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Red Internacional
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Entrevista. Taborda Varela: “En 2021 Alberto Fernández armó lista en Córdoba con el ‘aulet’ del cordobesismo, y así le fue”

Domingo 16 de octubre de 2022 07:19

LID: En el prólogo de tu “Ambidiestra” hablabas de la “Córdoba del acuerdo”, donde pareciera haber triunfado la política del consenso, una forma de negación de la política. ¿Alrededor de qué ejes considerás que giró ese consenso en el régimen político provincial los últimos años y cuáles son sus actores centrales?

JCTV: El principal eje, pero no el único, es la conservación del poder. Una conservación que, en primer lugar, y al modo de un anticuerpo purificador, repele lo diferente y lo extraño. Y que en aras de su supervivencia y en condiciones extremas, cuando percibe riesgos que alteren el orden establecido, fagocita al factor exógeno para finalmente incorporarlo. Desde el ‘83 a esta parte, todas las terceras opciones, desde la centro izquierda ultra moderada del PI y el Frepaso a la derecha de la UCD, pasando por el centrismo progre del Partido Nuevo, fueron incorporadas a una de las dos expresiones del mismo acuerdo: UCR y PJ, socios mayoritarios de un sello nunca registrado. Conservación del poder, supervivencia política y administración burocrática de lo público con el fin primero de garantizar un modelo productivo concentrado y cada vez más primarizado que sea, a su vez, garante del orden que mantiene esta paz mortecina.

LID: La dinámica política de los últimos años muestra que los intentos de construir “terceros partidos” terminó en experiencias más o menos integradas al bi-coalicionismo provincial. ¿Cómo ves en este sentido la relación política entre el peronismo oficialista y el kirchnerismo local?

JCTV: El kirchnerismo local está compuesto por actores que provienen del peronismo en su vectores orgánicos (Caserio, que descubrió el kirchnerismo cuando murió De la Sota) e inorgánicos (Estevez, de quien no tengo registro que haya estado en las filas del PJ local y amanece a la política con los cambios generados por el tamden Néstor y Cristina) más sectores que podríamos llamar progresistas no (necesariamente) peronistas (un ex PC como Eduardo Fernández y un dirigente universitario como Pablo Carro, cuyo primer voto fue a Alfonsín). En el medio el clerical Martín Gil, que fue cristinista, dejó de serlo, volvió a serlo. Con esto quiero graficar que no hay algo que podamos identificar como “kirchnerismo cordobés”, sino más bien un conjunto de hombres y mujeres que añoran los tiempos idos entre 2003 y 2015 y que en Córdoba nunca jamás sucedieron. Ahora, en esa composición sui generis, hay un sector que añora tanto aquellos años como la posibilidad de que Schiaretti al menos los mire, los nombre, los convoque mínimamente en un sueño. Ese deseo es el que perseguía también Alberto Fernández en los albores de su gestión, Natalia De la Sota incluida. A Fernández le tomó un par de años saber que acá, en el pejotismo cordobés, no lo quieren porque no lo necesitan porque eso dicen las encuestas y recién ahí dejó de intentar. Para molestar, armó una lista en 2021 con el aulet (permitanmé el cestellanizado) del cordobesismo. Así le fue. Qué decir de la frustrada candidatura de Carro, bajada de imprevisto para no interceder en la suerte de Unión por Córdoba. Aún esperan el llamado de agradecimiento. También es cierto que hay un sector opositor a Schiaretti, pero la no autonomía local deposita todas las resoluciones en Buenos Aires. Lo que allá se decide acá se hará.

LID: ¿Ves fenómenos que pongan en crisis ese consenso del que hablabas?

JCTV: Schiaretti está pasando, posiblemente después de la denuncia de fraude de su primer triunfo, el momento más incómodo de sus gestiones. Los cambios en el gabinete, si bien fueron para ocultar (o quitarle dramatismo) a la decapitación simbólica de Mosquera, obedecen a un movimiento de suelo que pocas veces ha ocurrido en el oficialismo y que expresan que, por más que lo disimule, el gobernador surfea olas difíciles. Ahora, que eso ponga en riesgo al cordobesismo: definitivamente no. Es evidente, en estas situaciones y en tantas otras, cómo la convivencia cuasi pornográfica de la UCR y el PJ atenta contra la propia democracia. Ante situaciones de gatillo fácil y asesinatos de bebés, cualquier oposición que espera el poder hace más de 20 años habría levantado las banderas del pronto recambio. Pero lejos de eso, el radicalismo de Córdoba se compadece del gobernador y lo acompaña, manso, como un amigo, a atravesar esta crisis. Se sostienen de la mano: nadie debe caerse.

LID: ¿Cómo ves el escenario electoral para las elecciones a gobernador en 2023?

JCTV: Con el cordobesismo triunfador con el 85% de los votos. Ya veremos si Llaryora como representante de un conservadurismo new age piamontés o algún representante de la coalición elitista radical. Eso es lo de menos. En las últimas elecciones, el comportamiento electoral de la ciudadanía cordobesa ha dejado en evidencia que la derecha tiene mucho para seguir festejando en Córdoba.

LID: Últimamente comenzamos a ver cambios novedosos para la relativa estabilidad que primó los años recientes en Córdoba. Un gobierno que enfrenta crisis sobre pilares centrales como la política de seguridad y la gestión de la salud que llevaron a cambios de ministros, la intervención nacional de una CGT provincial que venía plenamente controlada por el Schiarettismo, la irrupción de la lucha docente en el contexto de un escenario social y laboral crítico. ¿Ves elementos de fin de ciclo del peronismo en el gobierno?

JCTV: Poniendo el foco en los elementos descriptos, arriesgaría un sí. Pero la acción política precisa, siempre, de perspectiva. Y el peronismo que supieron construir De la Sota y Schiaretti, en base a alianzas con el poder económico primario e industrial más el reducido universo mediático de Córdoba y en conjunto con la UCR en modo ‘osito de Taiwan’, le han ofrecido una estabilidad y capacidad de resucitamiento que no deja de sorprender. La otra pregunta es: ¿por qué los poderes -económico y clerical-, que sostienen a Hacemos por Córdoba, optarían por restarle el apoyo al partido gobernante? La respuesta que dan es muy clara: no necesitamos un Juntos por el Cambio: lo que podrían hacer por nosotros ya lo hace el peronismo local. Sigamos así en paz.