En las situaciones en que lamentablemente han perdido la vida de estudiantes en circunstancias violentas, la Universidad brilla por su ausencia. No son “hechos aislados”, son personas a quienes les coartaron sus sueños por el maldito clima de impunidad.
Viernes 1ro de enero de 2021
En un contexto de violencia estructural tal como pasa en Ciudad Juárez, las y los jóvenes son quienes pagan los platos rotos en un sistema que solo le importa incrementar sus ganancias. El elitismo y la mercantilización de la vida excluye a aquellos que desean superarse. La justificación capitalista radica en el “esfuerzo”, esfuerzo disfrazado de explotación.
De ahí surge la conformación de universidades tan reaccionarias como la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ) que su único fin es fomentar un raquítico modelo de “educación” que prepara a los educandos para ser subordinados y no eleva las cátedras a un pensamiento crítico que realmente cuestione las deficiencias del entorno, es obvio: no conviene que surjan interrogantes ya que de haberlas como recientemente se pudo observar en la toma de rectoría, la respuesta de las autoridades universitarias es la represión.
Las autoridades se impusieron y lograron impulsar en el estudiantado la idea de que es mejor estar más preocupados por su “vida académica”, que por entender y solidarizarse contra la violencia hacia las mujeres y los feminicidios.
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Se inserta en el imaginario que la violencia es algo que “tiene que pasar” y aunque hagamos el mayor esfuerzo, nada la resolverá. Por ello en las situaciones en que lamentablemente han perdido la vida de estudiantes en circunstancias violentas, la Universidad brilla por su ausencia. No solo se niegan estudiantes sino profesores pareciera como si a los ya acaecidos se los tragara la tierra. No son “hechos aislados”, son personas a quienes les coartaron sus sueños por el maldito clima de impunidad.
Aquí no se nos olvidan Rafael Romero, Dana Lizeth Lozano, Emmanuel Núñez, Kelzaline Corona, el catedrático Alejandro Alvarado, Cindy Tapia, Martin Loera e Isabel Cabanillas. Todos ellos asesinados. Aunado a los casos de abusos sexuales de la catedrática de ICB que fue víctima de una violación tumultuaria y del estudiante de música que fue violado por policías municipales.
Recientemente se suma el asesinato de Juan Daniel Vargas Ortiz, estudiante de Biología destacado y solidario que participó activamente en la toma de rectoría. Al existir poca información de las autoridades por el hecho, crece la incertidumbre en la comunidad estudiantil.
Las cosas seguirán igual si nosotros como comunidad estudiantil no hacemos el cambio. No podemos permitir que nuestros compañeros se queden en el olvido.
Debemos conquistar que se impulsen asambleas democráticas con amplia participación, como parte del avance de la organización estudiantil. Solo así podríamos evitar que nuestras luchas sean traicionadas, pactando acuerdos a espaldas de la base estudiantil y con la injerencia de las autoridades universitarias y sus personeros. La juventud es la energía, la juventud es la memoria, el futuro está en nuestras manos.
Como lo hemos venido diciendo nuestros medios están a su disposición para la denuncia para la visibilizacion de la lucha. Y no solo ello, sino también para los debates, la discusión que genere acuerdos fructíferos que sean en pro de abonar a una solidez del movimiento estudiantil. Desde la Izquierda Diario, el Movimiento de los Trabajadores Socialistas, Pan y Rosas y la Agrupación Juvenil Anticapitalista (AJUA) estamos con ustedes y les acompañamos en su loable lucha.
¡Justicia para las y los estudiantes asesinados!