William Faulkner no era precisamente un feminista. Más bien lo contrario. Sin embargo, era capaz de crear personajes mujeres que se rebelaban contra los mandatos de la época. Aquí algunos ejemplos, para calentar motores hacia el 8 de marzo.
Cecilia Rodríguez @cecilia.laura.r
Miércoles 3 de marzo de 2021 19:49
Seis mujeres rebeldes en las ficciones de Faulkner - La Izquierda Diario Cultura - YouTube
Las ficciones de William Faulkner se ubican invariablemente en el sur de los Estados Unidos; antes, durante y después de la guerra de secesión que se desarrolla entre 1861 y 1865. En esta guerra, las familias aristocráticas y esclavistas del sur son derrotadas por el norte industrializado y entran en una larga fase de decadencia que se extiende hasta muy entrado el siglo XX.
Como parte del enorme universo de personajes que el autor crea para poblar su imaginario condado de Yoknapatawpha, hay muchas mujeres que se rebelan o al menos ponen en cuestión los mandatos de la época, la familia y la sociedad en la que viven. Aquí algunos ejemplos que recorren apenas unos pocos libros dentro de la obra inabarcable de Faulkner.
Drusilla Hawk Sartoris: trans-guerrera
Hace su aparición en la novela o serie de cuentos titulada Los invictos. Nacida en Alabama, en una familia aristocrática, abandona su destino de fina dama del sur una vez que su padre y su prometido mueren en la guerra civil. Drusilla se corta el pelo, se calza los pantalones y monta su caballo para pelear en el ejército confederado. Una vez rendido el sur, Drusilla sigue vistiendo ropas de hombre y hace trabajos considerados masculinos para reconstruir la plantación de la familia Sartoris. Finalmente, su madre y otras damas de renombre del condado de Yoknapatawpha la obligan a casarse con su tío, el coronel John Sartoris, con quien compartió lucha y lecho durante los días de la guerra, aunque aparentemente la relación entre ellos no era sexual.
El día de su casamiento, montada en su caballo, con vestido de novia, se desvía de la Iglesia hacia la sede de votación, donde protagoniza una reyerta más bien antidemocrática junto con el coronel y otros hombres blancos. Ya viuda, le entrega, en pleno velorio, dos enormes pistolas a su primo, Bayard Sartoris, para que vengue la muerte de John. Al negarse el joven a seguir el mandato asesino, ella se retira a Alabama dejando como recuerdo un puñado de flores de Verbena: las únicas que con su perfume pueden tapar “el olor de los caballos y el coraje”. Una verdadera guerrera. Lástima que peleaba para el ejército esclavista del sur: nadie es perfecto.
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Candace Compson y Miss Quentin: deseantes y deseadas
Son madre e hija. Al igual que Drusilla, forman parte de una familia aristocrática del Sur, pero, a inicios del siglo XX, los Compson y sus propiedades se hallan en franca decadencia. Candace o Caddy es la única mujer de cuatro hermanos y no tiene a bien atenerse a los valores victorianos de recato y represión sexual. En El ruido y la furia observamos que Caddy, además de coquetear con (¿o concretar?) una relación incestuosa con su hermano Quentin, también se embaraza de un amante, lo cual da por tierra con su matrimonio recién iniciado.
La hija, Miss Quentin, será criada por los abuelos y, más tarde, estará bajo autoridad de su tío Jason, misógino y corrupto que se roba el dinero que envía la madre a la hija y lo acapara para sus propios fines. De tal palo tal astilla: Miss Quentin tampoco quiere ser una fina dama del Sur y se escapa de la escuela para cultivar el amor. Finalmente enfrentará a su tío, pero no vamos a dar más datos, para no spoilear.
Caddy también aparece en La mansión (junto con Miss Quentin) y en los cuentos “Ese sol de atardecer” y “Una Justicia”.
Dewey Dell: telepática y abortera
A diferencia de Drusilla, Caddy y Miss Quentin, Dewey no nace en una familia aristocrática sino en una de blancos pobres, lo que en EEUU se dice “white trash” (basura blanca). En Mientras agonizo, Faulkner rompe el realismo de la narración otorgándole a ella y a su hermano Darl la capacidad de comunicarse telepáticamente. En esta fascinante novela, se narra la agonía y muerte de la madre de Dewey, Addie Bundren, y el viaje que encara la familia —ataúd a cuestas— desde su casa rural hasta la lejana ciudad de Jefferson.
A las miserias materiales que rodean la vida de los Bundren, y a las miserias morales de las que hace alarde su padre Anse, se suma un embarazo no deseado, producto de una relación extramatrimonial. Sin madre ya para consultar sobre semejantes asuntos, Dewey recorrerá algunas farmacias de Jefferson en un intento por procurarse un aborto. La respuesta de los hombres que la atienden dejará mucho que desear. Si comparamos el devenir de Caddy Compson con el de Dewey Dell, veremos cómo las diferencias de clase agravan en extremo la opresión de género. Un cuento más viejo que la escarapela y tan actual que duele.
Dato adicional: James Franco sorprendió con una adaptación al cine de la novela Mientras agonizo. Imperdible y mucho mejor que el casi fallido intento de adaptar El ruido y la furia por parte del mismo director/actor.
Dilsey Gibson: plantándose ante el patrón blanco
Faulkner no era un tipo muy progresista en cuestiones raciales. Si bien no defendía la esclavitud, tenía una postura paternalista con respecto a la comunidad afroamericana y, por tanto, contraria a su autodeterminación. Por eso, en El ruido y la furia, los tres primeros capítulos están narrados a partir del flujo de conciencia de los tres hermanos Compson, pero el cuarto capítulo, que está narrado desde el punto de vista de la afrodescendiente Dilsey Gibson, ya no utiliza la técnica del flujo de conciencia sino la del narrador en tercera: Faulkner se niega a darle el mismo protagonismo al pensamiento interno de Dilsey y su voz solo la conocemos por los diálogos. Sin embargo, aún con este límite, Dilsey emerge como un personaje de primer orden en la novela, y es la que aporta un cierre a la historia a la vez que, como matriarca de una familia negra, perdura más allá de la familia Compson, que se hunde en la decadencia.
Dentro de las características de esta personaje, está la de no callarse las críticas y quejas para con la familia que sirve, y la de enfrentar en numerosas oportunidades al patrón blanco, Jason (hijo), que hace gala de racismo y misoginia a lo largo de la novela. También es la única que ampara y defiende a Benji, el hijo discapacitado que padece todo tipo de discriminaciones, tanto al interior del hogar como en la ciudad de Jefferson en general.
Dilsey también aparece en el cuento “Ese sol de atardecer”
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Eunice Habersham: la valiente "abuela" que impide un linchamiento
Faulkner le dio dos nombres a este personaje: Belle Worsham y Eunice Habersham. No es claro porque cambia el nombre, pero sí que se trata de la misma persona. En Desciende, Moisés aparece con el nombre de Belle y es, al igual que Caddy y Drusilla, hija de una familia aristocrática en decadencia. Se cría junto con la afroamericana Mollie Beauchamp, con quien establece una amistad de por vida, aportando el poco dinero que le queda para que cuerpo del hijo de Mollie pueda ser traído al condado de Yoknapatawpha y enterrado allí.
Sin embargo, su rol más heroico lo jugará bajo el nombre de Eunice Habersham en la novela Intruso en el polvo. Allí, el marido de Mollie, Lucas Beauchamp, será acusado injustamente del asesinato de un hombre blanco. Eunice, ya entrada en años, se unirá al adolescente Chick Mallison para encontrar al verdadero culpable y, en una escena memorable, se enfrentará a una horda de hombres blancos que quieren linchar al acusado.
Dato adicional: La novela Intruso en el polvo fue llevada al cine en 1949 por el director Clarence Brown. Sin desperdicio. Si no fuera por la imagen en blanco y negro, costaría pensar que tiene más 70 años de antigüedad.
Agradecimientos
Esta nota no habría sido posible sin la gentileza de los escritores argentinos Juan Mattio y Kike Ferrari, que recientemente brindaron un excelente curso introductorio a la obra (inabarcable) de William Faulkner.
Cecilia Rodríguez
Militante del PTS-Frente de Izquierda. Escritora y parte del staff de La Izquierda Diario desde su fundación. Es autora de la novela "El triángulo" (El salmón, 2018) y de Los cuentos de la abuela loba (Hexágono, 2020)