A lo largo de estas últimas semanas, los y las estudiantes de bachillerato del Estado español que quieren acceder directamente a la universidad han tenido que presentarse a las pruebas obligatorias de la selectividad. Pero, ¿que supone esta prueba para los estudiantes? ¿Tienen todos las mismas ventajas?

Pablo Castilla Contracorrent Barcelona - estudiante de Filosofía, Economía y Política en la UPF
Jueves 13 de junio de 2019
Año tras año estamos acostumbrados a observar en los informativos las imágenes de los y las alumnas que deciden realizar dichos exámenes acompañados siempre de los nervios y ansiedad correspondientes a la situación. Sin embargo, pocas veces estamos informados acerca de lo que supone.
En primer lugar, este proceso de evaluación representa la principal puerta de entrada a la universidad para la mayoría de jóvenes que deciden empezar a cursar un grado universitario, lo que hace entendible la tensión vivida por la gran mayoría.
El principal causante de esta situación es la llamada nota de corte. Una vez se conoce el número de plazas ofertadas en cada grado por la universidad y la cantidad de estudiantes que demandan cursarlo, se inicia un proceso de selección que va otorgando plazas partiendo de la nota más alta hasta cubrir la oferta, siendo la nota de la última persona en entrar en el grado la nota de corte.
La calificación a partir de la cual se realiza la selección es el resultado de una media ponderada entre la media de los resultados obtenidos en las asignaturas obligatorias de las PAU en cada comunidad autónoma, ponderada con un 40% y un 60% correspondiente a la media de las calificaciones finales obtenidas en el primer y segundo curso de bachillerato, a lo que cabe sumar por último la ponderación de las notas logradas en una serie de asignaturas optativas limitadas que los y las estudiantes pueden escoger en pos de subir su nota en función del grado universitario deseado, sin que un mal resultado en estas conlleve un perjuicio, ya que tan solo pueden sumar.
Ante tal situación, resulta más que evidente el imperante funcionamiento del proceso de repartición de plazas conforme a la ley de la oferta y la demanda. Las reglas del mercado neoliberal marcan la entrada en la universidad y obligan a los y las estudiantes a competir encarnizadamente entre ellos, a ser extremadamente eficientes en el modelo de examen planteado, pero no en cuanto al aprendizaje. Desde un primer momento, se enseña a los jóvenes que el resto de sus compañeros son contrincantes a batir y no con los que trabajar codo a codo para mejorar.
Además, cabe añadir que la influencia del capitalismo está presente incluso a la hora de elegir un grado u otro, ya que los y las alumnas se preocupan, por norma general, por las salidas laborales que les depare la carrera. El sistema económico neoliberal fija qué trabajos deben llevarse a cabo, por lo que indirectamente determina qué conocimiento deben adquirir las futuras generaciones.
En segundo lugar, existen una serie de condiciones externas a las capacidades intrínsecas de cada estudiante que tienen un gran impacto en los resultados académicos. Los datos muestran que pese al hecho de que las medias escolares más altas corresponden a los centros privados, las desigualdades de rendimiento entre escuelas públicas y privadas desaparecen cuando tomamos individuos de la misma condición socioeconómica.
Este fenómeno es debido a que gran parte de los elementos influyentes en el éxito académico guardan relación con el poder adquisitivo de las familias. Por ejemplo, el nivel de estudios de los padres mantiene una relación positiva con el rendimiento escolar del alumno/a, lo cual lleva a deducir que dado el alto esfuerzo económico, en ocasiones inasumible, que supone para las familias de clase trabajadora costear los estudios superiores de sus hijos e hijas, provoca que estos partan con una gran desventaja respecto a los de aquellas familias con capacidad económica. A su vez, los estudios también reflejan cómo el riesgo de exclusión social está altamente marcado por el fracaso académico.
En el caso específico de la selectividad, debemos tener en cuenta que se trata de un modelo de examen muy concreto que requiere de una gran preparación ceñida a los criterios de evaluación, por lo que resulta más importante el modo de preparación para conseguir la máxima nota posible. De nuevo, aquellos hijos e hijas de familias con mayores recursos económicos cuentan con una ventaja competitiva, ya que estos podrán tener acceso a los libros mejor adaptados a las pruebas, así como academias de preparación para selectividad. Por el contrario, para los estudiantes de familias de clase trabajadora resulta común el hábito de tener que reutilizar libros de cursos anteriores no tan ajustados a los nuevos criterios, por no hablar de la imposibilidad de contar con una preparación extra-escolar específica para las PAU.
Como muestra de la combinación de las leyes del mercado y la influencia del nivel socioeconómico de las familias en los resultados académicos, podemos fijarnos en el grado de Filosofía, Política y Economía que se imparte en el Estado español desde 2013. Tras este proyecto, lo que se esconde es el interés de las clases dominantes por formar una futura élite intelectual nacional que afronte los retos de la sociedad futura. Sin embargo, los importantes y útiles conocimientos que esta carrera ofrece y que permiten comprender mejor la realidad que nos rodea tan solo están al alcance de 60 nuevos jóvenes en todo el territorio del Estado cada curso. Además, cabe añadir que el grado solamente se imparte en Barcelona y Madrid, siendo obligatorio cursar el primer año en la Ciudad Condal y el segundo en la capital.
De esta manera, las clases dominantes se aseguran qué van a estudiar las futuras “élites” pero también quienes lo van a hacer, ya que el desplazamiento forzado de la carrera supone un filtro económico importante sumado a todas las relaciones económico-académicas anteriormente comentadas.
En definitiva, la selectividad representa una primera criba de clases para entrar en la universidad, favoreciendo enormemente a aquellos con mayores recursos económicos y perjudicando claramente a los hijos e hijas de la clase trabajadora, quienes ni siquiera tras superar tales pruebas de acceso en clara desventaja, tienen asegurada la entrada en la universidad dado el elevado coste de las matrículas.