La reciente cumbre entre los mandatarios de Estados Unidos, México y Canadá tiene un objetivo fundamental en un mundo de fuertes convulsiones geopolíticas.
Jueves 12 de enero de 2023 00:55
El sistema capitalista se encuentra en crisis y, en esta crisis, está en cuestión el país que puede ser el hegemon mundial. Estados Unidos y sus aliados se encuentran cuestionados en su capacidad comercial y económica por China, un país que, por otro lado, enfrenta también importantes contradicciones internas.
En este contexto, es fundamental para Estados Unidos consolidar su poder en sus zonas de influencia, siendo Norteamérica un espacio fundamental para alinear a sus intereses. Así, la Cumbre “Three amigos” debe ser leída como parte de una estrategia geopolítica para construir un polo que permita afianzar su capacidad productiva y hacer frente al gigante asiático en el próximo periodo.
López Obrador (AMLO) abordó en su discurso ante los mandatarios cómo ha avanzado China en los últimos 30 años, posicionándose a favor de fortalecer el bloque económico norteamericano y así hacer frente a esta amenaza.
Fue más allá incluso diciendo que, de no fortalecerse la región económicamente, se correría el riesgo de que la competencia entre esta región y China tenga una resolución violenta.
Ante este escenario, López Obrador propone implementar un paradigma fuertemente criticado por los ideólogos del neoliberalismo: el modelo de sustitución de importaciones, pero aplicado para reemplazar productos fabricados en China.
Es en este marco que hay que entender el tono amistoso del encuentro, los anuncios de inversiones en energía “verde” como el Plan Sonora, los acuerdos sobre migrantes y otros gestos “progresistas” como el reconocimiento a pueblos originarios entre Justin Trudeau y AMLO.
En el caso de López Obrador pertenece al ala “progresista” de los presidentes latinoamericanos, aunque los tres mandatarios desgranaron frases sobre la igualdad y la justicia, de la clase trabajadora o de los pueblos indígenas. Sin embargo, se olvidan convenientemente de mencionar por ejemplo, la contaminación de la industria minera canadiense en México o de la entrega de recursos fundamentales como el litio a empresas trasnacionales, como parte de un plan de desarrollo “verde”.
Las declaraciones de independencia energética, fortalecer las cadenas de suministro, la producción de semiconductores y las buenas intenciones, tienen un trasfondo geopolítico fundamental en la competencia con China, país que, para el imperialismo estadounidense, representa una amenaza estratégica fundamental.
Por su parte, el negocio de las “energías limpias”, pone por delante las inversiones capitalistas “verdes” que le resultan en millonarias ganancias a la élite y que claramente no frena el acuciante problema del calentamiento global.
Sin duda, una cumbre muy importante en el marco de la crisis de la globalización, una cumbre que se orienta al fortalecimiento del bloque económico regional, pero que, fundamentalmente, toma partido en cuanto a la disputa EEUU-China, que marcará en gran medida la dinámica del siglo XXI.