Los trabajadores de la empresa de energía y maquinaria para la industria vienen peleando hace años por distintas demandas. En estos días hicieron una asamblea histórica.
Lucho Aguilar @Lucho_Aguilar2
Viernes 29 de julio de 2016
Hace pocos días, en el barrio de Barracas (CABA) se realizó la primera jornada de asamblea general de trabajadores de Sullair. Con el propósito de fortalecer el colectivo los trabajadores de las 4 plantas se fueron reuniendo en distintos horarios pero con el mismo objetivo: que se cumplan sus demandas. Están cansados de que sean desoídas y postergadas por la gerencia.
Unas horas después, Iván Esquivel, el único delegado que tienen hoy los trabajadores, lo recuerda como “un día histórico”.
Sullair puede...
Sullair Argentina es una empresa dedicada a la fabricación, alquiler y venta de equipos para la construcción y distintas industria. Además se dedica a la generación de energía para diversos mercados en Sudamérica. Fue fundada en 1979 por los Oxenford, una familia con profundos lazos con el poder económico y político de entonces. Eduardo, padre del actual presidente de Sullair, se desempeñaba en esos años como director de YPF, para convertirse en 1981 en ministro de Industria y Minería de la dictadura de Roberto Viola.
Hoy la empresa es presidida por Alejandro Oxenford. Como revelaron los trabajadores, desde 2014 tiene ingresos por más de 2000 millones de pesos. Aunque gasta en salarios y cargas sociales menos del 5% de esos ingresos, se niega a atender la mayoría de los reclamos de sus empleados. Como dicen los trabajadores: “Sullair puede, pero no quiere”.
Un largo camino
Uno de los lemas de Sullair es “Ayudar a mejorar la calidad de vida, y por qué no, construir un mundo mejor”. Sin embargo, a sus trabajadores se las hace difícil. Esa costumbre de Sullair de imponer sus condiciones y rechazar cualquier reclamo obrero fue sembrando en muchos de sus trabajadores un malestar.
Cuenta Facundo, el primer delegado de la empresa. “Sullair en 33 años no había tenido nunca representación gremial y un encuadre más que polémico, porque fabrica, opera y distribuye maquinaria industrial, pero estamos en Comercio. Tiene un vínculo muy estrecho con el gremio. Los intentos de organización previos terminaron con despidos y purgas, entre ellos con los gremios de UOM y Camioneros. Comercio asesora a la empresa en la resolución de ese conflicto, y para blindar el encuadre resuelven acortar la brecha salarial y establecen un convenio complementario”.
Aunque por un tiempo el convenio complementario pudo aquietar las aguas, el crecimiento de la empresa y su avance sobre las condiciones de los trabajadores volvió a plantear el problema. “Con un grupo de compañeros veníamos viendo la necesidad de tener delegados. En Sullair siempre estuvo arraigada la costumbre de los jefes estableciendo premios y castigos para regular las relaciones laborales. Desde una secretaria del Sindicato, la de Asuntos Legislativos, nos abrieron el espacio, habilitando las elecciones. Toda la primera etapa fue dar cuenta de las necesidades y reclamos más colectivos. Sin embargo, la mayoría de los puntos no se pudo resolver por la intransigencia de Sullair”, agrega Facundo.
Lo que después de décadas sin representación para algunos significaba temores y desconfianzas, para muchos fue transformándose en adhesión y apoyo. Sin embargo, sigue Facundo, “también fue apareciendo un problema de convivencia pacífica con el Sindicato, porque su vínculo con la empresa se fortaleció. Pero nosotros también. Hoy hicimos una asamblea general, antes cada uno negociaba individualmente”.
Así fue como muchos trabajadores se fueron convenciendo de la necesidad de organizarse para enfrentar la prepotencia de la empresa y la complicidad de la cúpula del sindicato. Ivan Esquivel fue uno de ellos. “Estuvimos un año “escondiéndonos” para que no nos vuelen la cabeza. Hasta que convocaron la nueva elección. Nosotros queríamos tres delegados, que es lo mínimo que nos correspondía, pero pudimos sostener uno por esa misma convivencia de la empresa y el sindicato. El día que salgo electo fue importante porque pudimos demostrarle a la empresa porque no era todo como ellos pensaban”. En la segunda elección la empresa presentó un candidato propio, al que le dio las facilidades y prebendas que nadie había tenido antes. Sin embargo, los trabajadores olieron, de lejos, la maniobra.
Luego del intento derrotado, la empresa volvería a sus viejas prácticas antisindicales.
Premios y castigos
Desde sus inicios, Sullair había difundido la idea de que si entraba el sindicato se perderían ciertos “beneficios”, que en el fondo eran relativos. En muchos casos se trataba de premios y castigos decididos por los jefes. O era el mismo Oxenford que andaba por la fábrica. “Pero en la experiencia práctica los trabajadores fueron viendo que no había trayectoria ni desempeño laboral que los dejara por fuera de la “racionalización” de la empresa. Niveles de productividad, ritmos, objetivos”, recuerda Facundo.
Y agrega Ivan, “en términos antisindicales, el cambio es cuando se produce la elección de delegados. Todo aquello que la empresa identificara como un apoyo a la organización gremial era hostigado o se tomaban represalias. Había compañeros que no se querían acercar al delegado porque después venía algo”.
Las actitudes antisindicales llegaron al despido de varios trabajadores. “Compañeros que encarnaban algún reclamo, enseguida buscaban como provocar su salida” recuerdan ambos.
Cuando la empresa vio que no podía evitar la existencia de delegados elegidos por los trabajadores, decidió hacer como si no existieran. “Nos negaron una mesa de negociación con capacidad de resolución. A veces se abrieron canales para cuestiones menores, pero para abordar los reclamos más sentidos jamás nos reconocieron como interlocutores, y por el contrario siempre ubicaron como interlocutores a la cúpula del sindicato. Presentamos denuncias en el Ministerio de Trabajo, pero que fueron instancias nunca reconocidas por la empresa”.
El ninguneo fue combinado con el hostigamiento. No solo a los trabajadores, a quienes les tocaban premios y castigos según la cercanía con la empresa o con el delegado. Sino campañas de desprestigio como la que intentaron durante las últimas vacaciones de Iván. “Siempre buscan pegar, pero cada vez duele menos, y además nos permiten responder con más fuerza" dice con confianza.
Reclamos sentidos
Desde que comenzaron a organizarse, consiguieron algunos reclamos que la empresa quiso evitar que aparezcan como conquistas de la organización. Pero la gran mayoría de las demandas de los trabajadores de Sullair siguen insatisfechas. Ninguneadas.
“Los reclamos más sentidos – cuenta Iván – empiezan por la integración de un comedor en planta. Para la empresa es una bandera política casi, que no quieren arriar. También el plus por manejo. Hay compañeros que manejan 800 kilómetros cada semana, sin hablar que van a las provincias. Además reclamamos la redistribución de los viajes al interior, hay quienes los necesitan y no se los dan, y a otros que por castigo los hacen viajar todo el mes. También tendrían que contemplar a los administrativos en el convenio complementario; la gran mayoría cobra un 30 o 40% menos que los técnicos. Y hay muchos que están fueran de convenio, lo que es un fraude laboral, porque se trata de empleados que no tienen gente a cargo. Después, la ampliación de categorías. En muchos casos tenemos dos categorías, y cumplimos muchas funciones que el convenio complementario no dice”.
Otro de los reclamos pasa por las condiciones de seguridad e higiene. “Dentro de la oficina que mandan las órdenes no saben lo que es ’estar en la batalla’, estar metido en una máquina, un compresor, trabajando en altura. Tenés que andar arriba de contenedores, tirar cables de 60 metros, cargar baterías de mucho peso”. En cada una de esas humillaciones y esas ’batallas’ los trabajadores de Sullair van masticando bronca. ¿Hasta cuándo?
Un día histórico
Hace pocos días, como contábamos al principio, se realizó una asamblea general de Sullair, organizada en las distintas plantas. “Hoy fue el tercer día más importante en la vida gremial”, cuenta Iván. “Hicimos una asamblea general, donde convocamos a más de 150 compañeros entre las cuatro plantas. Todos los técnicos pararon y fueron a la asamblea, e incluso fueron administrativos. De esto sacamos tres temas, esenciales para crecer colectivamente. El primer es un plan de acciones escalonado a la empresa. En las tres asambleas el voto fue casi unánime. El segundo punto que apoyó la asamblea fue que seamos más delegados, cuestión que vamos a reclamar ante el sindicato y el Ministerio, donde ya tenemos abierto un expediente al respecto. Hoy tenemos un sólo delegado, y estamos hablando de 4 plantas, 600 trabajadores, entre los convencionados y los que están fuera de convenio. La idea es en algún momento organizar a los trabajadores de Sullair en todo el país. Tercero fue crear una comisión interna de seguridad e higiene, del trabajador para el trabajador”.
Quieren que la empresa atienda sus reclamos. Que la cúpula del sindicato deje de mirar para el costado. Facundo e Iván no hablan por sí solos. Son la voz de cientos de trabajadores que hacen andar esas máquinas, esos compresores que alimentan líneas de producción, las máquinas de movimiento de suelo y plataformas que abren caminos y auxilian a la explotación minera y petrolera, esos generadores, que a su vez hacen andar a otras máquinas de otras grandes empresas. ¿Qué sucedería si un día los hombres que hacen funcionar a esas máquinas, que hacen funcionar a otras máquinas, dejan caer sus brazos, sus herramientas?
Lucho Aguilar
Nacido en Entre Ríos en 1975. Es periodista. Miembro del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 2001. Editor general de la sección Mundo Obrero de La Izquierda Diario.