La nueva tala de árboles al interior del Campus Juan Gómez Millas vuelve a poner en el debate quiénes toman las decisiones en la Universidad de Chile.
Martes 30 de enero de 2018
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Dentro del “apagón cultural” de la dictadura, uno de los hitos que marca el desmembramiento de la antigua Universidad de Chile, es la ruptura con el Pedagógico y por lo tanto la necesidad de reubicar a las “Humanidades” en un nuevo campus: Campus Juan Gómez Millas. La situación de “allegados” en el que alguna vez fue el campus de Ciencias, la reproducía el gobierno universitario: el mantenimiento e infraestructura de las instalaciones era muy inferior al de las disciplinas más valoradas por el régimen, como ingeniería o economía. Esta situación se mantiene durante los primeros gobiernos de la Concertación.
10 años ya lleva en marcha el famoso “Plan Bicentenario”, proyecto de “revitalización de las Humanidades, Artes, Ciencias Sociales y de la Comunicación”. Dicho plan surge desde la necesidad imperiosa de rectoría de apaciguar la notoria precariedad del campus Juan Gómez Millas, conocido por su tradición de movilizaciones, entre otras cosas, por las condiciones de estudio. La Iniciativa Bicentenario buscaba “llevar estas disciplinas al más alto nivel de excelencia, eficiencia, pertinencia y pluralismo; de manera de ejercer un efecto (...) sobre todo el sistema universitario público, convirtiendo a JGM en un campus modelo a nivel nacional”.
Sin embargo, no mostraban la letra chica: la reestructuración de las mallas, dirigida hacia un modelo de desarrollo de competencias, precariza subterráneamente los pregrados. La construcción de un centro cultural en el actual espacio de la facultad de Filosofía y Humanidades incorpora la eliminación de las rejas, ya que, en palabras del académico Pablo Oyarzún el día 4 de septiembre de 2017 al diario de los empresarios, El Mercurio: "Esta es una universidad pública y no puede estar encerrada detrás de rejas. Por eso queremos expresarlo en esta plataforma cultural, que va a estar abierta a la ciudad (...) (pero las rejas) también protegen a los encapuchados de la policía. De hecho, los carabineros botan las rejas para entrar. En cambio al estar abierto, hay más posibilidades de perseguir a estos antisociales”.
Pese a las mejoras notorias de infraestructura de estudio, se debilitaron los espacios comunes de encuentro estudiantil y hoy, surge como noticia una nueva tala de árboles en el otrora “campus-parque” que tanto recalca el Plan de Desarrollo Institucional.
Si bien es cierto que el campus Juan Gómez Millas requiere de mayor financiamiento y capacidad de infraestructura, extensión e investigación, el desarrollo y discusión de este proyecto requiere la participación activa de toda la comunidad universitaria en su conjunto, de lo contrario estos avances solo engloban aspectos estéticos de la vida universitaria sin considerar demandas claves como el fin del subcontrato en los casinos o el traspaso a planta de académicos/as y funcionarias/os que llevan años luchando contra la inestabilidad laboral, dejando la discusión del fortalecimiento de las facultades en meros términos infraestructurales y de porcentaje de doctorado por profesor, siguiendo una lógica de mejoramientos institucional en términos mercantiles.
Este proyecto nos enseña cómo entienden hoy las autoridades universitarias el rol público: La creación de un edificio sin rejas, cuando las y los estudiantes hemos dejado en claro en las calles y durante muchos años que la educación pública tiene como condición necesaria la educación gratuita como derecho universal asegurado por el Estado y el acceso irrestricto a la universidad como derecho social, porque solo así estaremos abriendo las puertas realmente a los hijos e hijas de la clase trabajadora.
Mientras se presenta la inauguración del centro polideportivo en el campus Juan Gómez Millas como un triunfo en términos de esparcimiento estudiantil, la disminución continua de las áreas verdes va en directo detrimento de los espacios de organización y de calidad de vida en la universidad, para los tres estamentos.
La simple tala de árboles, no es tan simple: es expresión de un modelo de administración y gobernanza universitaria adaptada al mercado en la educación y por consiguiente, su capacidad transformadora queda reducida a una frase para los días de fiesta.
A la luz de un próximo gabinete de derecha dura y conservadora, hasta nuestros derechos más mínimos se ven amenazados, y en esa misma línea, elementos de los que tanto se ha abanderado la Universidad de Chile como lo es la democracia universitaria, toman centralidad para pensar los futuros 4 años bajo el gobierno de Piñera, quien considera -aun hoy diga lo contrario- la educación como un bien de consumo.
El cogobierno universitario como salida política y respuesta práctica ante un escenario incierto, es precisamente lo más necesario, y nos cabe como tarea a toda la comunidad universitaria proyectar un camino viable hacia una Uchile realmente democrática: con elección universal de las autoridades unipersonales como rectoría y decanatos, con representación de voz y voto de los tres estamentos en el gobierno de la universidad y así ser un ejemplo para las universidades de Chile, en la batalla por transformar la educación y la sociedad.
El llamado desde Vencer es claro. Creemos que las decisiones de la Universidad, el control político y administrativo debe recaer sobre los hombros de quienes construimos día a día en el espacio educativo: docentes, funcionarios, estudiantes. Unidas y unidos, pensamos que es posible conquistar una Universidad gratuita, democrática y no sexista, al servicio de las y los trabajadores, el pueblo pobre y los sectores que hoy aún no cuentan con el acceso a la educación superior.