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Homenaje. Teresa Laborde Calvo: “En 1985 mi mamá quedó desilusionada con el Juicio a las Juntas”

La hija de Adriana Calvo habla sobre su madre, sobre el impacto que produjo la película “Argentina, 1985” y da su visión del presente. En conversación con La Izquierda Diario, Teresa busca reponer algo que se encuentra ausente en la película: la organización, la solidaridad y la lucha en las calles. En un nuevo aniversario del fallecimiento de Adriana, sus lecciones de lucha están más vigentes que nunca.

Gloria Pagés

Gloria Pagés @Gloria_Pages

Lunes 12 de diciembre de 2022 09:01

“Señor Presidente, -dirigiéndose a León Arslanián- ese día hice la promesa de que si mi beba vivía y yo vivía iba a luchar el resto de mis días porque se hiciera justicia.” Así fue. Adriana Calvo vivió luchando y cumplió esa promesa desde el día que fue liberada del infierno. Un mérito de "Argentina, 1985" es que ahora a Adriana la conocen cientos de miles que vieron la película, y solo vieron un pedacito de lo que fue una persona llena de vida y ejemplo de perseverancia contra el escepticismo, la desmoralización, el mal menor o el “no se puede”.

Su beba hoy es una mujer llamada Teresa Laborde Calvo que se planta para “aportar su granito de arena” y que generosamente conversó con La Izquierda Diario sobre su mamá, la película y su visión del presente. Es, junto a sus hermanos Martina y Santiago, querellante en el juicio llamado de las “Brigadas”, por los crímenes cometidos en los Pozos de Banfield, de Quilmes y la Brigada de Lanús, conocida como “El Infierno”.

Sin aviso, la llegada al mundo de la beba que nació presa está siendo expuesta ante millones de personas, y es algo que va procesando de a poco; nos dice que, empujada al ruedo por la película y el suceso cinematográfico en que se ha convertido, decidió “aprovechar esta visibilidad y tomar la posta para relacionar la impunidad de ayer y la de hoy, que era lo que siempre decía mi mamá: los malos ganan cuando las buenas y los buenos no hacemos nada por impedirlo. Así que esta es mi manera de aportar el granito de arena”. Y en esa línea resalta las represiones de la Bonaerense como la que se vio en la cancha de Gimnasia en La Plata y el hostigamiento que está sufriendo la comunidad mapuche en la Patagonia, con mujeres detenidas y una de ellas a la “que hicieron parir a una mujer lejos de su cultura, rodeada de policías, eso es una violación a los derechos humanos”. Vuelve a citar a Adriana, que siempre se destacó por su claridad en establecer una permanente línea entre el pasado y la actualidad: “como decía la vieja, la impunidad trae más impunidad”, dice con énfasis, “ y en el Juicio a las Juntas se generó la impunidad y eso se perpetuó. Esto es lo que está pasando ahora”.

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Adriana Calvo fue la primera sobreviviente de la dictadura en declarar ante la Cámara Federal en la imponente Sala de Audiencias del Palacio de Justicia de la calle Talcahuano. La misma sala donde se filmó la película "Argentina, 1985".

Adriana Calvo durante su declaración en el Juicio a las Juntas, 1985
Adriana Calvo durante su declaración en el Juicio a las Juntas, 1985

“Se llama al estrado a Adriana Calvo de Laborde”, dice el secretario del Tribunal la mañana del 22 de abril de 1985. Camina firme, atraviesa la enorme sala hasta sentarse frente a un tribunal imponente. Elevados por encima del resto de los mortales, en una plataforma, estaban los jueces Jorge Torlasco, Ricardo Gil Lavedra, León Carlos Arslanián, Jorge Valerga Aráoz, Guillermo Ledesma y Andrés D’Alessio. El salón está repleto, en los palcos, los genocidas y sus familias como hienas agazapadas. Su tremenda declaración de casi dos horas fue escuchada en un profundo y doloroso silencio, interrumpida por algunas preguntas del juez Guillermo Ledesma.

“Nadie allí pudo mirar a los ojos del otro por un buen rato y, al mismo tiempo, emitir palabra alguna”, escribió el abogado y periodista Pablo Llonto en su libro El juicio que no se vio, que en ese entonces era corresponsal del diario Clarín.

Hace varios días, en la sala también repleta del cine Lorca, las respiraciones parecían también haberse cortado, hasta que alguien se atrevió a dejar escapar un sollozo, y luego los aplausos. La excepcional interpretación de Laura Paredes es en sí un homenaje a Adriana.

Laura Paredes interpreta a Adriana Calvo en "Argentina, 1985"
Laura Paredes interpreta a Adriana Calvo en "Argentina, 1985"

“Mi beba nació bien, era muy chiquita, quedó colgando del cordón, se cayó del asiento, estaba en el piso, yo les pedía por favor que me la alcancen, que me la dejen tener conmigo, no me la alcanzaban.”

Con lujo de detalles, con una entereza y valentía conmovedoras, Adriana relató sus tres meses de cautiverio en los campos de concentración de la Brigada de Investigaciones de La Plata, destacamento de Arana y Comisaría 5°. Luego en el Pozo de Banfield, luego conocidos como Circuito Camps, en los que estuvo secuestrada entre el 4 de febrero de 1977 y el 28 de abril de 1977 en que fue liberada junto a Teresa y su marido Miguel. Expuso cómo en la madrugada del 15 de abril parió tabicada y esposada, a su beba Teresa en el auto en que la trasladaban desde la Comisaría 5° de La Plata al Pozo de Banfield rodeada de la patota; cómo desesperada gritaba que se la dejaran poner en su pecho; cómo la bebita se cayó y lloraba sin parar; cómo sádicamente el que manejaba agarraba todos los pozos de las calles; cómo ya el partero del Circuito Camps, Jorge Bergés, cortó el cordón umbilical y de un golpe le sacó la placenta, la tiró al piso que tuvo que baldear y trapear ella desnuda frente a las risas de los de la patota; cómo recién después de todo eso pudo por primera vez abrazar a su hija.

Contó mucho más, el hambre, el frío, la humillación, los golpes, el miedo, el olor a miedo y a cuerpos heridos, las torturas a sus compañeros y compañeras de cautiverio, pero también los inmensos gestos y actos de solidaridad entre las y los secuestrados, dijo y recordó muchos, muchísimos nombres, apellidos, rostros, direcciones.

Contó también que no se exilió, a pesar de que la familia así se lo aconsejó y organizó la salida del país.

Contó, pero fue interrumpida por el juez Ledesma para que se refiriera sólo a su cautiverio, que ella, licenciada en física, docente e investigadora de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata era activista contra la dictadura y una de las fundadoras del primer gremio docente que se había organizado en su Facultad: la Asociación de Docentes e Investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas. Más adelante, sería también una de las fundadoras de la Asociación Gremial Docente (AGD) en la UBA.

Contó que al día siguiente de que ella y su marido Miguel fueron liberados, se presentaron en la Universidad de La Plata a reclamar su reincorporación –habían quedado cesantes por “abandono de trabajo”- y los salarios caídos.

Contó que, cómo se había propuesto, al día siguiente de su liberación, ella y Miguel empezaron a avisar a las familias de quienes compartieron cautiverio. Entre ambos llamaron a no menos de 50 familias. Se dedicaron a contactarse también con compañeras y compañeros que habían sido también liberados. Fueron los primeros pasos en la conformación de lo que sería la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos.

“Con el Juicio mi mamá quedó muy desilusionada”

El tribunal, como es sabido, condenó a Videla y a Massera a prisión perpetua, 17 años para Viola, 8 para Lambruschini, 4 años y seis meses para Agosti y absolución Graffigni, Galtieri, Lami Doso y Anaya . Así estaba negociado. Y así fue la puerta a la impunidad que siguió: Punto Final (1986), Obediencia Debida (1987), indultos de Menem.

Dice Teresa, que "Argentina, 1985" le pareció “muy buena, es un cine clásico con un guión clásico y con unas actuaciones excelentes. Me dio un cierto alivio el hecho de que se cuenten cosas que nunca se habían contado. De alguna manera rasgó un poco ese velo de Maya, a través del arte se pudieron contar cosas que de otra manera no se hubieran contado, nosotros lo podemos digerir como sociedad, lo podemos ver, lo podemos asimilar”. Entre otras, el testimonio de su mamá y su propio nacimiento en la clandestinidad más horrenda.

Con el Juicio mi mamá quedó muy desilusionada, en la peli aparece como que aplaude muy fervorosamente. Todo lo contrario”, dice con absoluta seguridad, “no quedó contenta, por eso ella siguió declarando”, recuerda Teresa. Tan es así, que sus testimonios siguieron siendo parte fundamental de los juicios aun cuando Adriana ya había fallecido, como ocurrió con el de las “Brigadas”.

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Había mucha presión de la gente en la calle, de los organismos, de las y los exdetenidos desaparecidos y algo tenían que hacer [por parte del gobierno de Alfonsín], por eso se lleva adelante el Juicio. Esas víctimas y los familiares de esas víctimas fueron los que presionaron para llegar a ahí, pero no lograron lo que querían, porque se suponía que ese juicio tenía que ser el principio de muchos y en realidad condenan a un par de cabecillas cuando había muchísimos más responsables y después vienen la Obediencia Debida, el Punto final y de ahí reina la impunidad hasta el año 2006”. Entonces, remata para que no queden dudas, “mi mamá no quedó contenta con el Juicio, y por eso redactan en el ‘85 un documento de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos”.

Agrega algo que a muchos se nos impone pensar, y más aún cuando se cumplen doce años de su muerte, aquel tan triste 12 de diciembre de 2010: “no sé qué hubiera pasado si mi mamá estaba viva ahora, la tendrían que haber contactado y no hubiera dejado de ponerle el cuerpo a cualquier entrevista, lo hubiera aprovechado para hacer su derecho a réplica, sus críticas y que se vea de una vez todo lo que pasó”. Teresa resalta el rol de su mamá como testigo incansable que “declaraba, declaraba, declaraba y decía que iba a seguir declarado hasta que la sociedad recuerde y cuando la sociedad recuerde por ahí los sobrevivientes iban a poder empezar a olvidar un poco y por eso esta peli trae este recuerdo de vuelta a la sociedad, hace que la sociedad recuerde, y eso me da alivio”.

Adriana se propuso, y cumplió, la gigante tarea de ser la voz de quienes no sobrevivieron a los centros clandestinos de detención. Quizás por eso Teresa sienta algo de deuda en la película, que es que en las placas finales “no hubiera estado de más que se ponga la situación de los juicios hoy, la cantidad de domiciliarias que hay, que se le restituyó la identidad a ciento treinta bebés apropiados, pero que faltan más de trescientos”, precisamente un tema clave “en el testimonio de mi mamá, que habla de la maternidad clandestina, del robo de bebés”.

Si bien Teresa destaca que la película abrió debates y se volvió a hablar “de muchas cosas de las que por ahí no estaríamos hablando y le da visibilidad a historias de vida cuestiones”, no deja de mencionar que “no se habló de la complicidad necesaria del poder económico, del poder eclesiástico y de los medios de comunicación”.

“La peli también pone en escena la teoría de los dos demonios”, continúa, “que fue con lo que tuvieron que convivir los sobrevivientes y fue también algo de lo que se quejaba mucho mi mamá”. Cuenta la indignación que les provocó cuando vieron el programa Nunca Más, un especial elaborado por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) a partir de las denuncias recibidas. Para presentar el programa que emitió canal 13, estatal en ese momento, el 4 de julio de 1984, Antonio Tróccoli (ministro de Interior) y el escritor Ernesto Sábato desplegaron sin tapujos la teoría de los dos demonios, equiparando la metodología del terrorismo de Estado con las organizaciones armadas (a las que llamaban "terrorismo subversivo"), y aclararon que no pretendían agredir a las Fuerzas Armadas ni globalizar las responsabilidades.

En ese programa también se transmitieron testimonios de familiares y sobrevivientes que denunciaron los secuestros, las torturas, las desapariciones y el robo de bebés perpetrados por la dictadura cívico-militar-eclesiástica. “El testimonio de mi mamá estuvo filmado”, nos cuenta Teresa y agrega que “en el momento que aparece Tróccoli, fue una indignación total, juzgaron con la misma vara a los organismos y a los partidos políticos y militantes que querían un mundo mejor.”

“Mi mamá no fue una heroína”

Contra la concepción que recorre la película, empezando por la figura del fiscal Stressera como héroe individual, siguiendo por los testigos que valientemente declaran, entre ellos Adriana Calvo, Teresa busca reponer algo que se encuentra ausente en "Argentina, 1985": la organización, la solidaridad y la lucha en las calles. “Mi mamá no fue una heroína, ella aparece como una heroína aislada, no digo que sea intencional, pero cuentan la historia como una heroína sola que le ponía el pecho a todas las amenazas y todo el enfrentamiento a la junta militar, y no es así, ell pudo hacer lo que hizo, llegar a esa declaración porque estaban organizados desde un año antes. Además, estaban muy desprotegidos los testigos, por parte de la fiscalía y el Estado, pero a la vez tenían a sus compañeros”.

En la misma línea, resalta que el mérito es que se “cuenten cosas que nunca se habían contado, sobre todo a los pibes”, pero no deja de marcar, que aunque “el foco está puesto en la fiscalía, no se habla de lo que fue toda la organización de los los organismos de derechos humanos, de los exdetenidos desaparecidos, que fueron los que declararon, los que se organizaron, tampoco habla de la organización de las Madres y los familiares que aparecen ahí como meros espectadores pasivos que esperaban que el resto haga el trabajo”.

Con el fin de la dictadura no terminaron el miedo, ni las amenazas y el hostigamiento a familiares, sobrevivientes y organizaciones políticas y de derechos humanos. Para resistir, el humor fue una herramienta de la que agarrarse y soportar el espanto. Cuenta Teresa: “como familia también sufrimos muchas amenazas y todo lo que pasa en la familia de Strassera con las amenazas, las cartas, las llamadas me hizo sentir muy identificada porque también recuerdo cómo se vivía con terror, pero también con mucho humor. Había chistes que hacíamos o que hacía mi familia, porque estar comiendo un domingo, que te llamen y te digan que va a explotar una bomba en tu casa, y salir corriendo con los ravioles, todo eso si no lo mechás con humor creo que son cosas muy difíciles de llevar y por eso me parece que la peli el humor que tiene es clave para poder digerir toda esa historia y todos esos relatos. Eso que se ve en el Tribunal, el hombre que deja la valija y se va y te hace creer que es una bomba, a nosotros nos pasó tal cual”.

“Mi maternidad estuvo atravesada por el terrorismo de Estado”

La noche de la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final en el Congreso, un 21 de agosto de 2003, la encontró a Adriana Calvo en la calle. Éramos miles. En ese preciso momento empezó a conformarse lo que luego sería el Colectivo Justicia Ya que fue parte querellante en numerosos juicios. Eramos centenares de familiares, integrantes de organismos, exdetenidos, sobrevivientes. Entre otrxs abogadxs estaba Myriam Bregman y Adriana les decía, en medio de los festejos y la alegría, que iban a tener "que organizarse y necesitar abogados porque las querellas iban a ser tantas que vamos a tener que llevarlas con carritos por Tribunales”. La imagen de los pibes de la fiscalía en "Argentina, 1985" empujando carritos me recordó a esa noche y a esa Adriana fervorosa y llena de entusiasmo.

Tres años después, comienza el primer juicio iba a ser por los crímenes del Circuito Camps, cuyo acusado era nada menos que Miguel Etchecolatz, mano derecha del jefe de la Bonaeresense Ramón Camps. Adriana volvió a declarar. El 18 de septiembre de ese año desaparece por segunda vez Julio López y ella es la primera en decirlo.

Teresa recuerda esa época con claridad: “mi maternidad estuvo atravesada por el terrorismo de estado, yo parí a Iker, mi primer hijo, el primer nieto de mi mamá, un domingo y a las horas estaban desapareciendo a López, el lunes Julio López no llegó”.

“Estaban los integrantes de Justicia Ya reunidos en el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia con Myriam Bregman a la cabeza, con Guadalupe Godoy, tratando de que en ese juicio se los condene por genocidas, que salga en ese juicio la figura de genocidio que entre otras cosas impedía la cárcel domiciliaria, y desaparecen a López y empiezan todas esas amenazas otra vez, a mi mamá, a Nilda Eloy, a muchos sobreviventes nos amenazan con audios de torturas, a la hija de Nilda y a mi nos llamaban”.

Adriana denunció sin pelos en la lengua el encubrimiento del secuestro y desaparición de Julio López por parte del gobierno de Néstos Kirchner y funcionarios como Aníbal Fernández y León Arslanían con quien se volvió a topar en un despacho más de veinte años después del juicio a las Juntas.

Jamás negoció, siempre se mantuvo independiente por eso nunca se dejó encandilar por el del Estado y de los gobiernos que quisieron domesticar, y clausurar la pelea no solo por encarcelar a todos y cada uno de los genocidas sino las violaciones a las libertades democráticas a manos de gobiernos que se reclamaban defensores de los derechos humanos. Denunció implacablemente que a pesar de que los juicios fueron reabiertos, éstos son parcelados, por poco genocidas. Siempre decía que tenían que ser "por todos los genocidas, y por todos los compañeros", para que la carga no esté puesta en lo que víctimas, familiares y testigos deban recordar y declarar una y otra vez mientras los represores van muriendo impunes.

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Sin dejar de luchar un solo día de su vida, de dedicar como se lo juró al tribunal aquel 22 de abril de 1985, su existencia a que se hiciera justicia y los genocidas se pudran en la cárcel, Adriana falleció el 12 de diciembre de 2010.

Esa vida dedicada a la lucha contra la impunidad, sigue hoy dando testimonio, traspasando todas las barreras existentes. Hacemos nuestro, en cada juicio, en cada lucha, su convicción de no abandonar la pelea por encarcelar a todos los genocidas y sus cómplices, por todos los compañeros y compañeras desaparecidas.

Que su energía arrolladora, su pasión y su alegría se contagien a las nuevas generaciones de jóvenes trabajadores y estudiantes que combaten el escepticismo y el individualismo, de las ganas imparables por darlo vuelta todo y no soportar más una injusticia.

¡Adriana Calvo, presente, siempre!