El Teatro Nacional Cervantes abrió sus puertas con la participación de referentes e intelectuales del movimiento de mujeres. El título del evento, “Asamblea de mujeres” remite a una obra literaria del siglo XII.
Martes 26 de marzo de 2019 18:31
El Teatro Nacional Cervantes (TNC) inauguró el año 2019 con sus butacas repletas de mujeres. Fueron 11 horas de charlas, exposiciones, preguntas entre otras actividades. Participaron reconocidas referentes, como Rita Segato, Nora Cortiñas, Dora Barrancos y Diana Maffía, entre otras.
El debate más candente llenó la sala gigante del Cervantes. Rita Segato cuestionó una vez más, las estrategias feministas punitivistas que proponen dormir con un abogado bajo la almohada -como el movimiento #MeToo de Estados Unidos-, exponiendo de esta forma la impotencia de esta propuesta cuando partimos de un punto por demás conocido: que la justicia es desigual y patriarcal.
Por otro lado, también hizo eco de una alerta al movimiento de mujeres: el peligro de caer en el “linchamiento moral esponteísta en las redes” ya que no admite el justo proceso. Diferenció este método, del escrache de hijos e hijas contra los genocidas de la dictadura del ‘76, basados en la investigación y la certeza previa acerca de los genocidas. Diana Maffía, también habló de la necesidad de construir otras formas de reparación de las relaciones entre los géneros, que no sean las punitivistas.
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Lo que hay detrás del título “Asamblea de mujeres”
Algunas se preguntarán porqué se llamó “Asamblea de mujeres” a una jornada de charlas, donde en la mayoría de los casos se trató de algunas mujeres hablando, y la gran mayoría escuchando.
Con ese título, se retomó el título de la comedia de Aristófanes, un autor del siglo IV antes de Cristo que se imaginó qué hubiera ocurrido si las mujeres hubieran decidido sobre los asuntos públicos. En la obra, las mujeres se disfrazan de hombres para lograrlo. Resulta tragicómico que en el siglo XXI nos estemos haciendo la misma pregunta. Una primer respuesta, podría encontrarse a la vuelta de la esquina: hace poco, miles de mujeres repudiaron enérgicamente a una democracia podrida por estar “a favor de las dos muertes” diría Rita Segato, en una de las charlas.
Las mujeres habían decidido sobre un asunto bien público, pero no entre dinosaurios. Es que existen referentes en el movimiento de mujeres que plantean la necesidad de acceder al Parlamento para conquistar nuestros derechos. Si en el 392 a.c las mujeres imaginaban vestirse de hombres para poder participar de la política, en el 2019 hay quienes opinan que para hacerlo, no queda otra que caminar entre dinosaurios. No se disfrazarán de hombres, pero el medio necesario para participar de la política es disfrazar de progresistas a quienes son férreos enemigos de las mujeres. Al kirchnerismo, que fue responsable de miles de muertes por abortos clandestinos durante la “década ganada”. A Juan Grabois, el mejor amigo del Papa, amante de la institución que llamó “nazis” a quienes exigían aborto legal.
Desde otra sala del Cervantes Mónica Tarducci habló de una limitante crucial para que las mujeres tomaran parte de la política: La Iglesia católica. Manifestó que el aborto es una “lucha política que define en este momento” ya que “Si el aborto no es legal, estamos condenando a una maternidad forzada a las mujeres” [...] “Hay que ganarle a la cultura perimida, misógina y conservadora que impide ese derecho. Y ahí tiene que ver la Iglesia católica, es LA enemiga de las mujeres lo ha sido históricamente. La iglesia como tal nunca va a apoyar el aborto. Porque es el último baluarte de la reacción”, dijo.
En la sala principal, con unas 700 personas, se daba un debate relacionado con lo anterior: el movimiento de mujeres, ¿tenía que acudir a las instituciones del Estado o apoyarse en las propias fuerzas, esas que vienen construyendo hace décadas?
Y es verdad que la justicia es patriarcal. Pero también es de clase, ya que representa los intereses de la clase social que sostiene al capitalismo: la burguesía. Desligar el carácter de clase de la justicia y aún más del Estado, puede llevar a la idea de que es posible reformar estas instituciones despojándolas del patriarcado con solo algún tipo de “revolución cultural”. Pero el patriarcado está intrínsecamente ligado al sistema capitalista. Pensar que el patriarcado "se va a caer" sin deshacernos de un sistema profundamente desigual y explotador, no es más que una utopía.
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Las ausentes de todo panel
En la obra de Aristófanes, la protagonista es una mujer que trae a colación un tema muy bastardeado en la actualidad. Su nombre es Praxágora, y ubicada al frente de las mujeres de Atenas, pone en pie una organización socialista, donde todos los bienes son colectivizados. Este planteo respondía a la gran crisis social que afectaba a la ciudad. Paradas en un país con 12 millones de pobres, el Cervantes podría haber retomado, no solo la forma organizativa de las mujeres en una asamblea, sino también, el contenido político del planteo de Praxágora.
Sin embargo, este tema fue nuevamente negado, como bien puede esperarse, en primer lugar, de la gestión macrista. El año pasado, las butacas se habían llenado para conmemorar al gran pensador y revolucionario Karl Marx. Y solo conmemoraron, su análisis político de la realidad, pero no su propuesta transformadora: la necesidad de una revolución social para acabar con un sistema profundamente desigual y explotador.
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Un año el Cervantes se pinta de rojo, otro año de verde. La gestión del Cervantes, dependiente del Ministerio de Cultura, en coproducción con el Goethe-Institut un año decide excluir de sus paneles a los y las intelectuales con militancia orgánica en la izquierda partidaria; otro año excluye a las referentes de los agrupamientos de mujeres socialistas revolucionarias. Y la decisión de excluirlas, no posee ni un atisbo de ingenuidad: la gestión macrista no tenía ningún interés en que se hable de cambiar radicalmente al sistema social actual. Por eso, todos los paneles elegidos, fueron atravesados por el mismo horizonte: mejorar un poco al capitalismo, nunca derribarlo.
Algunas podrán argumentar que Rosa Luxemburgo estuvo presente. Y es verdad. Pero lo hizo de la misma forma que Marx el año anterior: quitándole todo filo político y actualidad para las peleas que competen hoy, a todas las mujeres que participan de movimientos y organizaciones políticas que quieren cambiar a este sistema.
Cuando el futuro parece ensombrecer cualquier proyecto emancipador, cuando aumentan la injerencia del imperialismo en el país, cuando avanzan gobiernos misóginos, de derecha y conservadores por toda Latinoamérica, urge para el movimiento de mujeres poner en cuestión tanto al capitalismo que todo lo destruye, como al patriarcado que todo lo oprime. Eso es lo que expresan en los hechos, en sus propias vidas, las mujeres que se ponen de pie ante el ajuste y los ataques a sus condiciones de vida, como en Coca Cola, en la cooperativa Madygraf, como en la lucha de las que exigen el aborto legal para que no sigan muriendo las mujeres jóvenes, trabajadoras y pobres.
En un sentido, el evento, que fue un importantísimo hecho político, formalizó la jerarquía que tiene la reflexión de los feminismos en el escenario político actual. Sin embargo, tuvo también otro costado, que plantea la necesidad de pintar todos los espacios de verde y de rojo a la vez, la necesidad de abrir el debate y de avanzar en los encuentros del feminismo y la lucha por el socialismo, por la emancipación de toda la humanidad.