El autor reflexiona acerca del rol de los intelectuales, los comunicadores y la educación a partir de las protestas suscitadas por el tarifazo en Argentina y otras experiencias.
Viernes 19 de agosto de 2016
La sociedad del siglo XXI se encuentra empantanada en la decadencia y la subordinación de grandes grupos hegemónicos corporativos. La capacidad de reacción de las masas se ha visto diezmada y, aun de los pocos casos observables, carente de un programa o modelo de cambio concreto. Si bien se observan multitudinarias protestas a nivel mundial y local, las reivindicaciones terminan siendo de poco vuelo. En los últimos tiempos se han observado, principalmente en Francia, movilizaciones de masas de millones de personas de las que el mundo parecía haber olvidado. Sin embargo, el motivo de la dicha movilización, la abolición de un decreto de flexibilización laboral, no logra romper el cerco del cambio social. Esto introduce dos alternativas: 1) el pueblo francés no pretende cambiar el régimen laboral en sí, sino volver a las viejas condiciones o 2) la carencia de formación intelectual para un cambio profundo de las condiciones de base. Asumiendo la hipótesis de que el decreto sea abolido, la movilización de masas sufriría una sensible baja dejando quizás a los pocos elementos realmente involucrados en el cambio social huérfanos del acompañamiento de las masas.
Es un tema muy trillado y discutido establecer si las masas tienen una voluntad (expresada por una comunión de voluntades en pos de un objetivo único) o si son una suma de voluntades. Lo cierto es que las voluntades están determinadas por la experiencia, la memoria colectiva y la conciencia social. En la medida en que esta memoria comienza a ser olvidada (o resignificada de forma errónea), las voluntades de las masas comienzan a verse diezmadas, divididas y en constante retroceso. En este sentido, las clases subalternas se enfrentan a un constante bombardeo mediático, cultural, educativo y de discurso institucional (estatal) sobre esa memoria de la experiencia colectiva.
Observando el caso argentino, el aumento de las tarifas de los servicios públicos, ha encendido la llama de las clases medias y bajas. Repetidas veces en la historia de nuestro país se han enfrentado a problemas similares pero el olvido colectivo forzado por las clases dirigentes sobre las clases subalternas vuelve siempre el problema a foja cero. Cabe preguntarse cuál sería la reacción de la sociedad ante un freno al tarifazo o un aumento menor de las tarifas. Seguramente el movimiento de masas despertado se vea diezmado y quien pueda pagar dejará de solidarizarse con el que no pueda hacerlo, manteniéndose en esta postura hasta que se vuelvan a aumentar las tarifas y se haya olvidado la experiencia anterior. Quizás lo más correcto sea la de la nacionalización de los servicios públicos, quitando de lado a las empresas monopólicas que se cargan de pesados subsidios y tarifas elevadas sin retribuir un servicio de calidad. Aunque las alternativas pueden ser diferentes a un simple reclamo tarifario.
En este sentido, se observa que la movilización de masas, puede tener potencia numérica pero no ideológica (en el sentido de la potencia y profundidad del reclamo). Es necesario que las sociedades entonces logren resistir y vencer ante la avanzada hegemónica sobre la memoria colectiva y experimental. Para ello es fundamental la tarea de los intelectuales y comunicadores comprometidos con el cambio social y la superación del sistema de subordinación. Las sociedades necesitan recuperar su pasado y este es un papel que la escuela como institución de dominación estatal no puede hacer. Para ello es fundamental la tarea militante de organizaciones políticas, sociales, barriales con independencia del aparato del estado y que puedan brindar las herramientas para el pensamiento crítico del conjunto social.