Las protestas que recorren el país del norte africano exigen al Gobierno de Transición las reformas políticas prometidas para avanzar hacia la “democracia”, mientras que la situación económica y social empeora cada día.
Santiago Montag @salvadorsoler10
Martes 25 de agosto de 2020 00:40
Ha pasado poco más de un año del Acuerdo que estableció el actual Gobierno de Transición compuesto por el Ejército y los líderes de la Alianza para la Libertad y el Cambio (ALC) con la perspectiva de celebrar elecciones nacionales en 2022. Las expectativas de las masas sudanesas, que sufrieron sangrientas represiones con cientos de muertos y heridos en una lucha sin cuartel, estuvieron depositadas en aquel Acuerdo y en la posibilidad de obtener un gobierno civil que responda a las demandas económicas y políticas levantadas durante todo el proceso de revueltas que derrocaron los 30 años de tiranía del brigadier Omar al-Bashir.
A pesar de que ya pasó más de un año de la caída al-Bashir, los pilares fundamentales de su régimen siguen en pie. Aunque el Acuerdo entre la ALC y el Ejército sirvió para desviar de forma institucional un proceso que rememoraba la Primavera Árabe, las manifestaciones en Sudán han vuelto a inundar las calles. La lentitud de las reformas políticas prometidas revela ante los ojos de los sudaneses que esa “democracia” esperada no llegará sola.
Aunque se lograron demandas históricas como la prohibición de la mutilación genital femenina (que aún se continúa practicando), muchas no se concretaron, entre ellas el pedido de “justicia contra los responsables del asesinato de cientos de manifestantes”. Pero centralmente los problemas estructurales profundos del país, agravados por las imposiciones del FMI y las sanciones de EE. UU. continúan sin resolverse.
Además el régimen basado en la Ley Islámica continúa casi intacto, por lo que se continúa castigando con pena de muerte a las mujeres por tener relaciones sexuales consensuadas “extramatrimoniales”, cuando en las manifestaciones de 2019 las mujeres componían más del 50% del movimiento.
Envueltos en banderas sudanesas y coreando consignas pidiendo más reformas, los manifestantes se mantienen en las calles desde el lunes 17 de agosto, día en que se cumplió un año del Acuerdo de Transición. Las protestas se realizan frente a la sede del gabinete en la capital, Jartum. Se exige, entre otras cosas, la elección de un cuerpo legislativo, exigieron la disolución de las Fuerzas Armadas regulares e irregulares (aún hay cuerpos paramilitares operando en el país), que todas las empresas estén bajo el control del Ministerio de Hacienda, la pronta celebración de una conferencia económica y la reestructuración de la Alianza por la Libertad y el Cambio.
Las manifestaciones fueron reprimidas con gases lacrimógenos, palos y balas de goma dejando un saldo de decenas de heridos y detenidos. Antes esto, la Asociación de Profesionales Sudaneses (SPA), una organización que agrupa sindicatos de profesionales y partidos de izquierda y liberales, advirtió que las opciones de escalada de las protestas están abiertas por las provocaciones de las fuerzas represivas. Las acciones que se están realizando, junto a los pasos a seguir, los debaten a través de la Coordinación de Comités de Resistencia, que se describen a sí mismos como “pilares y protectores de la revolución”.
Para este martes 25 está prevista una huelga de los trabajadores bancarios estatales de Jartum para exigir una reforma en el sistema bancario por la corrupción.
Por otro lado, miles de habitantes en regiones del sur están protestando desde hace un mes por una mejor provisión de infraestructura, servicios básicos como el agua y la electricidad, y la destitución de todos los funcionarios ligados al antiguo régimen. Al mismo tiempo se exigían mejoras para los hospitales que están asediados sin suministros de agua, luz o personal médico.
Además existen en el país conflictos tribales que se han profundizado por los ataques racistas de árabes-musulmanes promovidos por Omar al-Bashir - Sudán tiene una gran mayoría arábe musulmana - contra la población "negra". Esta grietas étnico-religiosas han sido utilizadas por el gobierno para acaparar recursos naturales e imponer formas de control social. Entre las demandas de los Comités de Resistencia están el aceleramiento de las conversaciones de Paz en estas regiones donde operan las milicias paraestatales Janjaweed, armadas por el antiguo régimen, que continúan llevando adelante matanzas sangrientas contra la población masalit.
Los comités de resistencia nacieron hace más de 10 años, pero tuvieron un lugar destacado en el proceso que volteó a al-Bashir. Desconfían profundamente del “ala militar” del gobierno que mantiene una agenda propia, aunque es avalada por el “ala civil”. Un ejemplo de esto es el avance hacia la Paz con Israel siguiendo a Emiratos Árabes Unidos, fieles aliados del Ejército sudanés. El “ala civil”, representada por la ALC, además apoyar por omisión a la militar, no avanzó en resolver ningún problema estructural del país, mientras 10 millones de personas enfrentan escasez de alimentos y el aumento acelerado de sus precios que empeora con las restricciones por el Covid-19, mientras se espera una contracción del 8,1% del PBI para este año según The Economist durante el 2020. Por el contrario, está avanzando en establecer nuevas cadenas con el imperialismo (este martes Mike Pompeo visitará Sudán) y un plan para que la ONU intervenga para desarrollar la economía.
Los activistas autoconvocados, organizados en los Comités de Resistencia donde participan los trabajadores de la SPA, están exigiendo a la ALC un regreso a los “principios de la revolución” poniendo contra las cuerdas al primer ministro Abdallah Hamdok, que este 22 de agosto dijo que estaría dispuesto a dimitir del cargo si el pueblo sudanés se lo pide. Pero para esto será imperioso que logren imponer una agenda propia que rompa con la ALC, que se caiga el acuerdo con el Ejército y se desmantelen las Fuerzas Armadas -como están exigiendo- y se rompa cualquier relación con el imperialismo norteamericano y sus socios regionales como Israel, Arabia Saudita y EAU. Estas nuevas protestas están dando un renovado impulso de lucha de clases en el país africano, mostrando que el proceso de 2019 continúa abierto.
Santiago Montag
Escribe en la sección Internacional de La Izquierda Diario.