Luego del hostigamiento policial a una mujer que estaba amamantando en San Isidro, surgieron movilizaciones en distintas localidades. Reproducimos una reflexión sobre los motivos y alcance de las mismas.
Sábado 23 de julio de 2016
En el día de hoy, cientos de mujeres a lo largo y ancho de todo el país, en plazas de Jujuy a Tierra del Fuego, participan de un repudio a la violencia institucional y los agravios policiales, lo cual es un hecho alentador.
Sin embargo, los “tetazos” no están libres de contradicciones, ya que en ellos conviven distintas concepciones ideológicas y políticas, que merecen un debate profundo.
En las redes sociales, se reproducen distintas imágenes que se centran en los pechos amamantadores, desligados del resto del cuerpo de la mujer, que buscan reflejar lo imprescindible de la lactancia materna. Así, pretenden instaurar que amamantar es “natural”; que “favorece al vínculo”; que es “lo mejor”, “lo ideal”, “lo clave”, “lo sano”.
Estas ideas, que el propio Estado se encarga de legitimar y fomentar, muestran cuerpos cosificados (aunque lo hagan “tiernamente”), que reafirman el rol que la sociedad machista le asigna a la mujer en este sistema, naturalizando las relaciones capitalistas de explotación.
Representaciones de este tipo, echan por tierra que la maternidad es una construcción social y por ende no está libre de ataduras, imposiciones, creencias y estereotipos. Y, si no los cuestionamos, corremos el riesgo de reproducirlos.
Hay muchas aristas en torno a la maternidad que merecemos profundizar para no ser sujetos útiles, dóciles ante la normatividad impuesta como único modelo de lo “sano y natural”. La noción de la mujer-maternal que nos coloca, ante todo, en la función de reproductoras, resigna nuestra condición de mujeres, con sus propios proyectos, deseos y sexualidades.
El rol asignado y repetido por las instituciones ideológicas del Estado -como la escuela-, la Iglesia católica y los medios de comunicación, tienen un impacto sobre la subjetividad de las mujeres. A la vez, enaltece el modelo de mujer como sinónimo de madre-amorososa y “dadora de vida” (aunque despojada de la propia), cumpliendo la función de hacernos responsables absolutas de la crianza de los niños. Como si de esa capacidad biológica que tenemos para gestar o amamantar, se desprendiera también esa función social asignada exclusivamente a las mujeres.
Este modelo condena tanto a las mujeres que deciden ejercer la maternidad, como a las que deciden no hacerlo.
Mientras las que deciden no ser madres son consideradas aún como mujeres que están “fuera de la norma”; las que decidimos serlo son cuestionadas por cumplir o no, a rajatabla, con el mandato de la “buena mamá”, que ordena incluso dónde, cuánto y cuándo pueden amamantar las mujeres.
Es decir que pesan críticas sobre las que no son madres; y, sobre las que lo somos, se imponen modelos de lo que “debería ser” la maternidad y la familia, que no contemplan las exigencias materiales y subjetivas que atraviesan la gran mayoría de las mujeres trabajadoras.
Por ello, peleamos por el pleno derecho a decidir sobre nuestro cuerpo. Así como también contra todas las imposiciones ideológicas y represivas, que nos cosifican y coartan nuestros deseos. Y para terminar con todas las opresiones que vivimos en este sistema.
Estos son algunos de los debates que, desde la agrupación de mujeres Pan y Rosas, llevaremos al próximo Encuentro Nacional de Mujeres que se realizará en la ciudad de Rosario en el mes de octubre. Allí, participaremos de todos los talleres y debates, para coordinar con miles de mujeres, dispuestas a dar la pelea en las calles, en sus lugares de estudio y trabajo por nuestros derechos y libertades.
También te puede interesar: “Sobre las madres y sus derechos”