La historia del movimiento obrero argentino dio pocos dirigentes de la talla del “Gringo”. Fue parte activa de algunos de los principales hechos de la convulsionada década del 70’ en la Argentina y revistó en la lista de enemigos de la clase dominante por su compromiso de lucha.
Martes 26 de noviembre 10:30
Protagonista activo de dos hechos centrales de la lucha de clases en este período, como el Cordobazo y el Viborazo. Sufrió la cárcel y la represión del régimen político de la llamada Revolución Argentina y, posteriormente, también la persecución directa del tercer gobierno peronista. Por aquellos años Perón lo llamará, de manera despectiva, el dirigente de “la triste figura”. Su nombre estaría tempranamente en las listas de condenados de la Triple A. A pesar de la insistencia de sus conocidos, rechazará irse del país. Murió en la clandestinidad, producto de una infección tratable en condiciones normales.
Precisamente por ese enorme protagonismo, sus decisiones, su visión y las políticas que impulsó en este convulsivo período no pueden ser dejadas de lado sin más. Son materia de estudio y análisis aún hoy, aunque prima entre académicos y sectores ligados a la izquierda, una visión completamente apologética.
A la enorme personalidad de Tosco hemos dedicado una parte importante de nuestro libro “La Córdoba Revolucionaria (1969-1976)”, publicado por Ediciones IPS, en 2023. Allí reseñamos la trayectoria del Gringo, además de las relaciones de la corriente político-sindical que encabezó con el clasismo y el peronismo. Aquí solo señalaremos algunas cuestiones de su vida y actividad política.
El socialismo y la revolución
Nicolás Iñigo Carrera, María Isabel Grau y Analía Martí sostienen en Agustín Tosco. La clase revolucionaria que el dirigente de Luz y Fuerza evolucionará en sus ideas desde una simpatía inicial con el primer peronismo, pasando por el nacionalismo revolucionario, hasta una concepción socialista marxista.
El mismo Tosco se reivindicará a sí mismo como marxista más abiertamente desde fines de 1972, reivindicando el camino de la lucha socialista. Sin embargo, en su visión, la lucha por el socialismo implica, necesariamente, una primera etapa de lucha antiimperialista.
En 1973 dirá que “estoy por la lucha antiimperialista hacia el socialismo. El socialismo está un poco lejos aún en la Argentina, pero está cerca la lucha liberadora, antimonopolista, antiimperialista. En esta lucha están los sectores populares y entre estos, también por supuesto, están sectores burgueses (...) la meta es la sociedad socialista; el camino es un camino nacionalista, antiimperialista, antioligárquico”.
En la historia del marxismo del siglo XX esta concepción puede ser definida como etapista, en oposición a la concepción trotskista de la Revolución permanente que sostiene la continuidad entre ambos momentos del proceso revolucionario. En los marcos de la época imperialista, se trata de una concepción que termina, claramente, en el reformismo.
En Tosco existe claramente, esa separación etapista. Reforzando esa idea afirmará, durante el debate que sostuvo con José Rucci a inicios de 1973, que “donde hay un asalariado y hay un capitalista, hay explotados y explotadores. Lo que no quiere decir que en el proceso de cambio, que nosotros llamamos de liberación nacional y social, no haya etapas que debemos cubrir en alianza con aquellos sectores de la pequeña burguesía y la mediana burguesía, que estén dispuestos a enfrentar esa penetración imperialista”.
Esta etapa supone, en términos de la acción de la clase obrera, limitar el desarrollo de sus tendencias más abiertamente anticapitalistas. El “modelo” de revolución por etapas limita la independencia política del movimiento obrero en pos de sostener, precisamente, esa alianza con sectores de la clase capitalista no monopolistas.
En su visión, la noción de socialismo remitía en gran parte a un discurso político, sin relación directa con la práctica política cotidiana. Su concepción reformista hacía que esa práctica estuviese guiada por la concepción de la "liberación nacional y social".
Por eso llegará a afirmar que “yo tengo raíz marxista. Pero entiendo que el socialismo en la Argentina tiene una raíz heterogénea. Hay compañeros que levantan en el peronismo el socialismo (…) la heterogeneidad de nuestro socialismo está en que tiene raíz peronista, marxista, cristiana”.
En este marco, definirá una reivindicación de muy distintas vías de desarrollo hacia el socialismo. En ese debate con Rucci señalará que “me gusta y apoyo al gobierno de la Unidad Popular que transita hacia el socialismo en la República hermana de Chile. Y a todos los movimientos de liberación latinoamericanos que levantan el socialismo, incluida Cuba”. Claramente, mientras el “modelo” cubano partía de la expropiación realizada por la movilización de masas al conjunto de la clase capitalista, el “modelo” chileno avanzaba por la vía pacífica, hasta que Pinochet impuso la contrarrevolución violenta.
La dinámica social desde el Cordobazo
Hernán Camarero ha escrito sobre Tosco que “en el plano político, propugnó la necesidad de que la clase obrera se aliara a otras expresiones sociales subalternas, populares o antiimperialistas para articular un Frente de Liberación Nacional y Social, lo que podía conducir a licuar esa acción autónoma de los trabajadores e, incluso, a abrir paso a indeterminadas alianzas con fracciones burguesas progresistas”.
Pero esa perspectiva no partía de la dinámica político-social real que se estaba expresando entre las clases sociales. A inicios de 1973, en la revista Pasado y Presente, Juan Carlos Portantiero, dando cuenta del período inmediatamente anterior, escribía que “los reclamos del capital mediano y pequeño y de la burguesía agraria; las explosiones regionales que abarcaban zonas de desigual desarrollo económico, político y social, la situación de exasperación que desbordaba, en los hechos, los intentos conciliadores de la burocracia sindical y el descontento generalizado de la pequeña burguesía expropiada políticamente y sometida a una creciente pauperización, crearon una acumulación de fuerzas opositoras al proyecto monopolista tan poderosa, abrieron una crisis social tan honda, que precipitó la fractura del monolitismo militar”.
El Cordobazo y el conjunto de los levantamientos populares se desarrollaron en esa situación. Pero el accionar de las diversas clases sociales no siguió un camino lineal y monolítico cuando se produjo el inicio de la apertura política que culminaría en el retorno de Perón. Las fracciones capitalistas ligadas al mercado interno buscaron una transición hacia un gobierno menos favorable a los monopolios y una situación de mayor orden.
La clase trabajadora, aunque limitada durante el período inmediato del retorno de Perón, seguirá desarrollando tendencias a la autonomía política, expresadas más que nada a partir del crecimiento de la vanguardia combativa.
La dinámica de una revolución antiimperialista, expresada en algún bloque de clases, estaba lejos de hacerse realidad. Por el contrario, la dinámica de los años 73-76, encontraría a la clase trabajadora enfrentando, cada vez más, a su propio gobierno que encarnaba, en la visión de Tosco, un movimiento de oposición al imperialismo.
La política de Tosco
En términos políticos esta concepción llevará a Tosco a buscar, de manera constante, la construcción de una alianza política entre los sectores combativos del movimiento obrero y las alas izquierdas de los partidos burgueses que, en su visión, representaban los intereses de las capas burguesas no monopolistas.
Ese objetivo estratégico tomará distintas expresiones en el período. Así Tosco propondrá, por ejemplo, ampliar ENA (Encuentro Nacional de los Argentinos, agrupamiento impulsado por el PC con apoyo de sectores del peronismo, socialismo, radicalismo, corrientes sindicales y estudiantiles) en la perspectiva de un frente similar a la Unidad Popular de Chile. Afirmará que “el ENA es un germen de unidad popular (…) la unidad popular necesita del peronismo revolucionario (…) del radicalismo y de los sectores que van hacia la izquierda”.
En el mismo sentido, buscará convertir al FAS –Frente Antiimperialista y por el Socialismo, impulsado por el PRT– en un Frente de Liberación Nacional “abrazando a hombres y organizaciones peronistas, radicales, socialistas, comunistas, cristianas, intransigentes e independientes”.
El objetivo esencial de Tosco era lograr confluir con el ala izquierda del peronismo en pos de esa “unidad popular” argentina. Pero el límite de esa tarea se fundamentaba en los rasgos que configuraban al movimiento fundado por Juan Perón y en la subordinación política de su ala izquierda, que buscaba disputar la conducción del movimiento pero sin romper con Perón. Esa perspectiva empujaba a una creciente guerra de aparato al interior del peronismo, aunque sin que la Tendencia Revolucionaria rompiera su subordinación estratégica al curso político impuesto por su líder.
Tosco estuvo abiertamente ligado al Partido Comunista. Sus posiciones políticas en relación a la izquierda peronista son, en gran parte, resultado de esa influencia. El PC durante esos años buscó constantemente esa confluencia con sectores del peronismo y en las elecciones de octubre del 73’ llamará a votar la fórmula Perón-Perón.
En el choque interno del peronismo, Tosco tomará partido por la izquierda, atacando abiertamente a los sectores de derecha, pero sin hacer críticas abiertas al propio Perón. Dirá, por ejemplo, que “la derecha (…) tiene copado los principales ministerios (…) nosotros debemos unirnos con el peronismo revolucionario para rescatar el valor histórico de clase que tiene el movimiento peronista”.
El candidato ausente
En pos de no enfrentar abiertamente a Perón, Tosco rechazará la candidatura presidencial tanto en las elecciones de marzo y octubre del ‘73. Las mismas habían sido ofrecida por organizaciones como el PRT y PST. Frente al pedido dirá, categórico, “no me voy a convertir en el polo antiperonista”.
En las elecciones de marzo apoyará la fórmula del FREJULI en Córdoba, señalando “nuestra identificación –y la doy personalmente– es con la fórmula Obregón Cano-López, porque queremos ser consecuentes con una línea de unidad combativa que ha sido práctica en la CGT”. No lo hará con la fórmula nacional, por la participación del conservador Vicente Solano Lima como candidato a vicepresidente.
La negativa de Tosco a encabezar un polo de independencia política de la clase trabajadora en relación al peronismo, limitaba el desarrollo de las tendencias autónomas que venían creciendo desde el Cordobazo al interior de la clase trabajadora. La candidatura de uno de los dirigentes más prestigiosos de la clase trabajadora podía aportar al desarrollo de una conciencia política independiente entre la clase trabajadora. Lo contrario seguía favoreciendo una conciencia de conciliación entre las clases sociales, propia del peronismo.
Sindicalismo de liberación y clasismo
En el terreno sindical Tosco impulsará la construcción del Sindicalismo de Liberación del que dirá que "es el que atiende tanto a la defensa de los derechos y reivindicaciones de carácter inmediato de los compañeros y que plantea la lucha contra el imperialismo internacional del dinero, su manifestación concreta de monopolios de la producción, de la distribución, de los servicios, de las finanzas internacionales (…) que plantea la transformación revolucionaria de las estructuras y que reclama en lo inmediato que los grandes medios de producción y las palancas fundamentales de la economía sean de propiedad estatal-social y no privada”.
En Córdoba, ese "modelo" implicará la confluencia con sectores combativos del peronismo -y con otro no tan combativos- en aras de enfrentar al régimen. Sin embargo, en esa construcción Tosco pondrá límites a las corrientes clasistas de SiTraC-SiTraM (Fiat) que impulsaban una corriente político de claro tinte anticapitalista, antiburocrático y antigubernamental.
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Perón en el poder: Pacto Social y Triple A
El retorno de Perón tuvo la finalidad de contener el creciente desarrollo de la lucha de clases que venía en ascenso desde el Cordobazo, dando cuenta del agotamiento de la llamada Revolución Argentina. Esa tarea implicaba la contención sobre el conjunto del movimiento de masas y una política represiva abierta que fue asumiendo mayor virulencia conforme pasaba el tiempo.
Mientras se ensayarán elementos de guerra civil hacia la vanguardia obrera y juvenil a través de la Triple A o el Comando Libertadores de América, se desarrollará una política de contención sobre el movimiento de masas (Pacto Social) junto al reforzamiento del poder del Estado y la burocracia sindical (Reforma del Código Penal, Ley de Asociaciones Sindicales, etc.).
La intervención de las provincias dirigidas por gobernadores afines a la Tendencia Revolucionaria –de las cuales la de Córdoba mediante el Navarrazo fue la más resonante- será un paso más en ese camino.
En este período es cuando más claramente queda en evidencia el límite de la concepción de Tosco. Como ocurrió con amplias franjas de la izquierda, el dirigente de Luz y Fuerza naturalizó la identidad peronista del movimiento obrero.
Pero el tercer gobierno peronista tenía planteada la tarea estratégica de desactivar el ascenso revolucionario abierto en Argentina. Suponía por tanto, la tendencia implícita al choque entre el gobierno y esa misma clase obrera que había peleado por el retorno de su líder durante casi dos décadas. Más aún, lejos de cualquier perspectiva que abriera el “camino al socialismo”-como pretendía la izquierda peronista de manera completamente utópica-, su objetivo central era la normalización burguesa del país.
En las condiciones de una creciente lucha de clases –que se mantuvo bajo el Pacto Social, aumentando progresivamente– la perspectiva de que la clase obrera superara al peronismo no estaba descartada. Pero eso solo podía desarrollarse, de manera generalizada, en momentos de crisis.
**Esta nota fue publicada originalmente en mayo de 2020
Eduardo Castilla
Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.