A continuación, reproducimos la columna de opinión de Filip Escudero Quiroz-Aminao, profesor de historia y magíster en Historia de la Universidad de Santiago de Chile.
Martes 23 de agosto de 2022
Por Filip Escudero Quiroz-Aminao. Magister © en Historia USACH, miembro Trokiñ Peyepeyen y columnista encargado de la sección Pueblos Originarios Periódico El Irreverente.
Estamos ad portas de un momento importante en la historia de Chile, como es el plebiscito de salida que se verá en las urnas el próximo 4 de septiembre, donde las opciones Apruebo y Rechazo, son las que determina la apertura a una nueva constitución o la continuación de la constitución dictatorial de 1980. En otras palabras, el pueblo con todos los matices e identidades que lo componen, tiene el poder y la voluntad de elegir que vía tomar, si la continuidad o la apertura a un nuevo proceso y con ello acabar con los más de 40 años de la constitución de Pinochet, Jaime Guzmán y los Chicago Boys.
Precisamente, este proceso constitucional se origina a raíz de las demandas de la ciudadanía que fueron repletando las calles del país y dentro de sus consignas se exigía dignidad, un mejor vivir y una Asamblea Constituyente. A raíz del descontento ciudadano producido desde octubre de 2019, la casta política liderada por Sebastián Piñera, no duda en declarar la guerra al pueblo y con ello recrudecer la represión a las y los protestantes que exigían una vida digna y acabar con más de 30 años de abusos.
La violencia política de Estado fue en aumento, los dos primeros meses de la revuelta popular, estallido social o bien, el nombre que acomode mejor a las y los lectores. Las violaciones a los derechos humanos, las mutilaciones y vulneración a cuerpos por parte de funcionarios policiales bajo los efectos de la cocaína, fueron en aumento.
La casta política, hizo oídos sordos y corrió la mirada en relación a lo que ocurría, escudándose en que las protestas atentaban contra el “Estado de Derecho”, por ende, el discurso fue dirigido hacia una criminalización de la protesta popular a raíz del descontento y los saqueos y ataques al capital. Bajo esta impronta y en cuatro paredes, el día 15 de noviembre la casta política decide firmar el cuestionado “Acuerdo por la Paz Social y nueva constitución” dando paso a un primer plebiscito fijado para el 25 de octubre de 2020. En este acuerdo participaron ambas alas de la política partidista chilena tradicional, incluyendo al Frente Amplio y desmarcándose de esta cocina constitucional el Partido Comunista.
Lo histórico de esta cocina constitucional, es que en 210 años de vida republicana la ciudadanía en su conjunto se preparaba para elegir a sus representantes para la elaboración de un borrador constitucional, es por ello, que los días 15 y 16 de mayo de 2021, se llevaría a cabo la elección de representantes constitucionales, que en el plazo de un año y con recursos acotados, debían levantar un borrador constitucional que debía estar para mayo de 2022. Quisiera detenerme en la elección de representantes, ya que por primera vez se aplicaría una política de escaños reservados para pueblos originarios o primeras naciones.
La negativa de Escaños reservados: Primera muestra de racismo
Lo primero que podemos destacar de esta elección de representantes es que se considerarían a los pueblos originarios o primeras naciones preexistentes, además de la paridad de género, ambas representaciones se lograron gracias a la calle y la momentánea concientización del pueblo chileno con las demandas del pueblo mapuche y de los pueblos originarios en su conjunto, lastimosamente esta conciencia fue momentánea, ya que con el pasar de los meses las y los chilenos volvieron a sus nichos racistas.
En un principio se consideraba un número de 27 cuotas reservadas para pueblos originarios de 154 totales. considerando el 80% de los escaños reservados para el pueblo mapuche, debido a que este mismo número representa a la población mapuche según el censo de población de 2017, siendo la primera mayoría indígena en el país, pese a ello, aspecto que no se consideró, ya que tanto la derecha fascista como la izquierda tradicional y racista, consideraron que el numero era exagerado, se propuso establecer 25 cuotas, luego la derecha trató de reducirlas a 15; la diputada mapuche Emilia Nuyado Ancapichun declaró para El Mostrador, que al menos deberían ser 20 cupos mínimo, a lo que la derecha y la ex ministra Karla Rubilar, insistían en que fueran 15 y con una infinidad de exigencias, como por ejemplo tener un certificado de calidad indígena al día en CONADI y declarar linaje, esto último atenta a quienes se autoidentifican como indígenas o bien no poseen dicho trámite burocrático.
Estas fueron las primeras trabas que ralentizaron la inscripción de candidaturas, e incluso, puso en tela de juicio la participación indígena en la Convención Constitucional, pese a ello la derecha principalmente y sectores de la izquierda chilena lograron decrecer los cupos de escaños reservados a 17 que fueron los finales. Entre los cupos 7 fueron destinados para el pueblo mapuche, dos para el pueblo aymara, y uno para kawesqar, rapanui, yagan, quechua, likan antai, diaguita, colla y chango. Dentro de cupos originales de escaños reservados se consideraba al pueblo afrodescendiente, que se quedó sin representación, debido al no reconocimiento del estado.
El rol mapuche en la Convención y el racismo tradicional chileno
Las y los representantes mapuche por escaños reservados no estuvieron ajenos del colonialismo chilensis y el racismo tradicional de la casta política chilena, quien se sumó a la convención de manera arbitraria y por detrás, ya que, se buscaba es desmarque de los partidos políticos tradicionales en este proceso, lo que no ocurrió. Dentro de la representación mapuche destacan la machi Francisca Linconao Huircapan, quien obtuvo la primera mayoría con un 7,15%, y fuera acusada en dos ocasiones por el Estado chileno y particulares sobre el caso Luchsinger-Mackay ocurrido en 2013, estando la machi Francisca diez meses en prisión, donde no se comprobó lo que se le acusó. Para la derecha este motivo fue razón de hostigamiento, ya que la consideraban terrorista, lo que es una falta de respeto para una autoridad ancestral mapuche como lo es ser machi.
Otro es el caso de Elisa Loncon Antileo, quien fue la cuarta persona más importante del país en su momento, al ser la presidenta de la Convención Constitucional entre julio de 2021 y enero de 2022. Los dardos fueron hacia ella por ser mapuche, por ser mujer y se dudaban incluso de sus estudios de magíster y doctorado, además se criticaba su figura por “ser ingenua por naturaleza”, sin dudas Loncon fue la constituyente mapuche más importante debido a los galardones que recibió siendo presidenta, como por ejemplo estar dentro de las 100 mujeres de BBC y Time 100, ambos galardones recibidos en 2021, bajo su periodo presidencial.
Las muestras de racismo se comprenden desde las rabietas infantiles y quejas de constituyentes de partidos conservadores y saboteadores del proceso constituyente, dentro de estos episodios de racismo en la convención podemos traer a colación las quejas de Teresa Marinovic quien se quejó que algunas sesiones de la convención se realizaran en mapuzungun por parte de convencionales mapuche, indicando que es parte de “su show”, sin ir más lejos no es primera vez que sectores conservadores y abiertamente pinochetistas hagan este tipo de observaciones ridículas, están los casos de José Antonio Kast y Johannes Kaiser quienes critican en no uso del castellano en las sesiones, aludiendo que no descartan utilizar el alemán. Pensando en un “Chile del siglo XXI”, se supone, volvemos a los refritos que nos entregan como resultado una casta política miope, mono cultural y sin intensiones de cambiar, insistimos en la idea que Chile sigue enquistado en el siglo XIX y no tiene mayores ganas de proyectarse a la manoseada “modernidad”. Parece que la gran ruka donde podamos entrar todos no se termina de construir aun.
El racismo no tiene freno en la convención, ya que, nuevamente estos episodios aparecen al acusar a algunos convencionales mapuche de terroristas como lo enunciamos párrafos más arriba, es el caso de la machi Francisca Linconao Huircapan, también destaco las acusaciones a los convencionales Adolfo Millabur Ñancuil y Natividad Llanquileo Pilquiman por tener nexos con Presos Políticos Mapuche y organizaciones rupturistas en el pasado, todas estas acusaciones sin sentido y fuera de contexto fueron infundadas por convencionales que no precisamente estaban utilizando su escaño para la escritura de la nueva carta magna, sino que estaban para sabotear el proceso.
Pese a todo los 7 convencionales mapuche lograron plasmar algunas garantías significativas para las demandas históricas del pueblo mapuche en particular y de los pueblos indígenas en general, según los detractores de la propuesta de nueva constitución declaraban que existía un exceso de protagonismo mapuche en la convención, este tipo de conjeturas se comprenden desde que asume Elisa Loncon Antileo como presidenta de la convención, ahora yo me pregunto ¿Si en más de 200 años de vida republicana, nunca tuvimos la oportunidad de ser parte de la redacción de un proceso constituyente? no les debería extrañar que el pueblo mapuche buscaría integrar la mayor cantidad de garantías posibles que mejore los más de 160 años de despojo republicano.
¿Estamos listos para entrar en esta nueva ruka?
Yo me pregunto ¿Los chilenos y chilenas están realmente listos para los cambios que se plantean en la nueva constitución? Claramente la respuesta es incierta, tanto así, como la ambivalencia de los chilenos que un día dicen algo que después no lo reconocen, esperemos que recuerden los episodios vividos entre octubre de 2019 y marzo de 2020, donde se solidarizaron ambas luchas, tampoco hay que desconocer que en la población habitamos tanto chilenos como mapuche y desde ahí en adelante el cambio de relaciones debe ser horizontal, no sé si realmente este país está listo para la plurinacionalidad, para una relación intercultural y plurilinguistica, pese a que desde tiempo pre-coloniales se han hablado distintas lenguas, siendo el mapuzungun la que se hablaba desde Atacama hasta Chiloé, entendida por Luis de Valdivia en 1606 como el chilizungu.
Ahora bien, existe desde hace unos años un gran avance en la preservación y enseñanza del mapuzungun, a su vez existe un mayor interés en personas mapuche y no-mapuche en aprender la lengua, lo que entrega tal vez ciertas luces de que siempre estuvimos viviendo en un territorio plurilinguista y plurinacional, algo que me deja relativamente tranquilo de este proceso constitucional que está por decidir el futuro del país de cara a los próximos años, es que por fin indígenas, rotos, pobladores y pobladoras, fueron participes de un proceso que en sus versiones anteriores fueron llevados a cabo por elites político-empresariales y por militares, bajo la solemnidad de cuatro paredes.
Hoy en día, pese a no estar ciento por ciento de acuerdo con la nueva constitución, ya que mientras existan Presos Políticos Mapuche, la plurinacionalidad y las relaciones interculturales no serían del todo efectivas, más bien, considero que fue un tema pendiente tanto para este gobierno como para los anteriores. Pese a ello, creo que cualquier proceso llevado por la ciudadanía, por pueblos originarios y por gente de población, común y silvestre, es superior a cualquier proceso llevado a cabo por un dictador, que sin ir más lejos nos quitó nuestra identidad en 1979 y nos terminó de imponer la chilenidad, sin ir más lejos al pueblo mapuche le costó 14 años recuperarla, a medias, pero se logró recuperar gracias a la Ley Indígena de 1993.
Hoy en día estamos a una marca con un lápiz pasta de sepultar la constitución de Pinochet, Jaime Guzmán y los Chicago Boys, tristemente no todo es perfecto, porque seguimos bajo un sistema neoliberal y con problemas medioambientales, pero pese a ello, con este proceso podemos por fin sepultar el legado más grande de Pinochet que tuvo a este país enquistado bajo el poder de veto de la UDI por cerca de 30 años.
Pese a todos los sinsabores que me dejo el proceso Constituyente, desde el racismo y la negación de ambos sectores políticos, sumado a sectores conservadores de la chilenidad que en pleno siglo XXI, persisten en lógicas coloniales verticales, donde nos ubicamos en la base de su pirámide monocultural y monolingüe, pese a que fuimos invitados a medias con muchas restricciones, con un recorte de plazas en los escaños reservados, pero, como buenas y buenos mapuche, supieron revertir las situaciones y hoy en día se está dando un paso importante a la par de un contexto regional que nos entregó un panorama político distinto y plurinacional, como por ejemplo Colombia como el mejor logrado en esta materia, es tedioso mirar a Europa, Canadá o Nueva Zelanda, pero este nuevo entendimiento que se está formando es un gran paso que ayudaría a solucionar distintos conflictos que con paliativos como la Ley Indígena de 1993 o la Comisión de Verdad Historia y Nuevo Trato de 2003, no se logró.
“Vamos por ancho camino” como cantó alguna vez Víctor Jara, espero que todos los esfuerzos desplegados en la nueva constitución rindan sus frutos el próximo 4 de septiembre.
Fente puy ñi wirintükun
Rume mañümkulen