En este nuevo ciclo escolar las autoridades de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM sorprendieron con ciertas medidas a propósito de los hechos de violencia que enfrentaron algunas alumnas al interior de sus instalaciones. Pero ¿son realmente eficientes para enfrentar este problema que viene en ascenso dentro de la universidad?
Sábado 13 de agosto de 2016
A raíz de que en 2014 la revista Proceso publicara un reportaje donde se denunciaba el problema del narcomenudeo al interior de la facultad, varios problemas quedaron al descubierto, entre ellos la extensa lista de asaltos y agresiones a alumnos.
Ser estudiante y mujer
La inseguridad en la FCPyS se presenta de una forma diferente y potenciada. Las estudiantes, profesoras e incluso trabajadoras han denunciado en distintas ocasiones situaciones de acoso y violencia perpetrados en muchos casos por compañeros de la propia institución.
Así lo dejaron ver los sucesos ocurridos en los últimos tres semestres donde varias alumnas denunciaron por redes sociales situaciones donde sujetos arremetían contra ellas dentro de los baños, observándolas e incluso tratando de fotografiar por debajo o por arriba de las puertas de los cubículos, escenarios que muchas veces llevaron a enfrentamientos entre las chicas y el agresor, e incluso entre un trabajador o compañero que acudía a tratar de auxiliar a la chica, poniéndose en peligro ellos y las compañeras. Como consecuencia de estos hechos hubo varias alumnas lesionadas.
Los enfrentamientos (ocurridos casi siempre por la tarde o en días en los cuales hay poca actividad), reproducen dentro de esta facultad el clima de inseguridad que las mujeres enfrentamos día con día no sólo dentro del campus de Ciudad Universitaria.
La realidad es que la mayoría de las alumnas se trasladan en transporte público, un traslado que dura varias horas hasta sus colonias en las periferias de la ciudad o en el Estado de México donde las condiciones no son mejores, al no contar con alumbrado público o el poco tránsito de personas a horas muy tempranas o a altas horas de la noche.
Medidas insuficientes
Los trabajadores, han manifestado en múltiples ocasiones que no está dentro de sus facultades arremeter contra los agresores, por lo que sólo procedían a pedir al agresor que se identificara. Así ocurrió con un alumno de la carrera de Psicología a quien lograron identificar y reportar sin embargo (según su propio testimonio), las autoridades nunca procedieron contra él.
Como parte de las medidas ofrecidas por la nueva administración liderada por la Doctora Angélica Cuellar, quien desde el inicio de su campaña aseguró que se adheriría a los planes de seguridad del rector Graue, se instalaron botones de pánico dentro de los cubículos de 60 sanitarios, así como paredes más largas que “aíslan” a las compañeras de cualquier agresión (siempre que se encuentre dentro del cubículo).
Ante esta medida los trabajadores declararon que en ningún momento se les informó de su funcionamiento, ni del protocolo en caso de que alguien active la alarma; los alumnos tampoco hemos recibido ningún tipo de indicación (más allá de los letreros de ‘Oprime sólo en caso de emergencia’ colocados por los trabajadores, cansados de que la alarma se activara de forma negligente). Al igual que el enorme descontento que ha provocado la construcción del edificio H, esta medida deja ver que las autoridades continúan operando por encima de las necesidades de la comunidad.
Lo que hemos logrado y los retos que vienen
Luego de que una enorme movilización saliera a repudiar la sistemática violencia contra las mujeres el pasado #24A en más de 30 ciudades del país y donde esta facultad acudiera con un contingente de muchas compañeras, el tema de la necesidad de la organización de las mujeres se vuelve a poner sobre la mesa.
Así lo demuestran diferentes espacios que han salido a repudiar la violencia contra las compañeras dentro de las universidades y los espacios públicos.
Esta facultad, que en 2015 luego de una asamblea de casi 400 personas reunidas para discutir diversos problemas de la comunidad de la FCPyS, votó 4 comisiones entre ellas la Comisión de Género Estudiantil la cual es la única que funciona hasta la actualidad ante la necesidad de hacer algo al respecto.
Otros ejemplos de lucha en la universidad han sido el movimiento surgido en la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán a partir de la denuncia por acoso sexual de una joven que viajaba de la FES al metro, o la asamblea feminista organizada en la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) a donde han llegado a reunirse hasta 100 compañeras.
Lo que hay poner a discusión es si las medidas que la administración de la FCPyS hoy ofrece, verdaderamente tratan de frenar un problema que viene en ascenso en la universidad y que como ya dijimos no es sino la caja de resonancia de las circunstancias en las que nos desarrollamos las mujeres día a día en este país.
Los botones de pánico y las modificaciones a los cubículos nos hacen cuestionar si no hubiera sido más conveniente poner ese presupuesto a disposición de las compañeras y compañeros que enfrentan este problema, para poder llevar a cabo medidas consensadas que puedan a largo plazo frenar cuestiones como el acoso sexual.
Es muy importante continuar nutriendo los espacios de discusión y organización que las y los compañeros hemos conquistado y así poder exigir y tratar de proponer soluciones efectivas ante la inseguridad que se vive al interior de la facultad para poder tender puentes que nos ayuden a conquistar nuestros derechos tanto dentro como fuera de la universidad.

Mariel Ochoa
Estudiante de la FCPyS