La semana cerró con la cotización de la divisa estadounidense tocando los $ 30 y el Merval en caída. Llega la primera misión del FMI para verificar que todo esté tan caótico como siempre.

Pablo Anino @PabloAnino
Sábado 11 de agosto de 2018
Luego de días intensos con el #CuadernoGate y los dinosaurios debatiendo en el Senado la continuidad del aborto clandestino, la semana terminó a todo ritmo con el fin de la tregua cambiaria y el inicio de lo que podría ser una nueva corrida hacia el dólar, que este viernes trepó casi 4 % alcanzando una cotización de $ 29,80.
En el alza del dólar influyen una serie de factores. Por un lado, la inestabilidad de las monedas a nivel mundial. Por el otro, la incertidumbre local por las consecuencias económicas de la causa de las coimas empresariales.
Luego de un mes de paz cambiaria se activaron las alertas: no sólo subió el dólar, también se derrumbó el Merval y las cotizaciones de empresas argentinas en Wall Street.
El regreso de las turbulencias se desarrolla sobre los desequilibrios económicos preexistentes agravados.
Siguen pasando cosas
Existen varias causas internacionales que empujan el alza del dólar. Durante el viernes resaltó la devaluación de algunas monedas de las denominadas economías emergentes (subordinadas al imperialismo, en términos marxistas) pero en particular la importante caída de la lira turca: se derrumbó casi 20 % frente al dólar por las dudas de los "mercados" sobre la capacidad de pago de la deuda externa.
La pérdida de valor de la lira turca se agravó el viernes ante la noticia de que el Banco Central Europeo (BCE) evaluaba la exposición de tres bancos a la deuda pública: BBVA, BNP Paribas y UniCredit de Italia.
El panorama está impregnado por las tensiones del gobierno de Ankara, capital de Turquía, con Donald Trump luego de que este aplicara sanciones contra funcionarios turcos ante la negativa para liberar a un pastor estadounidense preso acusado de terrorismo y espionaje.
El viernes el presidente de Estados Unidos elevó 100 % los aranceles al aluminio y acero provenientes de Turquía en simultáneo a que el mandatario turco, Recep Tayyip Erdogan, llamaba al pueblo a confiar en la lira y el ministro de Finanzas anunciaba un nuevo modelo económico.
La inestabilidad se trasladó, aunque de manera limitada, a otros mercados europeos, al euro (que encontró su nivel más bajo desde julio de 2017) y a las monedas de Hungría, Sudáfrica y Rusia.
No obstante, muchos analistas trataban de tranquilizar señalando el bajo impacto que podía tener la crisis de Turquía sobre el resto del mundo. Pero en un convulsionado panorama internacional nadie puede ser categórico sobre el devenir. Esperar y ver.
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También actúan otros factores que empujan hacia arriba al dólar: esa moneda se fortalece por cierta recuperación de la economía estadounidense (más allá de la base débil de esa recuperación); mayor incertidumbre por las tensiones comerciales entre los Estados Unidos y China; las sanciones impuestas por Trump a Rusia e Irán; la expectativa que desde septiembre la Reserva Federal estadounidense (FED) pueda decidir nuevas subas de tasas de interés.
La tormenta agarra a Argentina con las “defensas bajas”, como afirmó el analista financiero Christian Buteler.
Cuadernos desestabilizadores
La corrida de fines de abril ocurrió, además de por factores internacionales como la suba de tasa de interés en Estados Unidos, por decisión de bancos, fondos de inversión y especuladores varios que compraron dólares ante la falta de confianza creciente en el supuesto gradualismo del macrismo.
Exigían más sudor y sangre de la mayoría que vive de vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario que cada vez alcanza menos para enfrentar la inflación en curso.
Mauricio Macri decidió acudir al FMI con la intención de dar certidumbre al capital más concentrado de que el plan de ajuste, bajo la tutela y monitoreo del organismo internacional, avanzaría a paso firme.
Una de las causas en el inicio de una posible nueva corrida es la incertidumbre sobre la capacidad del Gobierno de cumplir con lo pactado con el FMI. No porque el ajuste no avance, sino porque las consecuencias recesivas del plan pergeñado en Washington haría inalcanzable las metas comprometidas.
El miércoles el Indec difundirá los datos de la inflación de julio, que se prevé elevada. Esta información es clave porque en la Carta de Intención enviada al FMI por Nicolás Dujovne y el expresidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, se estimaba una inflación de entre el 29 % y el 32 % en 2018.
El último Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM), realizado por el Banco Central en julio, indica que los analistas del establishment esperan una inflación del 31,8 % anual. No está descartado que pueda incluso ser mayor. De no cumplirse la meta inflacionaria se abre una puerta para que el FMI imponga mayores condicionamientos.
A la timba financiera que vive el país se suman las apuestas alrededor de cuántos dólares le faltan al gobierno para cerrar el plan financiero en 2019 (es decir, para no caer en cesación de pagos): el analista José Siaba Serrate habla de U$S 19 mil millones mientras que informes reservados de las consultoras extienden las necesidades hasta los U$S 30 mil millones. Otro talón de Aquiles del acuerdo con el FMI.
Las andanzas de Claudio Bonadio, aunque de evidente funcionalidad para intentar correr de la agenda de la discusión pública el oscurecimiento económico, está actuando como un búmeran.
Guillermo Dietrich es, en apariencia, un hombre tranquilo que se moviliza en bicicleta. Este viernes estuvo tratando de trasladar esa tranquilidad a los bancos. Les pidió al HSBS, ICBC, BICE, Citi, UBS, Banco Mayorista, Santander, Itaú, Supervielle, Banco Francés y Banco Galicia que den financiamiento a los Proyectos de Participación Público Privada (PPP), con los que espera mantener en actividad la obra pública, ahora cuestionada por los cuadernos de Oscar Centeno y los recortes pactados con el FMI.
En el mundo empresarial prima el nerviosismo: vieron con preocupación que la ronda Renovar 3 de energías renovables, que impulsa el Gobierno, fuera cancelada.
La causa de los cuadernos también condujo a compras de dólares para cobertura por parte de los especuladores de siempre que estiman que no hay seguridad jurídica para la corrupción empresarial, un deporte que atraviesa a todas las ramas económicas: los vehículos de la fuga y evasión hacia paraísos fiscales, como salió a la luz con los Panama Papers y otras develaciones, son las grandes entidades financieras, desde la J.P. Morgan al HSBC, pasando por toda la banca privada.
Los teóricos de la economía deberían comenzar a estudiar el “efecto Comodoro Py”. Sin ánimo de hacer generalizaciones teóricas y más cerca del pragmatismo, James McCormack, el director ejecutivo de la calificadora de riesgo Fitch expuso el último jueves en el lujoso hotel Four Seasons.
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Allí afirmó que, "de los otros países que han pasado por casos similares, la comparación obvia es con Brasil. Y lo que vimos como resultado de ese caso hace más de un año, fue cómo la punta de un iceberg que se fue propagando fue creciendo y las implicancias económicas fueron inmediatas y negativas".
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Todavía la puerta giratoria de Comodoro Py, una suerte de blanqueo de empresarios coimeros arrepentidos, no califica de “Lava Jato”, pero las consecuencias aún son impredecibles. Y los empresarios lo saben.
Cuesta abajo
En las dos semanas previas al fin de la tregua cambiaria, que llevó el dólar a cotizar cerca de $ 30, los datos de la economía en general y de la industria en particular (en junio registró una baja de 8,1 %, el peor retroceso desde 2002) había dado cuenta el impacto la corrida anterior.
Durante la paz cambiaria, obviamente, no se corrigió ningún desequilibrio de la economía. No son pocos: déficit fiscal profundo; déficit externo récord histórico; inflación en alza (agitada por los tarifazos); escalada de la deuda externa que financia una fuga de capitales sin precedentes.
Desde el primer día de agosto el Ministerio de Hacienda redujo el monto de dólares que ofrece en subasta diaria: pasó de los U$S 100 millones, que constituían la regla, a U$S 75 millones en los tres primeros días del mes; desde el lunes 6 el monto ofrecido se volvió a reducir hasta los actuales U$S 50 millones.
Este cambio no se debe a que consideraba que la paz cambiaria era definitiva, sino a que los dólares ingresados por el primer tramo de U$S 15 mil millones del préstamo del FMI (de la mitad de ese préstamo obtuvo los dólares para la subasta) se acabarían pronto.
No sólo eso. A la decisión de reducir la subasta se agregó que la cosecha gruesa de granos, ya de por sí disminuida por la sequía, está terminando en agosto y con ella se redujo a la mitad la liquidación de divisas por parte de los agroexportadores.
Trascendió por los medios periodísticos que Luis Caputo, el actual presidente del Banco Central, pidió autorización al FMI para utilizar una parte mayor de las reservas de la autoridad monetaria para intervenir en el mercado. Otro síntoma del complejo escenario.
El próximo martes llega la primera misión del FMI a revisar el avance del plan de ajuste. El italiano Roberto Cardarelli estará al frente de las negociaciones. También hará consultas con políticos, economistas y empresas sobre el devenir de la economía.
¿Irá a Comodoro Py? Es la meca a la cual peregrinan la mayoría de los empresarios del “Club de la obra pública”. Cardarelli quiere regresar a Washington con una visión del impacto del “cuaderno gate” en la economía para presentar al directorio del organismo internacional.
Entre los factores internacionales y los desequilibrios locales, el riesgo país, que mide la J.P. Morgan (que, como Dios, está en todas partes), se ubicó este viernes en niveles similares a los registrados en el último año del kirchnerismo. No es la “pesada herencia”. Macri lo hizo.

Pablo Anino
Nació en la provincia de Buenos Aires en 1974. Es Licenciado en Economía con Maestría en Historia Económica. Es docente en la UBA. Milita en el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Es columnista de economía en el programa de radio El Círculo Rojo y en La Izquierda Diario.