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Red Internacional
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#EDUCACIÓN SEXUAL. Testimonio de una maestra de secundaria por el derecho a decidir

Continuando con la entrega “Mirar la educación sexual en México desde de los ojos de las maestras", a continuación presentamos el testimonio de una maestra de la Ciudad de México con 9 años de trayectoria docente.

Martes 7 de agosto de 2018

Desde que era practicante docente en secundaria, me encontré con alumnas cuyas características eran ser brillantes en sus actividades académicas; desde ser ganadoras de concursos de oratoria hasta ser las abanderadas de la escolta y ganar concursos interescolares.

Muchas de ellas encontraron en mí a una persona para platicar sobre temas que no podían en casa o con otras profesoras: sexualidad, pese a que existe una materia que puede darse (o no, es optativa para las autoridades inmediatas escolares, directivos) sobre Educación sexual y que no se otorga en la mayoría de las instituciones educativas porque los directivos tienen miedo de enfrentarse con los padres quienes no autorizan que se hable de este tema con sus hijas e hijos menores de edad.

Con el paso del tiempo, algunas de estas alumnas se comunicaban conmigo, preocupadas, indignadas, avergonzadas, porque ya habían comenzado su vida sexual.

Cuando acudían a la farmacia para comprar condones se los negaron pidiéndoles que acudieran sus padres o el “hombre” (otro adolescente al que también le negaron el anticonceptivo). Les comenté que podían acudir al centro de salud más cercano donde les dan anticonceptivos gratuitos, ahí no sólo los trataron mal con comentarios fuera de lugar, sino que las personas que acudían a sus citas médicas los agredían verbalmente por ser menores de edad, siempre señalados con dedos flamígeros como si se tratara de algo “malvado” o, peor, una “perversión”.

Al no tener con qué protegerse, mantuvieron relaciones sin protección. Fueron abandonadas por su pareja después de enterarse de que estaban embarazadas con algunos pretextos demasiado machistas, como que no eran los padres ni los responsables, que no se harían cargo e, incluso, muchos de ellos apoyados por sus padres quienes le negaron el derecho a una identidad al futuro bebé.

Entonces me pedían de favor que las llevara a una clínica para abortar, situación que me comprometía enormemente con los padres y familiares de las ex-alumnas con quienes terminaba platicando para intentar sensibilizarlos y convencerlos de que no era conveniente traer al mundo hijos no deseados, que no es peligroso, que existe la oportunidad de abortar las primeras semanas sin que se arriesgue la vida de la menor.

Al final, cuando terminaban por convencerlas con una moralina religiosa y precaria de que debían asumir su papel como futuras madres, dejaron la escuela, tuvieron que ponerse a trabajar, los padres las corrieron de casa. Ahora viven de manera muy precaria, en trabajos donde las explotan sobremanera y oprimidas por el sistema patriarcal, pues incluso unas se prostituyen a falta de empleo y con la necesidad de mantener a sus hijos no deseados; siempre arrepintiéndose de haber conocido a su ex pareja y con rencor hacia el hijo o hija.

Con el tiempo, opté por llevarlas a la clínica legal de abortos para que, mínimo, se informaran sobre el procedimiento y las posibles consecuencias; para ello tuve que hacerme pasar por su familiar, tía, hermana mayor, madre y fui siempre yo quien terminaba apoyándolas en esta difícil decisión. Cada año que salían las chicas, había dos o tres en esta situación.

A aquellas alumnas que no apoyé en su momento, sus parejas, esos hombres que decían amarlas, las golpearon en el vientre para inducirles el aborto, un tipo brincó en el vientre de una adolescente, a una chica le metieron unas agujas y le perforaron el útero, llegó al hospital con una peritonitis y, desafortunadamente, falleció. Siempre bajo el pretexto de que estarían mejor sin hijos, obligadas en nombre del amor romántico a obedecer lo que el hombre requería, a abortar sin ninguna medida clínica ni bajo las manos de personal médico para que no fallecieran.

En una de esas ocasiones de mi acompañamiento a una ex-alumna, pero esta vez a una clínica clandestina, el chico le dio el dinero para que abortara, pero fue incapaz de llevarla. El médico le pidió que se anotara en una libreta donde había más de treinta chicas registradas para ese mismo día, a cada una le cobró cinco mil pesos por la “extracción”, siendo que no tenían más de ocho semanas de gestación.

La “operación” duraba de dos a tres horas, cuando salía la chica lo hacía un poco mareada por la supuesta anestesia. Coloco algunas de las palabras entre comillas porque, en la actualidad, sé que un aborto hasta la semana 12 se realiza con una simple pastilla o dos o tres, pero sin procesos quirúrgicos, que no necesitan anestesia ni material de curación para ninguna herida ni existe tal extracción del feto, pues es diminuto y no tiene formado el exoesqueleto que es por el cual peligran las mujeres en abortos después de esa semana 12.

Significa que el supuesto médico, engañó a cada una de esas chicas haciéndoles creer que iban a pasar un infiernito psicológico donde les extraería las “partes” del “bebé” y por eso cobraba tan caro cuando, en realidad, sólo eran pastillas de misoprostol que no cuestan más de 200 pesos cada una, además de que debe introducirse vía vaginal para producir contracciones en el útero hasta que se desecha el feto sin necesidad de cirugía. De este tamaño es la ignorancia, el miedo y el lucro con el tema del aborto.

Cada una de esas chicas que ya no pudo seguir estudiando, lleva una enorme carga moral y psicológica al ser abandonadas por sus parejas, por sus familias, obligadas siempre a llevar la carga más pesada, explotadas en trabajos donde las acosan, las humillan y las obligan a jornadas extensas de trabajo diario para sobrevivir.

Como maestra de educación pública y luchadora contra la reforma educativa, estoy convencida de que debemos organizarnos y luchar por una educación sexual laica y científica en todo el país y para los hijos e hijas de trabajadores.

Nuestros alumnos y alumnas necesitan de una educación sexual que no sea formal y solo se imparta dos días al año en las escuelas. No necesitan de una moral religiosa ni de ideologías oscurantistas, sino de una educación sexual continúa y desde temprana edad, fundamentada en los avances científicos sobre la sexualidad humana y que sea impartida en todas las escuelas del país.

También nuestros estudiantes adolescentes tienen derecho a acceder irrestricta y libremente, a métodos anticonceptivos y servicios de salud sexual gratuitos y dignos. El aborto seguro, libre y gratuito en todos los hospitales públicos del país, es una medida básica y elemental para evitar que nuestras alumnas y las hijas de trabajadores, sigan muriendo en clínicas clandestinas o producto de hemorragias y complicaciones de abortos clandestinos.

Quiero hacer un llamado a todas las trabajadoras y trabajadores de la educación del país, a organizarnos y luchar también por los derechos sexuales y reproductivos de de nuestras alumnas y alumnos. Para que no tengan que dejar sus estudios por incorporarse al salvaje mercado laboral y de manera precaria; para que tengan la información suficiente y adecuada que les permita ejercer su sexualidad de manera responsable, y para que puedan tener una maternidad y paternidad libre y voluntaria, si es que así lo deciden.

Por el futuro de nuestras alumnas y alumnos así como por el de los hijos e hijas de la clase trabajadora, este 8 de agosto tomemos las calles junto al movimiento de mujeres y levantemos juntos las banderas de lucha por: educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal, seguro y gratuito para no morir.

*Ana María Romero es integrante de la Agrupación Magisterial-Normalista Nuestra Clase. Tiene 5 años como docente frente a grupo y 4 años más de práctica docente.

Invitamos a colaborar activamente en las páginas de La izquierda Diario, a todas las maestras y maestros de la educación pública del país con sus experiencias, testimonios, reflexiones y mensajes de apoyo a la lucha por el derecho a decidir. Puedes enviar tu testimonio anónimo a [email protected] o bien, escribirnos en nuestra página de facebook: Agrupación magisterial y normalista Nuestra Clase.