El debate sobre las estructuras de gobierno en distintas universidades del país, como parte del proceso que comenzó el 2011 de cuestionar la “educación a lo Pinochet”. Recordemos que uno de sus pilares, junto a la mercantilización, fue un estatuto orgánico totalmente autoritario.
Ana Lopez @analopezd Historiadora
Sábado 11 de julio de 2015
Actualmente se está debatiendo en varias universidades sobre las estructuras de funcionamiento y la demanda de democratización, por parte de distintos estamentos. Por ejemplo en la USACh, el petitorio estudiantil incluye la demanda de democratización y el fin de los estatutos orgánicos que la rigen actualmente, que se basan en gran parte de los estatutos que dejó la dictadura. Algo similar ocurre en la Universidad de Chile y en otras instituciones universitarias del país, donde también se escucha hablar de triestamentalidad, democratización y acceso.
No es la primera vez que el movimiento estudiantil y el profesorado demanda la democratización de las estructuras universitarias. Por el contrario, la génesis del movimiento estudiantil está fuertemente influenciada por esta idea. Así fue en los orígenes de la FECh, como también en el proceso de reforma universitaria que se desató a mediados de la década de 1960.
Un poco de historia
El 11 de septiembre de 1973 se produjo el sangriento golpe de Estado, descargando la represión sobre las y los trabajadores, estudiantes, pobladores, militancia de izquierda y todos quiénes se opusieran a la dictadura. Poco tiempo después comenzaron desmantelarse los derechos conquistados en años de lucha, aumentando la desocupación y la pobreza, para comenzar a implementar una serie de políticas que terminaron instalando el modelo neoliberal, que implicó una profunda transformación de la economía, la política y la sociedad chilenas.
En el plano de la educación superior, el plan de la dictadura conllevó una transformación absoluta de la universidad, que pasó de una institución pública y gratuita, a un modelo de universidad- empresa, donde se desmanteló la universidad estatal y se privatizó la educación. Especialmente, se atacaron las conquistas conseguidas durante la lucha por la reforma universitaria.
El proceso de reforma universitaria
El 11 de agosto de 1967 los estudiantes de la Universidad Católica de Chile se tomaron la casa central de su universidad. Vientos de cambio inspiraban a los jóvenes estudiantes que simbolizaron con esa toma la lucha por la transformación de la universidad. La reforma había comenzado un par de años atrás y hundía sus raíces en las demandas de los jóvenes que, desde principios de siglo, lanzaron un grito potente que intentaba cambiar una de las principales instituciones ideológicas y políticas, la universidad, en un momento en que el conjunto de las universidades latinoamericanas, inspiradas por el grito de los estudiantes cordobeses, luchaban por transformaciones. El movimiento estudiantil chileno ha sido un actor relevante de la vida política, planteando con fuerza sus demandas e inquietudes en diferentes momentos de la historia nacional.
La toma en la Universidad Católica se produce por demandas específicas: la organización de un claustro universitario, elección de un nuevo rector y la participación estudiantil en ésta, pidiendo un 25% del total de los votos. Estas demandas son sintomáticas de uno de los puntos que los estudiantes universitarios venían luchando desde los inicios de su organización: la democratización de la estructura universitaria, enfrentando una estructura institucional autoritaria, donde ni estudiantes ni funcionarios, tienen mayor peso en las decisiones de la vida universitaria, sino en general una casta de académicos que deciden por el conjunto de la comunidad universitaria.
El proceso de reforma universitaria de los años sesenta recorrió a todas las instituciones universitarias de Chile. La Universidad Católica, de Chile, la Técnica del Estado, la de Concepción… una a una, las demandas de cambio y transformación, la organización estudiantil y de los profesores aumentaron, generando un movimiento que impactó en el país en su conjunto.
Existía en esos años un diagnóstico de la Universidad como una institución en crisis; si bien había aumentado numéricamente la cantidad de estudiantes, seguía estando restringidas para amplios sectores de la población, principalmente los trabajadores y el pueblo, que no llegaban al 5% del total de los estudiantes, lo que generó una de las demandas más importantes de las luchas estudiantiles: la democratización en el ingreso.
Por otra parte, la estructura de funcionamiento de las universidades era autoritaria. “Las instancias de poder en las universidades estaban reducidas a la participación (cuando existía) sólo de un pequeño grupo de profesores: los catedráticos” (1). Ni estudiantes, ni funcionarios o profesores medios participaban del gobierno universitario o de instancias de decisión. Y además, muchos de estos catedráticos eran vitalicios.
La investigación era escasa, generando una universidad profesionalizante que no estaba en función de las necesidades del país. Los métodos de enseñanza eran anticuados. El conocimiento se encontraba parcelado.
¿Cuáles son las demandas de la reforma? El proceso de la reforma tuvo diferentes momentos, pero, en términos generales, podemos caracterizar ciertos ejes generales:
Ya a mediados de los sesenta se avizoraban los primeros cambios y luchas en pos de estas demandas. Hacia 1968 la reforma universitaria era un proceso en marcha en la mayoría de las estructuras universitarias, con la creación de las comisiones de trabajo, plenos y claustros. Sólo este hecho permitió una mayor participación del conjunto de la comunidad universitaria. Desde el punto de vista de los recursos, aumentó el presupuesto destinado a la educación superior.
Una de las conquistas más relevantes de la reforma fue la ampliación del ingreso, con sistemas de ingreso especial para los sectores trabajadores. La reforma fue así un proceso enormemente progresivo en la historia del movimiento estudiantil chileno, que fue desmantelado tras el golpe de Estado, que además de la fuerte represión, intervino las universidades con los rectores delegados, eliminó todos los organismos democráticos de discusión, eliminó carreras y centros de investigación, recortó el presupuesto y destruyó la educación pública, con las leyes generales de educación de 1981 y la ley LOCE de 1989, que instalaron la mercantilización y las lógicas de mercado.
¿Un nuevo proceso de reforma universitaria?
La crisis de la educación chilena hunde sus raíces en las políticas educativas impuestas durante los negros años de la dictadura. El modelo de educación –empresa, con su lógica neoliberal de la oferta y la demanda, el autofinanciamiento y el lucro, está en la base del problema. Por otro lado, este modelo de educación se mantuvo durante gran parte de los gobiernos de la postdictadura.
Las luchas del movimiento estudiantil, sobre todo desde el 2006 en adelante, comenzaron a cuestionar fuertemente este modelo. Sin duda el año 2011 marcó un punto de inflexión, con la irrupción de la lucha educativa y el fuerte apoyo transversal que ésta consiguió. Hoy estamos en un momento clave del debate educativo, con un gobierno que planteó una reforma parcial que no responde a la totalidad de las demandas instaladas por el movimiento estudiantil. Habrá que ver si el proceso continúa y puede lograr terminar con la “educación a lo Pinochet” que aún se mantiene en gran parte.
Notas
1. GARRETÓN, Manuel y MARTÍNEZ, Javier, Universidades Chilenas: Historia, reforma e intervención, Biblioteca del Movimiento Estudiantil, Santiago, Ediciones Sur, 1985, p. 56
2. El gasto fiscal y el ingreso venían aumentando significativamente. Entre 1960 y 1964 la matrícula alcanzaba casi 33 mil alumnos, representando un 0.8 del PGB. Entre 1965 y 1970 la matrícula crece un 133%, con casi 77 mil estudiantes y un gasto fiscal que representa el 1,14% del PGB. En los años de la Unidad Popular, entre 1970 al 73, la matrícula se duplica, con más de 145 mil alumnos y un gasto fiscal de casi el 2% del PGB. Ver: ARRIAGADA, Patricio, Financiamiento de la Educación Superior en Chile 1960/1988, Santiago, FLACSO, 1989, pp. 30-31