Salvo que haya una respuesta a sus demandas antes del sábado 26 de enero, éste será el día en que taxistas de Barcelona con la ayuda de los chalecos amarillos franceses amenazan con cerrar la frontera francesa.
Martes 22 de enero de 2019 15:43
Al parecer las conversaciones entre taxistas y chalecos amarillos están muy avanzadas y con buena sintonía entre ambos colectivos, como se pudo ver el pasado lunes cuando los taxistas presentes en la manifestación se vistieron con chalecos amarillos emulando a los franceses frente al Parlament catalán.
La intención es internacionalizar el conflicto en el quinto día de huelga en Barcelona, segundo en Madrid. Sería la primera vez, en mucho tiempo, que un sector social como el taxi busca la alianza con un fenómeno tan popular y anti régimen como el francés.
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Esta medida de fuerza se debe al encallamiento del conflicto con el Govern por la regulación del sector de los VTC (Vehículos de alquiler con conductor). Desde hace días en Barcelona los taxistas mantienen cortada la Gran Vía, mientras los VTC están varados en Diagonal, ocupando los dos sentidos de la marcha.
La idea principal del Govern de la Generalitat sería ir allanando el camino a la entrada de los VTC en el negocio del Taxi, facilitando un gran negocio para los dueños de Uber y Cabify. Cuando sus chóferes a duras penas logran reunir algo más de 1.100€ al mes. La misma situación se vive en Madrid. Lamentablemente, el “ayuntamiento del cambio” en Barcelona se lava las manos tratando de no ensuciarse ante la propuesta del Govern, pero tampoco sin defender a los trabajadores.
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Al mismo tiempo, las burocracias sindicales favorecen a las patronales mientras dividen a los trabajadores, como hizo UGT firmando un acuerdo con los grandes empresarios de las VTC en Madrid en octubre.
Para los trabajadores asalariados del taxi el conflicto es complejo y contradictorio. Ya que para muchos esta situación implica poner en peligro al taxi como forma de vida, lo cual para una parte importante de trabajadores y pequeños propietarios es lo único que han conocido. Por otra parte, en la protesta también se expresa un amplio sector de empresarios que utilizan la gestión de las licencias como un negocio y se nutren del trabajo de los asalariados, a los que someten a unas condiciones de gran precariedad. Un escenario que en muchos casos termina en un enfrentamiento entre trabajadores, y no en una lucha común contra las patronales, sean pequeñas, medianas o grandes.
Como explicaba a ID un taxista asalariado de Madrid en declaraciones durante la pasada huelga de mayo: “Como trabajador del taxi creo que sería necesario unir nuestras fuerzas con los conductores de Uber y Cabify, que también se encuentran en condiciones precarias, y luchar contra las patronales por un convenio justo para todos, con un salario fijo entre 1300 y 1400 euros al mes con vacaciones incluidas y jornadas de 8 horas”
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