A propósito del "tetazo" que se hará en distintas ciudades del país para repudiar la censura e intento de represión policial contra una joven que estaba amamantando a su bebé en la vía pública.

Andrea Robles @RoblesAndrea
Viernes 22 de julio de 2016 16:47
Foto: "Madre migrante", de Dorothea Lange
Leí los comentarios de la diputada Victoria Donda sobre su apoyo a la convocatoria nacional por el justo reclamo del derecho a poder amamantar libremente, que surgió ante el acoso policial que sufrió Constanza Sánchez con su bebé.
El llamado que apoya Donda es a una “teteada masiva y amorosa”; pero, como en la mayoría de los artículos publicados al respecto, el suyo también se hace desde la reivindicación de un estereotipo de madre vinculado a la extensión e intensidad del apego materno al niño (lactancia prolongada, colecho, etc.). No se hace desde el derecho a amamantar o no, sino del deber de ejercerlo para ser una “buena madre”, o su eufemismo, de buscar lo mejor para el niño.
La gran cantidad de notas de estos días, luego de repudiar rápidamente el hostigamiento policial, no hablan de otra cosa que del rol de la madre-teta. Por eso la expectativa según Página/12 es –ya que nadie opina que sea difícil conseguir el reclamo– “una multitud de bebés, incapaz de comer combos de comida chatarra y que se alimentará sana y libremente de la ‘tibia leche de tu cuerpo’ (Spinetta dixit)”. ¿Bebés que comen combos de comida chatarra?
Si la diputada Donda llamó “acto de soberanía” al amamantamiento, la pregunta es qué pensará de las mujeres que no quieren amamantar o más aún de las que no pueden hacerlo, porque se los impide su trabajo o por razones de salud.
Leí en La Izquierda Diario un artículo de un médico sobre la lactancia que no dice nada sobre este debate; otro sobre el "tetazo", que tampoco cuestiona la óptica desde la que se está abordando un derecho justo.
No soy médica ni especialista en el tema, pero llevo la tradición de los ’60 y ’70 de mi mamá, también fui madre pos ’90 y ví cómo, de repente, se empezaron a propagar teorías que refuerzan la dependencia del niño al “lecho (trabajo/consumo) materno” no durante los primeros meses, sino por varios años. En aquellos años -dado que después de los seis meses el niño precisa de comida para crecer-, solo eran las mujeres pobres las que muchas veces continuaban o continúan dando el pecho a sus hijos a falta de otro alimento al que no pueden acceder.
Como sabemos, la cultura ha ido variando –y también en torno a la función materna– dependiendo de las necesidades del capitalismo, de "mano de obra" o desocupación, alentando a la procreación o a su restricción, a la madre trabajadora como ejemplo de la patria (durante la guerra) o como ahora la “madre posneoliberal”, de alto nivel de consumo y con la tendencia a naturalizar la necesidad del “cuidado extremo” del niño, o la madre-sostén del hogar. Por eso también, el derecho a “elegir”, como si fuéramos independientes en nuestras decisiones, desconoce que somos ante todo sujetos sociales en una cultura impuesta por la clase dominante (lo que se pone en evidencia cuando tantas mujeres “eligen” identificarse de la misma manera o aspiran a parecerse a un mismo modelo).
Es claro que una cosa es amamantar unos meses y otra cosa es la “cultura de la lactancia” que inevitablemente refuerza la dependencia de la mujer y el machismo. En el otro extremo, sobre el fundamento de que la leche materna es esencial y por eso hay que dársela hasta lo máximo que se pueda, jamás escuché, leí o vi a nadie afirmar que el motivo de su mala salud de adulto radica en que no fue amamantado de niño.
La cultura apunta a cosificarnos a tal punto que las propagandas televisivas nos venden todo tipo de productos para ser “Mujeres perfectas”. Llegamos al “colmo de la publicidad” que, en vez de buscar originalidad, repite sin cesar el mismo argumento machista: usar el cuerpo desnudo de las mujeres para vender lo que sea y vender lo que sea para que las madres no se puedan enfermar ni un solo día –no hablemos de ir al cine o salir con amigas– para ser “buenas madres”.
En esta sociedad, para la gran mayoría de las madres, que tenemos que salir a trabajar, tener hijos ya de por sí es una gran exigencia subjetiva y material por todos los cuidados y el trabajo que requiere
Un amplio arco, en su mayoría sectores de clase media y ricos de la farándula –modelos, actrices y periodistas, esposas de futbolistas conocidas– y también sectores "progresistas", de forma snob o hippie, han comprado la cultura de la madre-vaca, donde se impone un modelo de madre cuya única necesidad y reclamo es el de amamantar y el apego. Desde esos sectores... ¿"luchar por mi derecho a amamantar" significa que vamos a pelear para que lo pueda hacer mientras trabajo, en vez de trabajar menos horas para atender al bebé, lo amamante o no? ¿Tener guarderías en los lugares de trabajo, lactarios en las fábricas y empresas, etc.?
En esta sociedad, para la gran mayoría de las madres, que tenemos que salir a trabajar, tener hijos ya de por sí es una gran exigencia subjetiva y material por todos los cuidados y el trabajo que requiere, que recaen sobre todo en nosotras, con una cultura que intenta naturalizar ese rol. Esto es así porque no hay prácticamente ningún servicio público, leche y pañales, lugares recreativos, lavaderos, etc. los jardines maternales y escuelas doble jornada son totalmente insuficientes, el cuidado de los niños es puramente privado, recae en la familia, bajo la condición que sea. Por eso ni hablemos de lo que significa para las madres y niños pobres.
El tema da para mucho y sería muy bueno que haya un debate sobre el rol de las madres en la sociedad, ya que en función de ello se desprenden nuestros derechos. Y creo que las madres trabajadoras tenemos mucho para decir con respecto a esto. En vistas al próximo XXIº Encuentro de Mujeres, que se hará en octubre en Rosario, podemos abrir un espacio de intercambio, notas y debates que podemos enviar a La Izquierda Diario.

Andrea Robles
Militante del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Integrante del CEIP y Ediciones IPS. Querellante en la Causa Triple A por el asesinato de su padre César Robles. Escribió "Triple A. La política represiva del gobierno peronista (1973-1976)" en el libro Insurgencia obrera en la Argentina (2009).