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Red Internacional
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TDF/CUARENTENA. Tierra del Fuego: ¿mano dura o solidaridad desde abajo?

El pasado miércoles un grupo de manifestantes hicieron retroceder al gobierno de Forja-Mopof, aliado al Frente de Todos, por intentar habilitar vuelos hacia el aeropuerto de la ciudad de Río Grande. Analizamos el peligro de incentivar un discurso de profundización de la "mano dura".

Domingo 29 de marzo de 2020 13:32

En momentos de crisis sociales agudas como la que estamos atravesando, el temor y la incertidumbre se presenta en ciertos sectores bajo formas reaccionarias, que le otorgan a la derecha una justificación moral para que avance, sin dimensionar los riesgos que eso significa.

En este sentido, hace unos días el conocido periodista Alejandro Bercovich publicó una nota y editorializó en su emisión radial sobre una problemática que venimos denunciando desde la izquierda en relación a los riesgos de “ponerse la gorra”. El punto central de la opinión del periodista discurre entre un cuestionamiento a sus colegas, que reproducen y legitiman actividades intimidatorias y arbitrarias por parte de la policía; y un llamado de atención al gobierno que detrás de la lucha contra el “enemigo común”, pretende diluir por derecha las diferencias que dice tener con sus adversarios políticos de ayer.

El miércoles pasado en la ciudad de Río Grande, Tierra del Fuego, un grupo de vecinos se organizó en un cacerolazo y bocinazo, con Himno Nacional incluido, para rechazar la iniciativa del Gobierno provincial de habilitar vuelos desde esa ciudad. La medida, que rápidamente fue dejada sin efecto, había sido dispuesta luego de clausurar el aeropuerto de Ushuaia por la confirmación de que 4 de los 19 casos de coronavirus en la ciudad, corresponden a efectivos de PSA (Policía de Seguridad Aeroportuaria) que trabajan en la aeroestación capitalina.

Para entender lo que significa para la provincia la conexión aérea, se hace necesario recordar que Tierra del Fuego es una isla ubicada a 3000 kilómetros de Buenos Aires, a donde solo se puede llegar por avión o por tierra, a través de Chile, luego de sortear cuatro pasos fronterizos y un cruce en barcaza. Los medicamentos e insumos de primera necesidad llegan vía aérea; una complicación de salud solo se resuelve con una derivación urgente al “norte” y muchas familias se desparraman en distintas provincias ya sea porque los abuelos se quedaron cuando los demás emigraron hacia el sur, o porque los hijos se fueron a estudiar a universidades ubicadas a miles de kilómetros.

Es decir que muchos riograndenses prefirieron cortar la comunicación más rápida con el continente frente al temor de que ingresaran personas contagiadas a la ciudad.

El “triunfo” y posterior festejo de la manifestación una vez logrado el objetivo, pone al desnudo una lógica de la solidaridad que es profundamente contradictoria. No se trata de un caso aislado, porta el mismo sustrato que día a día se puede leer en las redes sociales y que, fogoneado por los grandes medios, piden “cárcel” a los inadaptados, todos a la guerra, toque de queda, entre otras medidas represivas.

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Como correlato, los abusos y la arbitrariedad de la policía en los barrios marginados históricamente muestran los peligros de ese discurso pretendidamente solidario pero reaccionario al mismo tiempo.

Un aspecto que podría ser relativamente superficial, teniendo en cuenta las intrigas a que nos tiene acostumbrados y acostumbradas la política burguesa, pero que resulta de suma gravedad, es que el cacerolazo y bocinazo fuese promovido por el intendente de Río Grande Martín Pérez, del Frente de Todos, y el bertonismo, contra la decisión del gobierno provincial. Por otra parte, preocupa la actitud repetida del Gobernador que en los pocos meses de gestión, dio marcha atrás en varias medidas producto de la improvisación. En lo que sí están de acuerdo, ante la evidencia práctica, es que les importa menos el bienestar general que los réditos políticos que de uno y otro sector puedan capitalizar.

En un escenario marcado por la incertidumbre, cierta psicosis, y los miedos y tensiones derivados de los efectos de la pandemia, lo que menos contribuye son los comportamientos miserables. No está en debate la necesidad del aislamiento como medida indispensable para reducir las contingencias. Lo más importante es que se implemente un plan sanitario serio con recursos extraordinarios que no signifiquen más carencia para el pueblo trabajador, y las y los desocupados y precarizados.

Es necesario exigir al Estado que garantice los recursos y condiciones para superar la situación e interpelarnos sobre los riesgos que representa el pedido de mano dura. La construcción del enemigo interno es un viejo recurso al que la derecha y también el stalinismo, han apelado en reiteradas circunstancias históricas. El último intento de esa política lo llevó adelante el macrismo y lo ejecutó Patricia Bullrich contra el pueblo mapuche, en un intento de justificación del avance represivo sobre el conjunto de la sociedad.

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La potencialidad de esas contradicciones que emergen entre la solidaridad y la negación del otro, se encuentra en la enorme experiencia que podemos acumular si nos pensamos como parte de la misma clase trabajadora. Si somos capaces de expandir por abajo una red de solidaridad que llegue a quienes peor la pasan, y que desnude las inconsecuencias de un Estado que al tiempo que pretende borrar los antagonismos de clase, intenta relegitimar a las fuerzas represivas.

"Sabemos que a medida que se profundice la crisis social, todas estas medidas serán esgrimidas contra el proletariado con intensidad diez veces mayor." León Trotsky, Su moral y la nuestra, 1938