Los últimos casos de violencia machista que conmocionan al país han abierto el debate sobre los métodos, la cárcel e, incluso, la pena de muerte. Pero, ¿qué es la pena de muerte y a quiénes favorece realmente?
Viernes 7 de agosto de 2020
En una sociedad que visibiliza cada vez con más fuerza deleznables crímenes de odio, especialmente aquellos relacionados con la violencia machista, se ha repuesto el debate sobre los métodos, la cárcel y la pena de muerte. Pero ya han sido muchos y muchas en la historia quienes han argumentado contra la pena de muerte y además ganado esa batalla. Camus, Marx, Rosa Luxemburgo debatieron echando abajo los argumentos sobre el posible efecto disuasivo, desmembrando las bases ideológicas y los motivos morales de esta política utilizada históricamente por el Estado y la Iglesia para oprimir a los más pobres y, con ello, mantener su hegemonía.
El ejemplo Camus
Camus contaba la historia de su padre al enfrentarse a la condena a muerte de un campesino que asesinó y robó a toda una familia, incluyendo niños. Por primera vez su padre quiso asistir a lo que sería un acto de carácter público donde el principal objetivo era resolver el descontento social y la indignación que el escabroso hecho dejó en los corazones de todo el pueblo. Fue y, al volver, no contó nada de lo ocurrido, vomitó. Para Camus esto era muestra de que la pena de muerte sólo provocaba otro homicidio no menos deleznable que el primero y el nuevo asesinato sólo servía para generar más trauma y no menos indignación.
El argumento central que se posicionó a inicios del 2018 tras el brutal asesinato de Sophia, y las exigencias que hoy vuelven a resonar tras el caso de ámbar, no tiene relación tanto con la lucha por ya no más femicidios y violencia machista, sino con buscar apaciguar la indignación de toda una sociedad. Pero, ¿puede servir la pena de muerte para calmar nuestra rabia?, ¿significa más justicia? ¿traerá paz y tranquilidad a la población? ateniéndonos a este aspecto de la discusión es imposible sostener que, con un nuevo asesinato y homicidio, esta vez por parte del Estado, se logrará establecer "paz y tranquilidad" y, menos, alcanzar transformaciones en adelante que impidan la ejecución de nuevos femicidios y parricidios.
Efecto disuasivo
No se ha podido determinar la correspondencia entre la pena de muerte y la disminución de asesinatos. Una de las razones es porque muy pocos dan cuenta que están cometiendo un crimen, ya sea por impulso o por naturalización de la violencia, sobre todo en casos de femicidios y parricidios. Un agresor, ad portas de cometer un femicidio o un parricidio no piensa y dice: "si hago esto, puedo ir a la cárcel o ser juzgado con la pena capital [en el caso de que existiera]"
En realidad el llamado efecto disuasivo cuenta generalmente como arma para las y los trabajadores y pobres en general, que son en quienes recae la fuerza del Estado, siempre expuestos a condenas muchas veces injustas como ocurre hoy con el pueblo mapuche. La pena de muerte, si tiene algún efecto disuasivo, es para amedrentar al conjunto de la población por temas que amenacen la propiedad o la fortuna de los más ricos, es decir, para sostener el poder omnipotente del Estado y la clase dirigente.
Marx contra la apología al verdugo
En 1853 Marx escribe un artículo sobre la pena capital y porque rechazarla. En la misma línea del argumento de Camus, señala que una de las consecuencias es el suicidio y ahorcamiento de quienes se vieron afectados por la ejecución, o de algunos de ellos.
Y pensando entonces cuál sería la justificación de una política de tales características llega al mismo punto que hoy se pone al centro del debate: ¿puede la pena de muerte servir como enmienda a las y los familiares o como intimidación a futuros agresores? Y bueno, no hay argumentos que respalden tales consecuencias. Pero, a diferencia de Camus, Marx se sitúa en un lugar que permite pensar con mayor sensatez y realidad la pena capital como ultima ratio para enfrentar los males sociales. Se pregunta quiénes son los que se creen con el derecho de asesinar para enmendar o intimidar a otra persona, más aún cuando no existe ejemplo en la historia en el que, por el aumento de penas, hayan cesado los crímenes.
Luego del bullado caso de Sophia, el vocero de la fundación Abrázame, Manuel Iglesias, dijo por CNN que quien asesina tiene que atenerse a las consecuencias, como argumento para justificar la validez de la pena de muerte.
Detrás de esta afirmación se cuela la falsa idea de la libre voluntad y su preeminencia por sobre otros aspectos del ser humano, como las relaciones sociales que cruzan la vida cotidiana de las personas. Para Manuel el criminal es un ser libre, pero sabemos que en esta sociedad se moldean personalidades miserables que pueden llegar a asesinar por odio no sólo por decisión o como actos calculados, sino por una serie de motivos históricos y sociales. Como dice Marx en debate con el idealismo alemán, esta idea del libre albedrío "no hace otra cosa que aportar a las leyes de la sociedad existente una consagración trascendental. ¿Acaso no es una trampa sustituir la abstracción de la “libre voluntad” por un individuo con sus motivos reales, con todas las relaciones sociales que lo encierran, una sola de las múltiples cualidades humanas toma el lugar del propio hombre? Esta teoría que considera la pena como el resultado de la propia voluntad del criminal, no es otra cosa que la expresión metafísica de la antigua jus talionis [ley de Talión]: ojo por ojo, diente por diente, sangre por sangre."
Esto nos obliga, lejos de reponer la pena de muerte, a repensar las instituciones judiciales, claves a la hora del análisis concreto caso a caso, que fue lo que fallo tanto en el caso de Antonia, como en el de Ámbar. Una falla que no fue casual, si no que responde al carácter de la justicia.
Te puede interesar: «"Justicia patriarcal y el fantasma de la rebelión"»
Estoy completamente con Marx cuando dice que "en lugar de magnificar al verdugo que ejecuta a una parte de los criminales con el único fin de dejarle el lugar a los siguientes—, ¿acaso no es necesario reflexionar seriamente en cambiar el sistema que engendra tales crímenes?"
La tradición socialista y la izquierda en este debate
Rosa Luxemburgo, luego de salir de la cárcel y algunos meses antes de ser asesinada, expuso su punto de vista en debate con aquellos que no veían una necesidad insoportable por abolir la pena capital, la socialdemocracia.
Un debate moral y profundamente político centrado en la defensa de quienes, por delitos menores, se encuentran en la cárcel y contra todo un sistema carcelario dirigido a oprimir a los más pobres. ¿Debe ser prioridad este debate para la izquierda? Para Rosa no es secundario, "se revela el espíritu motriz, que guía a la revolución, en estos pequeños detalles".
Una medida así no sólo será aplicada contra el asesino de Sophia, el de ámbar o el de Fernanda Maciel, también contra muchos otros y otras que han sido acusados, incluso falsamente, como lo demuestra la actual crisis de la policía en Chile llena de montajes y corrupción. ¿O también estaríamos de acuerdo que a la Machi Linconao, acusada en el 2018 del asesinato de los Luchsinger - Mackay, se le hubiese aplicado la pena de muerte sabiendo el montaje que constituyó el caso? Meses después que a la Machi se le impuso la prisión preventiva, fue absuelta de todo cargo.
"Hay que dar vuelta un mundo", dice Rosa, "pero cada lágrima que corre allí donde podría haber sido evitada" se transforma en una nueva acusación criminal. Y al decirlo está hablando de los pobres, de los nuevos esclavos en tiempos de paz. Nuestra moral tiene que estar de este lado, no del fortalecimiento del Estado y sus aparatos represivos. Este punto de vista, de espíritu y corazón, es importante y profundamente político para quienes nos reclamamos revolucionarios y nos proponemos acabar con la sociedad capitalista y patriarcal.