El primer viaje de Erdoğan después del golpe fallido. Todo un gesto simbólico, en medio de las tensiones con la UE y Estados Unidos. No los une el amor, sino el espanto.
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Josefina L. Martínez @josefinamar14
Martes 9 de agosto de 2016
Las relaciones entre Turquía y Rusia habían alcanzado su peor momento en noviembre de 2015, cuando un avión ruso fue derribado por el ejército turco en la frontera siria. Lo que siguió fue una escalada de tensiones en las relaciones diplomáticas, acusaciones cruzadas, sanciones económicas de Rusia a Turquía, el bloqueo para medios rusos en Turquía, etc.
Putin aseguraba entonces que Rusia no olvidaría el derribo de su bombardero Su-24 por Turquía, acción que tildaba de “crimen de guerra”. Las autoridades turcas respondían de forma igualmente dura: “Hay una máquina de propaganda soviética de la época de la guerra fría, que produce cada día nuevas mentiras; primero las creen ellos mismos y luego esperan que el mundo se lo crea", decía Davutoglu, quien era por entonces el primer ministro turco.
En su alocución anual sobre el Estado de la Nación, a fines del 2015, Putin acusó a Erdoğan de “llenarse los bolsillos con el crudo robado” en Siria e Irak, sosteniendo que el presidente turco hacía negocios con el Estado Islámico.
La tensión siguió creciendo en el marco de la intervención militar de ambos países en la guerra civil en Siria. Mientras que Turquía intensificaba sus bombardeos sobre posiciones kurdas en el norte de Siria y buscaba la derrota incondicional de Al Assad, Rusia colaboraba con las tropas de Al Assad para recuperar posiciones. En ese contexto algunos analistas consideraban la hipótesis de un posible enfrentamiento militar entre ambos países.
Sin embargo, este martes se podía ver a ambos mandatarios cruzando elogios y desplegando “buenas intenciones”. ¿Qué ha cambiado desde entonces? Todo indica que ambos buscan recuperar posiciones en el terreno internacional, a la vez que acercar posiciones en Siria.
Una reconciliación para romper el aislamiento
Putín y Erdoğan establecieron este martes una “hoja de ruta” para la “normalización de las relaciones”. "El proceso ya ha arrancado, pero requiere tiempo", aseguró Putin en la conferencia de prensa conjunta en San Petersburgo.
"Efectivamente, atravesamos un período muy difícil", admitió Putín, quien se mostró dispuesto a levantar las sanciones adoptadas contra las empresas turcas. Putín también destacó “el interés turco en restablecer la cooperación con Rusia”, algo demostrado en este viaje.
Erdoğan se mostró dispuesto a avanzar: “Espero que como resultado de estos pasos creemos un ’Eje de Amistad’ (...) en aras de la estabilidad en la región", destacó y mencionó a Putin como su “querido amigo”. El presidente turco dijo que retomará proyectos "tremendamente importantes" como el gasoducto Turkish Stream, y la construcción de la primera central nuclear turca, que se encontraban paralizados. También buscará recuperar el flujo de los turistas rusos, cuyo número cayó de forma estrepitosa desde el comienzo de la crisis diplomática.
La situación post golpe ha dejado a Erdoğan fortalecido internamente, pero debilitado en las relaciones exteriores. Sus relaciones políticas con “occidente” se han deteriorado, y busca nuevos puntos de apoyo para fortalecer su proyección internacional. Su intensa “depuración” del ejército, además, le resta capacidad de intervención militar en el exterior, según varios analistas.
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En este marco, la visita a Rusia puede ser considerada tanto un “nuevo rumbo” en las relaciones con Rusia, como una presión in extremis a “occidente” para que accedan a negociar sin cuestionar sus políticas internas. No es casual que Erdoğan destacara el "apoyo moral" que significó para él que Putin le llamara por teléfono al día siguiente del intento de golpe del 15 de julio. Además, Putín se abstuvo de hacer ninguna crítica a las medidas bonapartistas tomadas por Erdoğan, el encarcelamiento de miles de personas, el despido de más de 50.000, la persecución de opositores y la prensa.
Por su parte, Putin busca aprovechar el momento para reconstituir su relación con Turquía, que podría ser una pieza fundamental para encontrar una salida negociada en Siria. Varios analistas destacan el hecho de que la reunión entre ambos mandatarios contaba con el apoyo de Irán, con cuyo presidente, Hasán Rouhaní, Putin se reunió un día antes en Bakú. Turquía podría dejar de lado su posición de pedir la salida incondicional de Al Assad, para negociar una transición de otro tipo.
Aún no están claras las repercusiones a largo plazo de este encuentro, pero su importancia simbólica es indudable. La reunión de este martes no cayó nada bien en Bruselas y la Casa Blanca. Las cartas empiezan a moverse y el juego sigue abierto.
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Josefina L. Martínez
Nació en Buenos Aires, vive en Madrid. Es historiadora (UNR). Autora de No somos esclavas (2021). Coautora de Patriarcado y capitalismo (Akal, 2019), autora de Revolucionarias (Lengua de Trapo, 2018), coautora de Cien años de historia obrera en Argentina (Ediciones IPS). Escribe en Izquierda Diario.es, CTXT y otros medios.