Se cumplen cuatro décadas del lanzamiento del último disco de la banda británica. El contexto de la producción de una obra llena de éxitos como “Rock the Casbah” o “Should I Stay or Should I Go”.
Augusto Dorado @AugustoDorado
Sábado 14 de mayo de 2022 19:00
La foto de portada de Combat Rock: los Clash en Tailandia retratados por Pennie Smith, la misma autora de la mítica tapa de London Calling.
El clásico más famoso de The Clash, “Should I Stay or Should I Go” (que podría traducirse como “¿Me quedo o me voy?”), llegaba con el lanzamiento de Combat Rock, último disco del grupo con su formación clásica del que se cumplen este sábado 40 años. El envión de este tema transformo al disco en el mas exitoso de Joe Strummer, Mick Jones, Paul Simonon y Topper Headon juntos.
“Should I Stay or Should I Go” fue un exitazo porque tiene un riff de guitarra muy ganchero y porque toca una temática muy universal: la sensación de confusión durante una crisis de pareja que todo indica que terminará en ruptura. Es un tema que compuso el guitarrista Mick Jones que se estaba separando de su pareja, la actriz Ellen Foley. En su momento algunos medios musicales especularon con la hipótesis de que en realidad se estaba refiriendo a su situación en la banda porque The Clash para 1982 estaba en crisis terminal: ya no se bancaban mucho entre Jones y Joe Strummer (principal dupla compositiva), el bajista Paul Simonon también estaba muy cabreado con el guitarrista, y casi terminado de registrar el disco decidieron expulsar de la banda a su baterista, Nicky Topper Headon, que con su ausencia iba a demostrar que era una pieza fundamental de The Clash, la columna vertebral como tiempo después lo definieron ellos mismos haciendo un balance de esta instancia final.
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Los Clash venían de una gira agotadora por Japón, Australia y el sudeste asiático: la foto de Pennie Smith que ilustra el disco Combat Rock es en un paraje sobre unas vías de tren en Tailandia. Cosecharon algunos buenos recuerdos de esa gira como el darle lugar al pedido de pueblos originarios de Australia y Nueva Zelanda para que pudieran denunciar sobre el escenario la situación de sus comunidades, también un episodio en su retorno a Europa cuando el público se defendió de las trompadas de la seguridad de un show en Holanda y logró copar el escenario para festejar el último tema, algo que siempre le gustó a la banda: la cercanía con sus fans. Pero también hubo tragos amargos como el primer intento de mezclar este disco en Australia, que iba a tener por título The Rat Patrol from Fort Bragg y otros temas mezclados por Mick Jones, pero el resultado no los conformó para nada y tuvieron que elaborar un plan de urgencia, convocando al productor Glyn Jhons y a Joe Blaney como ingeniero de sonido para remezclar el trabajo en los estudios Electric Lady de Nueva York (donde tampoco se terminó de saldar la discusión porque Paul Simonon siguió insistiendo con total razón en que el volumen de su bajo está muy disminuido en el tema de apertura, “Know Your Rights”, algo que se mejoró en posteriores remasterizaciones). El otro trago amargo para la banda era el marcado deterioro del estado de la salud del baterista Topper Headon: estaba tan enganchado con el consumo de heroína que en algunos shows en Japón tuvo que tocar con un tubo de oxígeno al lado.
En esas condiciones medio caóticas volvieron a mezclar los temas para lo que terminó siendo Combat Rock: la sorpresa resulta que obtuvieron el disco más exitoso de The Clash, casi como el legado que iban a dejar. Aparte de los hits hay temas como “Know Your Rights” (“Conocé tus derechos”), donde denuncian con ironía los pocos derechos a los que accede la población más pobre de la sociedad; el magnífico “Straight to Hell” (entre las mejores composiciones de la banda, por lejos), o el tema “Ghetto Defendant” en el que Allen Ginsberg, una de las figuras centrales de la famosa generación beat de escritores y poetas norteamericanos de los 50 y 60, recita un poema compuesto especialmente para la ocasión a la par de la voz principal de Joe Strummer.
La genialidad del baterista Topper Headon no solamente se comprueba en su versatilidad musical (curtía mucho soul y jazz antes de ingresar a The Clash y le permitió a la banda ampliar sus horizontes musicales) sino que además para este disco compuso el otro gran éxito clashero de todos los tiempos. Sentadito al piano, empezó una melodía, luego grabó unas líneas de bajo y su propia batería: cuando sus compañeros escucharon la maqueta, quedaron maravillados. Terminaron haciendo hace 40 años este clásico inoxidable titulado “Rock the Casbah”, en el que Strummer puso sus líricas combinando preocupaciones sobre la situación en medio oriente con ironías veladas criticando al propio mánager de la banda Bernie Rhodes, que aunque era su amigo también estaba visto como uno de los actores que desequilibraba las relaciones internas de la banda.
Sin Topper y con el regreso del primer batero, Terry Chimes, los Clash tuvieron un hito en su carrera llegando al multitudinario Shea Stadium de Nueva York para abrir un show de The Who, el evento de mayor asistencia de público en la que estuvieron sobre un escenario. Pero la química se estaba evaporando y las virtudes artísticas menguaban. A principios de 1983, Strummer y Simonon alentados por Bernie Rhodes decidieron echar a Mick Jones y fue el fin. Hubo una especie de spin off (como en las series) con el disco Cut the Crap de 1985, una producción no del todo mala pero muy por debajo del nivel del resto de la discografía de The Clash. La banda ya casi era un estereotipo de sí misma.
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Por eso, en definitiva, Combat Rock terminó siendo el epílogo de la que muchos consideramos (tomando un eslogan publicitario de CBS) “la única banda que importa”; y también puerta de ingreso para varias generaciones al maravilloso mundo de The Clash.