La carta de Madres de Plaza de Mayo al presidente expresa una crítica por izquierda de un sector que el kirchnerismo cooptó a la vida política estatal, luego de la rebelión popular del 2001.
Facundo Aguirre @facuaguirre1917
Viernes 17 de julio de 2020 20:57
La carta de Hebe de Bonafini y Madres de Plaza de Mayo al presidente Alberto Fernández expresa una crítica por izquierda de un sector que el kirchnerismo cooptó a la vida política estatal, luego de la rebelión popular del 2001.
Las palabras de la titular de Madres fueron certeras al describir con precisión junto a quiénes había elegido el presidente sentarse el 9 de julio: “a todos los que explotan a nuestros trabajadores y trabajadoras y a los que saquearon el país. Y lo más grave de todo: a los que secuestraron a muchos de nuestros hijos e hijas que luchaban por una patria liberada". Es decir que el Gobierno eligió celebrar el día de la independencia nacional con los responsables del atraso y la dependencia. Sin tapujos describe a la burguesía como lo que es, una clase antinacional y antipopular.
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Es muy correcto este aspecto de la crítica de Madres sobre el acercamiento del oficialismo a los responsables civiles del genocidio y la entrega nacional. Un cambio significativo de la defensa pública que supo hacer en los últimos años del Gobierno de CFK del genocida Cásar Milani.
El Gobierno y los empresarios
La carta de Bonafini señala una característica que el Gobierno ya venía mostrando. Fernández viene cediendo y aceptando los términos y condiciones de este empresariado que presiona contra la cuarentena y aprovecha la crisis para atacar a los trabajadores. En abril, luego de tildar de miserable a Paolo Rocca, permitió que el grupo Techint despidiera a los obreros de la construcción a pesar de haber emitido un decreto que prohibía despedir durante la pandemia.
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El Gobierno pagó los ATP de los CEOS del mismo Techint, Clarín y LATAM, entre otros. Convalidó el acuerdo entre la CGT y la UIA que habilita a las empresas a suspender trabajadores con rebajas salariales. Cajoneó el impuesto a las grandes fortunas. Retrocedió en la en la expropiación de Vicentin. Mientras, los que más ganan en la pandemia, como Marcos Galperin de Mercado Libre, son premiados con una importante rebaja impositiva en el Congreso.
Fernández también se coloca en el terreno de una política antinacional al negociar con los bonistas la reestructuración de la deuda. Junto a Guzmán viene aceptando las exigencias de los fondos buitres en pos de pagar una deuda externa ilegitima y fraudulenta. Lo mismo se puede decir de su posicionamiento ante la ONU por el tema de Venezuela, que mientras provocó el rechazo de otra figura afín al kirchnerismo como Víctor Hugo Morales, fue celebrado por Juntos por el Cambio.
Hay que decir que hasta el 9 de Julio no se escuchó de boca de la gran mayoría de los referentes del kirchnerismo ninguna objeción a la política que llevaba adelante el Poder Ejecutivo.
¿Gobierno en disputa?
En su carta Hebe está marcando un límite. Pero como ella misma señala, no se trata de una ruptura, sino de un llamado de atención. Podríamos decir, a la manera del progresismo, que para la presidenta de Madres y los sectores centroizquierdistas del kirchnerismo, estamos en presencia de un "Gobierno en disputa". La carta de Hebe se inscribe dentro de la lógica de presionar a Fernández.
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Pareciera ser un movimiento más general del kirchnerismo, como se puede apreciar en el artículo de Alfredo Zaiat que reivindicó Cristina Fernández de Kirchner. El eje de la crítica de Zaiat pasa por llamar al Gobierno a sostener el proyecto oficial sobre un empresariado nacional, simbolizado en Pagani de Arcor. Para el periodista este capitalista representa a la burguesía mercadointernista, que aliada a las Pymes, apostaría a una política de desarrollo para sobrevivir. Mientras que el resto de los invitados el 9 de julio son representación de aquellos grupos exportadores, cuyos intereses serían ajenos a los de la Nación. Entonces la disputa sería sobre qué fracción del capital se va a apoyar el Gobierno.
Hebe comparte esta lógica. En su aclaración sobre la carta manifestó que "vos podés encontrar determinados empresarios, pero los podés elegir también, pero resulta que citó a los peores". Para ser precisos, si la disputa pasa por apoyar a un sector de la burguesía contra otro, significa que los trabajadores deben hacer el esfuerzo de atar su suerte a la de estos capitalistas. No se se está discutiendo cómo hacer que la crisis no la paguen ni los trabajadores ni el pueblo pobre, sino qué empresarios se van a beneficiar del Estado.
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Los capitalistas "nacionales" que reivindican CFK, Zaiat y Hebe, como el titular de Arcor, también fueron partícipes, cómplices y beneficiarios del genocidio y son tan fugadores de capitales como el resto del empresariado. Digamos también que estos capitalistas “nacionales” comparten con los “transnacionales” el reivindicar las suspensiones con rebajas salariales y el exigir una reforma laboral que liquide derechos de los trabajadores. También pusieron el grito en el cielo ante la expropiación de Vicentin al ver "peligrar" la propiedad privada. Así como coinciden en lograr un acuerdo con los bonistas para recomponer el acceso al crédito externo.
En el origen de la teoría del Gobierno en disputa, los sectores que por izquierda buscaban radicalizar al peronismo, lo hacían bajo la concepción de que la clase trabajadora debía ser parte del Frente Nacional con la burguesía industrial, contra la oligarquía y el imperialismo. Sostenían que debían conciliar sus intereses con los explotadores locales, que solo buscaban negociar condiciones de la subordinación al imperialismo y de la dependencia con el capital extranjero
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Este tipo de alianza o frente nacional, fracasó en 1955 para evitar la avanzada del imperialismo yanqui contra el Gobierno de Perón. Luego se erigió en la década del ‘70 para impedir el avance de la insurgencia obrera y popular que había abierto el Cordobazo en 1969 y que unía la lucha por la liberación nacional a la liquidación del poder de los capitalistas.
La confianza de la Juventud Peronista y la tendencia revolucionaria en Perón, el Pacto Social y hasta las bandas de la Triple A, eran manifestaciones de la subordinación al frente nacional. Su resultado terminó en la derrota de los trabajadores a manos del contrarrevolucionario golpe genocida de 1976.
¿Armonía de clases o independencia política de los trabajadores?
La posdata de la carta dirigida al presidente por Hebe de Bonafini reivindica esta concepción de la conciliación de clases: "Soñamos con ver en esa mesa alguna vez sentados a los compañeros trabajadores y trabajadoras que tienen callos en las manos y en los pies, y la espalda doblada de trabajar".
Sus expectativas consisten en ver un presidente que siente en su mesa a los trabajadores, no que el poder esté en manos de la clase laboriosa. La metáfora de la mesa es potente, sentarse de igual a igual en la mesa del poder junto al patrón, no significa que el patrón no manda, sino que el Estado los integra a la discusión sobre la renta nacional. Es una idealización del Estado patronal como elemento igualador y de un Pacto Social.
La posdata trae los ecos del componente plebeyo del peronismo del reconocimiento de los descamisados y los “grasitas”, cuya voz era la de Evita. El mismo se daba por un poder que representaba la "armonía entre las clases", garantizada, entre otros medios, por la cooptación de una burocracia sindical privilegiada.
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La idea de la "armonía entre las clases", a través de un pacto social, funciona poniendo el eje en moderar las expectativas de los trabajadores y el pueblo pobre en la distribución del ingreso para favorecer al capital y no en el fin de la explotación y el sometimiento nacional. El problema es que, en momentos de crisis, la puja por la distribución del ingreso nacional se plantea de manera regresiva para los trabajadores, ya que para las patronales la salvación implica que sean los trabajadores los que paguen el costo de la catástrofe provocada por los capitalistas: desempleo, rebaja salarial y reforma laboral mediante.
Los movimientos sociales, la centroizquierda y el progresismo que confía en que es posible disputar el Gobierno de Alberto Fernández, reducen las expectativas y las demandas en nombre de "no hacerle el juego a la derecha". A lo sumo exigen una "renta universal" que, como muestra el caso del IFE, resulta claramente insuficiente para la supervivencia del pueblo trabajador.
Además frenan la movilización popular, siendo un factor que impide que los trabajadores y el pueblo pobre puedan derrotar los ataques patronales y le dejan la iniciativa a la derecha.
La lucha por terminar con el sometimiento del país al imperialismo y ldeerotar os dictados del gran capital, no se puede hacer en alianza con otra fracción del capital tan antinacional como aquella. Implica necesariamente romper con la burguesía y todos sus representantes y luchar por la independencia política de los trabajadores.
Facundo Aguirre
Militante del PTS, colaborador de La Izquierda Diario. Co-autor junto a Ruth Werner de Insurgencia obrera en Argentina 1969/1976 sobre el proceso de lucha de clases y política de la clase obrera en el período setentista. Autor de numerosos artículos y polémicas sobre la revolución cubana, el guevarismo, el peronismo y otros tantos temas políticos e históricos.