Martes 21 de octubre de 2014
En La Quiaca, ciudad jujeña fronteriza a Bolivia, los inviernos son crudos, las temperaturas por las mañanas no sobrepasan el bajo cero. A pesar de ello, Eli sale todas las mañanas junto a su hijo de la pequeña pieza que alquilan para llevarlo al jardín maternal privado y luego dirigirse a trabajar.
Eli es maestra, ya hace un par de años que debió dejar su vida en la capital provincial para conseguir un cargo docente que le permitiese mantener a su familia, luego de que un instituto privado la despidiera al quedar embarazada y su esposo decidiera separarse al no aceptar que su pareja trabajase a cientos de kilómetros de él. Los primeros meses fueron duros ya que para cubrir sus gastos debió endeudarse a la espera del sueldo docente que al ser provisional siempre demora dos o tres meses. Sola, en una ciudad desconocida, encontró la solidaridad en otras madres y maestras con historias similares a la de ella.
Susana trabajó durante siete años en la misma escuela quiaqueña. Decidió pedir traslado a San Salvador de Jujuy para estar junto a su hijo adolescente e impulsarlo a que retome sus estudios. Tiempo después el joven murió en un accidente de tránsito. Ella, a pesar del tiempo transcurrido aún convive con la culpa de sentir que lo abandonó durante esos siete años.
Romina llegó a La Quiaca empujada por la necesidad de trabajar ya que al separarse de su marido debió hacerse cargo totalmente de mantener un hogar con tres hijos adolescentes, que se quedaron al cuidado de familiares.
Marta era docente titular en una escuela cercana a la capital pero pidió el traslado a una escuela de frontera luego de haber perdido un embarazo de riesgo que debió afrontar de manera solitaria porque su pareja y su familia le dieron la espalda.
¿Qué tienen de similar estas historias y las de muchas otras docentes? Son mujeres reales, madres y maestras de carne y hueso, alejadas de aquella imagen idealizada de la “segunda madre” que niega la realidad que atraviesa a las docentes como trabajadoras en una sociedad injusta y machista. Madres y maestras que debieron migrar de sus hogares para escapar de la desocupación o en busca de cobrar un sueldo mayor que les permita algo más que sobrevivir con “lo justo”.
“Lo justo” significa que estas mujeres deben hacer peripecias todos los meses para que sus salarios por debajo del costo de la canasta familiar y la inflación, “alcancen” y lleguen a cubrir gastos de alimentación, vestimenta, transporte, alquiler, médicos, guardería o niñera, escolares, material didáctico, etc. Con sueldos mínimos y mayormente en negro, el proyecto de la casa propia resulta lejano para ellas, en su lugar de trabajo alquilan piezas y en su ciudad de origen conviven en la casa paterna junto a otros familiares.
¿Jardín maternal privado o niñera? Dejar a sus pequeños hijos en manos de personas desconocidas es una decisión difícil de tomar para las madres, pero obligatoria cuando no hay más opciones. En esta frontera norte el estado ha dejado la educación de la primera infancia mayormente en manos de privados, se trata de jardines maternales que cobran cuotas mensuales a pesar de recibir cargos docentes del gobierno provincial.
Al terminar la jornada de cuatro horas en la escuela, las maestras madres continúan trabajando, no sólo realizando tareas domésticas sino también planificando, corrigiendo, elaborando material didáctico, todo ello trabajo no remunerado, ni reconocido, ni valorado socialmente.
El machismo también marca sus vidas. La imagen de la mujer como objeto de posesión del hombre, se rompe cuando éstas toman la decisión de salir del “hogar” en busca de mejores condiciones de vida para ellas y sus familias, allí es el límite donde aparecen la violencia, los celos, los cuestionamientos, las separaciones. Allí es donde tienen que asegurar por si solas la subsistencia de sus familias.
Evelia Murillo, también fue maestra y madre. Murió asesinada en su lugar de trabajo (cercano a una frontera) víctima de la violencia machista por defender a otra mujer. Sus colegas denuncian condiciones de vida y de trabajo similares a las que se han venido describiendo. Condiciones que se mantienen inmutables por la complicidad entre los gobiernos y los sindicatos docentes. Seguramente, este domingo, ambos harán llegar sus saludos a las madres, mientras tanto las docentes y sus hijos luego de un breve festejo estarán retornando nuevamente a La Quiaca y una maestra madre (Evelia) ya no estará junto a su hija.