos aquí algunos de los aspectos más espinosos de esta nueva relación.
1) Comercio y circulación de bienes
Se acordó mantener el régimen libre de aranceles para la circulación de mercancías. Es decir, no se imponen tarifas ni de importación ni de exportación, como tampoco se fijan cuotas. Sin embargo, al abandonarse la Unión Aduanera, todos los productos (comestibles, farmacéuticos, técnicos, etc.) tienen que pasar por un estricto control aduanero que implica la presentación de documentación para garantizar el cumplimiento de los estándares locales. Si alguno de los estándares comunitarios cambia, no obstante, el Reino Unido debe ajustarse a ellos, caso contrario puede recibir sanciones.
En resumidas cuentas, si bien no hay aranceles ni cuotas comerciales, esta debe pasar por una serie de trámites burocráticos que enlentecen y encarecen el intercambio comercial. Es de esperarse nuevas negociaciones, seguramente áridas, sobre futuros estándares de productos.
2) Derechos comunitarios y libertad de movimiento de personas
A partir de ahora las personas con nacionalidad británica (del Reino Unido) no gozarán del derecho a trabajar, estudiar, montar un negocio/empresa o vivir en la UE. Para las estancias mayores a 90 días se deberá obtener una visa. Habrá algunos planes coordinados para ciertas prestaciones de seguridad social, pensiones y sanidad, que facilitarán el trabajo en la UE que busca que el personal trabajador británico en suelo comunitario no pierda las contribuciones hechas. Tampoco habrá un reconocimiento automático de los títulos de medicina, enfermería, arquitectura, odontología, farmacéutica, veterinaria e ingeniería, por lo que se deberán homologar los títulos para poder ejercer estas profesiones.
El Sistema Nacional de Salud (NHS por sus siglas en inglés) depende de una fuerza laboral de origen comunitario para su funcionamiento. El personal sanitario comunitario, y de otros sectores, ya residente en el Reino Unido, podrá seguir trabajando, pero el personal nuevo deberá competir con profesionales provenientes de otros países fuera de la UE. Personal directivo y especialistas pueden permanecer hasta tres años en un país de la UE, y hasta un año si es personal en formación; estos plazos solo pueden extenderse con una autorización gestionada previamente.
3) Retórica anti inmigración y crisis económica
El Brexit fue apoyado por importantes franjas del “muro rojo”, también conocido como “corazón laborista”, respondiendo a la demagogia xenófoba y antiinmigracion de la derecha británica. Pueblos mineros y concentraciones de la vieja clase obrera industrial históricamente votantes del laborismo empujadas al desempleo y la pobreza producto de la desindustrialización y de la privatización de empresas nacionales (de telecomunicaciones como la British Telecom o de la siderurgia como British Steel plc) en la década de los 80 durante los sucesivos gobiernos conservadores de Margaret Thatcher. Estas concentraciones obreras, abandonadas a su suerte para transformarse en “pueblos fantasma”, fueron un caldo de cultivo ideal para la retórica antiinmigrante del Brexit.
El voto a favor del Brexit se expresó así en un arco que iba de estos sectores obreros, hasta sectores de clase media baja y votantes conservadores que votaron a favor del Brexit. También sectores patronales que ven a la UE como un obstáculo para una expansión económica de libre comercio, liberalización y desregulación, como una forma de recuperarse y cerrar la crisis abierta en el 2008.
El sector euroescéptico basó su discurso en una retórica nacionalista, antiinmigrante y en la necesidad de “tomar del control” del país como una vía para recuperar el empleo y la industria británica. Pero por supuesto, esta demagogia nacionalista no está acompañada por datos económicos. Todo lo contrario, como lo demuestra Michael Roberts, “la economía del Reino Unido crecerá más lentamente en términos reales de lo que lo habría hecho si hubiera permanecido como miembro” y “habría una pérdida acumulada en el PIB real del Reino Unido durante los próximos diez a 15 años de entre el 4% y el 10% del PIB a partir de la salida de la UE”.
4) La industria pesquera
Con el nuevo acuerdo el Reino Unido abandona la Política Pesquera Común (PPC). Este ha sido un punto de fricción en las negociaciones debido a que el sector pesquero, en su mayoría compuesto por pequeñas empresas, se quejaba de su poca participación de cuota. Se trata de una industria de poca incidencia para la economía del Reino Unido -solo aporta el 0,04% del PIB-, lo cual sin duda ha influido en que se terminase negociando una reducción del límite de captura de la UE en un 25% a lo largo de cinco años. Como la flota pesquera de la UE seguirá teniendo el mismo acceso a las aguas británicas, al final de este periodo de cinco años, un cuarto (el 25%) de la captura de la UE será “repatriada” al Reino Unido.
La industria pesquera, que veía en el Brexit una solución a su poca productividad y al que se le había prometido que iba a tener acceso único al estado costero del Reino Unido, sale decepcionada con los términos del acuerdo de Johnson. La industria pesquera, en especial la escocesa, se siente “traicionada” por el acuerdo alcanzado. Además, una parte muy importante de los trabajadores de este sector provienen de Rumanía, Bulgaria y otros países de la UE, lo cual también se verá afectado por el Brexit.
5) Erasmus, universidad e investigación científica
El Reino Unido se retira del programa de intercambio estudiantil universitario Erasmus. Esto sin duda afectará negativamente a las universidades británicas que no se beneficiarán de visitas del estudiantado de la UE y, al mismo tiempo, el estudiantado británico no podrá cumplir su programa de estudios en la UE. Sin embargo, Irlanda del Norte seguirá teniendo acceso al programa Erasmus.
El Reino Unido seguirá participando en el programa de investigación científica Horizon Europe en carácter de miembro asociado hasta su conclusión en siete años. También seguirá formando parte del Programa de Observación de la Tierra de la Unión Europea Copernicus y del Programa de Investigación y Formación de la Comunidad Europea de la Energía Atómica Euratom.
6) Irlanda, Escocia y posibles consecuencias geopolíticas
No se puede descartar que la implementación del Brexit genere tendencias centrífugas dentro del Reino Unido y la emergencia de tendencias nacionalistas. El acuerdo comercial de Boris Johnson ha sido rotundamente rechazado por los parlamentos de Escocia e Irlanda del Norte, quienes lo calificaron de desastroso y perjudicial.
Los parlamentos de Holyrood (Escocia) y de Stormont (Irlanda del Norte), de las naciones descentralizadas del Reino Unido, aprobaron mociones condenando el acuerdo por amplia mayoría luego de interrumpir sus recesos navideños para debatir el acuerdo de última hora del gobierno del Reino Unido con la UE.
Nicola Sturgen, primera ministra de Escocia, expresó que el acuerdo traicionó a la industria pesquera de Escocia y fue una “calamidad democrática, económica y social”. Señaló que el acuerdo de Brexit alimentaría el impulso de su partido para convocar un segundo referéndum de independencia en las elecciones de Holyrood de mayo y agregó que solo la independencia protegería los intereses de Escocia y solicitaría el ingreso a la UE.
El control de los 449 kilómetros que componen la frontera que separa Irlanda del Norte (Reino Unido) con la República de Irlanda (país miembro de la UE) supuso uno de los principales escollos en las negociaciones del Brexit. El objetivo de evitar reestablecer una frontera entre Irlanda del Norte (parte del Reino Unido) y la República de Irlanda ha sido un fracaso. Recordemos que los controles aduaneros en la frontera se introdujeron en 1923 y se mantuvieron, con diversos grados de severidad, hasta el 1º de enero de 1993, cuando se eliminaron de los controles aduaneros sistemáticos entre los Estados miembros de la Comunidad Europea.
A partir de la entrada en vigor del Brexit, se mantiene el régimen libre de aranceles comerciales entre Irlanda del Norte y la isla de Gran Bretaña, igual que con todos los países de la UE, pero con una nueva frontera aduanera a lo largo del Mar de Irlanda. Los puertos y aeropuertos de Irlanda del Norte serán los puntos de inspección de control de bienes.
Tanto la nueva frontera en el Mar de Irlanda, como el acceso al Programa Erasmus, deja a Irlanda del Norte en mayor sintonía con la UE. Una nueva relación que molesta a los unionistas probritánicos. Contradictoriamente, este alineamiento con la UE va en el sentido de la unificación de Irlanda, consiga histórica del movimiento independentista republicano.
Si a esto sumamos que Escocia buscará ingresar a la UE y emergen más elementos comunes entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte, esta dinámica puede desatar importantes fuerzas centrífugas que agregarían un punto de fragilidad en la unidad estatal del Reino Unido.
¿Será el Brexit la fuerza que podría llevar a una posible desintegración del Reino Unido? We’ll see.