Después de cuatro décadas pudo contar ante la Justicia lo que vio en su adolescencia en Campo de Mayo, lugar donde trabajaban sus padres. “Tengo que convertirlo en un granito de arena”, manifestó Sergio quien se sumó al Colectivo Historias Desobedientes, un grupo integrado por hijos e hijas de represores de la última dictadura militar, que repudian los crímenes aberrantes cometidos por sus padres.
Valeria Jasper @ValeriaMachluk
Jueves 6 de enero de 2022 10:26
Imagen: La Retaguardia
“No sé si es valentía lo mío, yo simplemente quiero aportar un granito de arena de lo que he vivido, lo que he escuchado, lo que he visto”, afirmó Sergio Triaca en la entrevista que brindó al sitio La Retaguardia.
A inicios de noviembre declaró ante la jueza Alicia Vence, a cargo de la Instrucción de la Megacausa Campo de Mayo; testimonio que consideró un “puntapié” en su camino de re- construcción de su propia historia y la historia de lo que ocurrió en Campo de Mayo en épocas del terrorismo de Estado. El año 1977 fue un año bisagra en su vida de apenas 14 años.
Sergio es hijo de Numa Osvaldo Triaca, juez militar de Campo de Mayo y Olga Elvira Cristof empleada de Personal del mismo lugar. Criado en el seno de una familia militar, sus visitas a Campo de Mayo eran frecuentes; no solo por concurrir al trabajo de sus padres sino por recibir atención médica en el Hospital Militar del predio.
En una de esas visitas, fue “testigo involuntario”, como se autodefinió, de ver y escuchar situaciones ayer “extrañas” y hoy más significativas que marcaron por siempre su vida.
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“Para un chico de 14 años que solamente vivía esa educación tradicional, todo muy estricto, pero siempre con la disciplina, que se decía: ´ustedes no tienen que pensar´. Pero eso no quitaba que cuando yo salía a la vida o iba a acompañar a mi padre, uno está como una esponja y esa esponja absorbe, absorbe lo que ve, absorbe lo que escucha. Y entonces, cuando yo llegaba, incrédulo, veía soldados que traían en camilla a alguien ensangrentado, y un médico con guardapolvo blanco que en vez de tratar bien al que estaba en la camilla ensangrentado, por ahí le daba un golpe”.
En aquellas visitas a la oficina de su padre, vio a tres personas “que no eran personal militar, se veía que estaban maltratados, con la ropa sucia”. Algo que le llamó la atención fue que “no estaban esposados, estaban con las manos atadas en la espalda”, declaró. Era 1977.
A dos de esas personas las vio de espaldas, pero con el tercero cruzaron miradas por unos segundos. Segundos que le bastaron a Sergio para empezar a comprender, años después lo que había presenciado. “Es una mirada que yo llevo como una herida en mi corazón, porque fue una mirada de tanta tristeza, realmente fue una mirada de despedida de ese chico”.
En su declaración en sede judicial refrendó lo que le oyó decir a uno de los soldados que custodiaba al joven: "éste sube al avión y sale volando". “Siete palabras que en ese momento no podía darle contexto, pero hoy con los testimonios…”, dijo con la voz en pedazos, asumiendo que busca esa cara en las fotos que llevan los familiares y es capaz de reconocerlo si lo ve.
Entre reflexiones y sentimientos de vergüenza y dolor que lo invaden por no haber podido hablar antes, Sergio Triaca habló de su familia. “Recién ahora puedo vincular todo y comprender que si mis padres trabajaban a tan corta distancia de la pista de donde salían los vuelos de la muerte, algo tenían que saber”.
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Su padre murió en 1977 tras un intento de robo en su domicilio. Así lo determinó la investigación judicial y del propio Ejército, aunque agrupaciones progenocidas como Afavita (Asociación de Familiares y Amigos de Víctimas del Terrorismo de Estado en Argentina) hayan señalado a Montoneros como responsables del hecho.
Su madre aún vive. Tiene 93 años y todavía vive en la casa familiar ubicada en Olivos. Para Sergio, ella “tiene que tener mucha información para aportar, si trabajaba en donde se dice se armaban las listas de los desaparecidos de Campo de Mayo, ¿cómo no va a saber?”, resaltó a la vez que relató el trato que tenían para con él, incluso su hermana a la definió como “peor que Cecilia Pando”: “Mi hermana me decía, y mi mamá también ´a vos te tendríamos que haber tirado de loa aviones también, nos quedamos cortos tirando gente de loa aviones´”.
Recién hace algunos años pudo romper con el silencio que creció. En 2019 comenzó a participar en las audiencias del juicio por la Megacausa Campo de Mayo y escuchar el testimonio de los familiares de los trabajadores detenidos desaparecidos de la empresa Mercedes Benz fue el punto de inflexión. Sergio trabajó 25 años en las oficinas centrales de la empresa en Puerto Madero.
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“Tasselkraut (Juan Ronaldo, gerente de la empresa y nexo con el Ejército), es uno de los responsables de haber perseguido y de haber entregado a gente a la dictadura y de haber sido el verdugo que los entregó y a veces uno se los cruza en un pasillo, en la oficina central, y estaba como si nada Tasselkraut, el hijo también, y trabajé en una empresa negacionista. Obviamente estas multinacionales te tapan todo, y yo me encuentro como un baldazo y todo esto que yo he relatado me ha explotado quizás ahora, lo digo con un poco de vergüenza. ¿Por qué no dije todo esto antes? Pero bueno, me explotó ahora”
Sergio Triaca sigue los juicios por crímenes de lesa humanidad por las transmisiones de Youtube. Participa del Colectivo Historias Desobedientes, grupo de hijos e hijas de genocidas que repudian los crímenes de sus padres.
Frente a los discursos negacionistas encabezados por los medios, intelectuales y políticos de la derecha, que defienden los ideales y valores que sostuvieron el genocidio y hoy exigen que el Estado reconozca como “víctimas” a militares, policías, penitenciarios, empresarios que murieron en enfrentamientos con militantes de las organizaciones armadas o incluso en circunstancias nunca esclarecidas, como la diputada electa por Avanza Libertad Victoria Villaruel, el testimonio de Sergio Triaca es una piedra molesta que demuestra que son 30 mil y fue Genocidio.