Por primera vez, EEUU acepta exportar submarinos nucleares, infligiendo un golpe a Francia que pierde un enorme contrato firmado en 2016.
Jueves 16 de septiembre de 2021 19:59
El gobierno australiano anunció ayer la firma de un acuerdo con Estados Unidos y el Reino Unido para la producción de submarinos de propulsión nuclear, anulando el anterior acuerdo firmado con Francia, que preveía vehículos diésel y eléctricos. Éste último atribuido al constructor naval francés Naval Group (ex-DCNS) para Australia en 2016 era presentada como el « contrato del siglo ».París reaccionó con firmeza, calificando la medida de Canberra, la capital australiana, como "deplorable". Pekín por su parte condenó el "clima de guerra fría".
Cerco marítimo contra la China
Más allá de cualquier desavenencia entre Francia y Australia sobre los lugares de producción, el cambio de decisión muestra la preferencia de Washington de dotar a Canberra de submarinos no convencionales -que Francia no podía garantizar-, capaces de convertir a la nación oceánica en un pilar de la contención marítima de la República Popular. Para el especialista en defensa, Jean-Dominique Merchet: "Por primera vez, Estados Unidos ha aceptado vender una tecnología de este tipo, que supone un cambio de juego (« game changer ») en materia naval. Estos submarinos tienen la capacidad de permanecer sumergidos durante mucho tiempo, evitando ser detectados. No estarán armados con cabezas nucleares, pero pueden disparar misiles de crucero de largo alcance como el Tomahawk, además de su armamento marítimo (torpedos y misiles marinos). Sólo el Reino Unido, en 1958, se benefició de esta transferencia de tecnología estadounidense.
Este avance militar está programado para producirse en 2040, a pesar de que Australia no dispone de las instalaciones necesarias para producir el combustible nuclear, vulnerando a su vez en cierta medida el tratado de no proliferación nuclear. Éste paso aumenta considerablemente la presión sobre la China en un escenario de conflicto a lo largo de los principales puntos de estrangulamiento marítimo en el sur y el sudeste de Asia, que ya es intensa (por ejemplo, en el estrecho de Malaca, el estrecho de Taiwan o los mares de China Meridional y Oriental).
A su vez, el momento de este anuncio -dos semanas después de la retirada de la catastrófica retirada militar de Afganistán- permite a Washington confirmar su prioridad geopolítica: la gran rivalidad con Pekín dándole garantías a sus aliados en esta importante región. Como parte de esto, el diario Le Monde anuncia que "…el 24 de septiembre, el presidente estadounidense recibirá por primera vez físicamente, en la Casa Blanca, a los tres colíderes de la Quad [nombre de la alianza para frenar a China en el Indo-Pacífico]: el primer ministro australiano y los de India y Japón, Narendra Modi y Yoshihide Suga”.
Un fuerte golpe a la imagen y las ambiciones imperiales desmedidas de Francia
Para la diplomacia francesa el golpe es fuerte. No tanto por el daño económico (aunque no es menor), sino fundamentalmente por la pérdida de credibilidad: desde hace años Francia se presenta como una potencia permanente del Indo-Pacífico, ligado a las posesiones coloniales de sus territorios de ultramar, buscando aparecer como una tercera vía entre EEUU y China en los mares de la región, negándose a ser encorsetado en la contención naval antichina de los estadounidenses.
Una vez más, irritado por el fin de un lucrativo contrato, el gobierno francés ha sacado a relucir su antinorteamericanismo como máscara. Algunos analistas se remontan a la guerra en Irak (2003), lanzada por la administración Bush, para encontrar un precedente de similar magnitud. Para otros más aduladores del poder, esto prueba la justeza estratégica de Macron y su invocación de la (imposible) autonomía estratégica de Europa. Pero la realidad es que más allá de sus pretensiones imperiales desmedidas en relación a su verdadera fuerza, Francia necesita del Pentágono (ya sea a nivel de inteligencia, presencia militar en los mismos teatros de conflicto, armamento) - como en las guerras que lleva adelante, tanto en el Sahel o el norte de África. Ni hablar de las otras potencias europeas que son enanos militares en comparación con París.
La realidad es que detrás de las palabras benévolas de la administración Biden hacia los aliados europeos hay decisiones unilaterales a la mejor manera de Trump. En este asunto, Estados Unidos confirma, una vez más, que su prioridad es la rivalidad con China, en todos los niveles -económica, tecnológica y militar -. Washington no tiene problema en privilegiar a sus aliados más esenciales en esta confrontación que a los tradicionales aliados europeos, que están en una línea más moderada respecto a Pekín, buscando puntos de “entendimiento mutuo”. Un primer antecedente de este trato de la nueva administración norteamericana se dio hace poco, cuando Suiza decidió adquirir los aviones estadounidenses F-35, en competencia con los Rafale franceses, justo después de la visita de Joe Biden a la Confederación Helvética a finales de junio.
Digamos también, que ni el gobierno francés ni el responsable de Asuntos Exteriores de la Unión Europea (UE) fueron informados del nuevo acuerdo antes de su anuncio. Y de manera aún más vergonzosa, el acuerdo se produjo un día antes del lanzamiento por parte de la UE de su propia nueva estrategia Indo-Pacífica… para confortar a los Estados Unidos. Una muestra de que a pesar de la retórica, las complicaciones estructurales para que la UE adquiera una verdadera autonomía estratégica están lejos de ser saldadas y mismo se revelan imposibles por el rol tutelar que aun juegan los Estados Unidos.
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Juan Chingo
Integrante del Comité de Redacción de Révolution Permanente (Francia) y de la Revista Estrategia Internacional. Autor de múltiples artículos y ensayos sobre problemas de economía internacional, geopolítica y luchas sociales desde la teoría marxista. Es coautor junto con Emmanuel Barot del ensayo La clase obrera en Francia: mitos y realidades. Por una cartografía objetiva y subjetiva de las fuerzas proletarias contemporáneas (2014) y autor del libro Gilets jaunes. Le soulèvement (Communard e.s, 2019).