El sociólogo Pablo Bonavena nos da su visión sobre los hechos acontecidos durante el Cordobazo.
Domingo 29 de mayo de 2016
El Diario de Cuyo de la provincia de San Juan reflejó en sus páginas un hecho ocurrido el 26 de mayo de 1969 que calificó como “insólito”. En la ciudad sanjuanina de Jachal, en el momento en que los estudiantes secundarios del turno mañana ingresaban a las escuelas, fueron convocados por grupos de pares pertenecientes a la Escuela Normal Fray Justo Santa María de Oro para sumarse a una “Marcha de Silencio”. Cuando se congregaron unos doscientos manifestantes comenzaron a recorrer el centro de la ciudad con el fin de apoyar a “los ideales de lucha del movimiento estudiantil y como homenaje a los mártires caídos bajo el plomo policial” (se referían a los compañeros muertos recientemente en Corrientes y Rosario). Por la tarde, otro grupo de estudiantes del Bachillerato Comercial también marchó por el centro, avalando el reclamo estudiantil en Corrientes, Chaco, Rosario y Córdoba. Los acontecimientos fueron una sorpresa, de allí la calificación periodística. La ciudad no registraba antecedentes de este tipo de acciones en su historia y el asombro que despertó auguraba la apertura de una nueva etapa que tornarían en habituales este tipo de circunstancias. Sin duda, más allá de la magnitud de los hechos relatados, la experiencia vivida con extrañeza ponía de manifiesto la profundidad y el alcance de los enfrentamientos que se iban encadenando a partir de la lucha que los estudiantes correntinos habían iniciado en los últimos meses contra la privatización del comedor estudiantil. También demostraba la resistencia que provocaba la violenta represión de la dictadura. Los habitantes de cada rincón del país se alineaban en relación a la confrontaciones en desarrollo, que de manera creciente dejaban de ser ajenas o lejanas. El “Cordobazo” que llegaría en pocos días, el 29 de mayo, como vimos, estuvo antecedido de una enorme movilización de masas que fue cubriendo el territorio nacional. Por eso es menester destacar, que si bien con el nombre de “Cordobazo” se hace referencia a la lucha de calles sostenida en Córdoba aquel 29 de mayo, en ocasión de la huelga general con movilización por el término de 37 horas decretada por la CGT local (como protesta por la represión y la eliminación de las quitas zonales en las asignaciones y beneficios, entre otras reivindicaciones), los hechos no se limitan a lo acontecido en esa ciudad capital. Este enfrentamiento debe ser visualizado como parte de un proceso más amplio que tiene un importante antecedente en los primeros meses del 1968 a partir de dos hitos. Por un lado, la formación de la CGT de los Argentinos que, especialmente en algunas regionales del interior, no se avino a la tregua que promovió Juan Domingo Perón con la dictadura en ese año y mantuvo, al contrario, junto al movimiento estudiantil reformista una actitud combativa que fue importante pues instó una fuerte determinación para la lucha dentro de varias fracciones proletarias. Por otra parte, la revitalización del movimiento estudiantil a partir del Cincuenta Aniversario de la Reforma Universitaria que despertó una gran adhesión en la base del alumnado y logró el apoyo de otros sectores sociales, entre ellos la propia CGT “A”. La convergencia entre obreros y estudiantes durante el 68 tuvo su máxima expresión en La Plata, Berisso y Ensenada, anticipando lo que vendría el año entrante: el 69 platense ocurrió un año antes (Castillo, Christian y Raimundo, Marcelo Compiladores: El 69 Platense. Luchas obreras, conflictos estudiantiles y militancia de izquierda en La Plata, Berisso y Ensenada durante la Revolución Argentina). En efecto, desde junio de 1968 creció la conformación de una fuerza obrero-estudiantil que en los primeros meses del año siguiente cobró una enorme potencia, que reflejaba la recuperación de cierta autonomía obrera respecto de las tutelas burguesas. Por eso las grandes movilizaciones y luchas callejeras ocurridas en Corrientes, Chaco, Rosario (primer “Rosariazo”) y llegado el fin de mayo de 1969 en Córdoba (“Cordobazo”), Tucumán (primer “Tucumanazo), acompañadas por acciones populares de los más diversos lugares del país, no pudieron ser reivindicadas por ninguna fracción burguesa, en un marco de agudas contradicciones en el seno de esa clase social. Venían desde “abajo”.
Visto desde la clase obrera, el proceso expresaba la ruptura de la heteronomía y auguraba la posibilidad de profundizar la acción autónoma hacia la prosecución de sus intereses. También demostraba una buena capacidad para componer fuerzas con otros sectores sociales y una creciente destreza para ejercer la violencia organizada. Veamos un ejemplo, sobre un hecho también ocurrido en San Juan: el 29 de mayo de 1969 la policía allanó el local de la CGT y detuvo a 11 dirigentes sindicales y 19 estudiantiles; secuestró clavos miguelitos, boleadoras de cadenas para arrojar sobre los cables de luz, bombas incendiarias tipo molotov y otros objetos contundentes que pensaban utilizar en las movilizaciones programas para ese día y el siguiente. La policía encontró dentro del edificio lo que por varios años vería unido en las calles: obreros, estudiantes y armamento popular. Para la burguesía, los hechos del 69 demostraban que el tan temido enemigo finalmente había llegado: la “subversión”. Luego del “Cordobazo” se inició una guerra irregular para aniquilar a los cuadros combativos del movimiento popular. La iniciativa de terminar con la “subversión” iba llevando a la lucha de clases hacia su momento político/militar.
Las consecuencias inmediatas de las grandes luchas del 69 implicaron un avance en el proceso de unificación de la clase obrera, con la ruptura de separaciones ideológicas, divisiones regionales y la superación del aislamiento respecto de otras fracciones sociales. Se inició un proceso que operaría de modo definitivo hacia marzo de 1971 con el “segundo Cordobazo” o “Viborazo”. Las grandes acciones de masas protagonizadas por el campo del pueblo las condujo a plantearse el problema del poder. Por eso, el perfil “espontáneo” del “Cordobazo” contrastaba con la presencia de direcciones clasistas, sindicales y políticas (armadas y no armadas), en el transcurso del “Viborazo”. Mientras tanto la burguesía, unificada en la idea de reconocer la presencia de una “fuerza subversiva” dentro de nuestro territorio nacional, se dirimía entre posiciones polares asentadas en diferentes maneras de enfrentarla. La salida electoral impulsada por Alejandro A. Lanusse fue finalmente la política que se impuso (el Gran Acuerdo Nacional) y encontraría luego en Perón como presidente, Triple A mediante, al principal mentor del “contra-cordobazo”. No obstante, con retrocesos y desvíos, el proceso de ascenso obrero impulsado desde 1969 renovaba sus bríos una y otras vez, para recibir su peor embate a partir del golpe militar de marzo de 1976: un nuevo “contra-cordobazo” mucho más sangriento.