Montaron un reality sobre la búsqueda de una niña que no existió. Para la pose de Peña, de Aurelio Nuño, y de la Marina. Para la pose de los que aplican las reformas estructurales y desaparecen estudiantes. Así operan los medios al servicio del poder.
La Izquierda Diario México @LaIzqDiarioMX
Jueves 21 de septiembre de 2017 20:17
El emporio favorito de comunicación para los poderosos, Televisa, desplegó el reality de Frida Sofía, en el Colegio Enrique Rébsamen, uno de los epicentros de la tragedia en la Ciudad de México. Según este medio, ampliamente repudiado, Frida Sofía tuvo 7 años, luego 12. Supuestamente mantenían comunicación con ella, pero se sucedían las contradicciones: el nombre, la edad, los hechos, dónde estaba.
El edificio colapsado no era no apto para temblores fuertes. Su existencia se debe a la colusión entre funcionarios de la delegación Tlalpan, empresarios de la constructora, los propietarios del colegio y también de las autoridades de la Secretaría de Educación Pública que aprobaron el funcionamiento de ese establecimiento educativo.
Allí, murieron según datos oficiales 25 niños. A otros los pudieron rescatar. Pero el subsecretario de la Marina tuvo que reconocer públicamente que tras cotejar las listas de los alumnos de la escuela, no había ninguna niña llamada Frida Sofía.
Ese es el escenario que eligió Televisa para desplegar una fábula que tenía como protagonistas al repudiado secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, el aplicador de la reforma educativa a sangre y fuego, y a la secretaria de Marina, conocida por participación en torturas y desapariciones. Una fábula en la que los brigadistas voluntarios fueron desplazados por los militares y se convirtió en el centro de la transmisión y la cobertura de Foro TV.
Fue Danielle Dithurbide la reportera de Televisa la principal conductora de este circo funesto, que según numerosas críticas en redes sociales, recordaba a la telenovela La Rosa de Guadalupe y también escenas de los terremotos de 1985 y de manipulación mediática para que las mayorías reduzcan la tragedia a esa escuela y que depositaran su esperanza en el rescate de una niña fantasma. Una remake de la historia de Mochito, el niño atrapado en una casa en La Merced en 1985, quien nunca apareció y fue una novela creada por Televisa en esa otra tragedia.
Señaló el portal Aristegui Noticias “La niña que se llamaría Frida se volvió la heroína sin rostro de una tragedia necesitada de símbolos y de las televisoras hambrientas de rating.”
Pero no es el rating un fin en sí mismo, sino un beneficio extra. Hasta los recientes sismos, Peña Nieto tenía 22% de aprobación por parte de la población. Llegó la tragedia, y el presidente cuya figura fue construida en parte por Televisa, vio la oportunidad de reinventarse y reinventar a instituciones como la Marina y la Secretaría de Educación Pública.
Así, los funcionarios que ganan salarios millonarios por entregar los recursos de México a las trasnacionales y reciben además generosas recompensas por sus gestiones por parte de los CEO’s, son los mismos que ahora posan para la foto mientras el olor a muerte se empieza a sentir.
Son estos altos funcionarios los que impusieron las reformas laboral, energética y educativa. Son los responsables políticos de la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa, de la represión contra el magisterio combativo que enfrentó en las calles la reforma educativa.
Quieren capitalizar la tragedia. Quieren mejorar su imagen y sofocar la organización y la participación popular desplazando a los brigadistas voluntarios, que fueron los primeros en llegar y quienes de verdad han dado y dan todo de sí. No lo podemos permitir. Ninguna confianza en el gobierno de Peña Nieto y los partidos que gobiernan al servicio de los empresarios. Ninguna confianza en los medios del poder, que criminalizan la protesta social y montan teatros perversos ante las catástrofes.
Como planteamos acá “En vez del ejército -responsable de la masacre del 68’, de la “guerra sucia” y de la desaparición forzada los 43 normalistas de Ayotzinapa-, proponemos la organización de las labores de rescate y de atención a los damnificados por especialistas, organizaciones de la llamada sociedad civil y los sindicatos que se reivindican democráticos. Para que nadie se quede sin hogar, hay que exigir un plan emergente de obras públicas y vivienda, financiado mediante impuestos a las grandes empresas, la reducción del salario de los altos funcionarios y el no pago de la deuda externa.”