El domingo 28 de diciembre, en un contexto de "paz y amor", la joven transexual Leelah Alcorn, de 16 años, de Ohio (EE.UU.) decidía terminar con su vida.
Martes 6 de enero de 2015

El "sueño americano es para unos pocos". Cansada de soportar la imposición de sus padres a cumplir con el género que "Dios le dio" y de ser obligada a sufrir sesiones de terapia cristiana para curar su "enfermedad", hastiada de la marginalidad y la discriminación sufrida en su escuela, Leelah decidió quitarse la vida arrojándose frente a un camión.
Inmediatamente la madre de la joven salió a encubrir el hecho por la redes sociales en un post después borrado, degradándolo a un mero accidente, pero una carta filtrada en los medios demostró que la joven no aguantó más la transfobia de su contexto social en general y particularmente familiar.
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Reproducimos a continuación el testamento que Leelah Alcorn dejó desde la red social Tumblr.
"Si están leyendo esto, significa que me suicidé y obviamente no pude borrar este escrito de mis notas programadas.
Por favor, no estén tristes, es lo mejor. La vida que vivía no valía la pena vivirla porque soy transgénero. No puedo explicar detalladamente por qué me siento de esa forma, pero esta nota probablemente será lo suficientemente extensa. Para ponerlo de forma simple, me siento una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre y así me he sentido desde que tenía 4 años. Nunca supe que había una palabra para describir ese sentimiento, ni que era posible que un niño se convirtiera en una niña, por lo que nunca le dije a nadie y continué haciendo cosas de niños para intentar encajar.
Cuando tenía 14 entendí lo que significaba ser transgénero y lloré de felicidad. Luego de 10 años de confusión finalmente entendía quién era yo. Inmediatamente le dije a mi mamá y ella reaccionó de forma extremadamente negativa, diciéndome que sólo era una fase, que nunca sería una niña de verdad, que Dios no comete errores, que estaba mal. Si están leyendo esto, padres, por favor no les digan eso a sus niños. Así sean cristianos o estén contra la gente transgénero nunca se lo digan a alguien, sobre todo a sus hijos. Eso no logrará nada más que ellos se odien a sí mismos. Eso es exactamente lo que me hicieron a mí.
Mi mamá comenzó a llevarme a un terapeuta, pero sólo me llevó a terapeutas cristianos (los cuales todos eran parciales) por lo que nunca obtuve la terapia que necesitaba para curar mi depresión. Sólo obtuve más cosas cristianas: que era un egoísta, que estaba mal y que debía voltear a ver a Dios por ayuda.
Cuando tenía 16 años me di cuenta que mis padres nunca cederían y que debía de esperar a tener 18 años para comenzar mi tratamiento de transición, lo cual me rompió totalmente el corazón. Entre más esperes, más difícil es la transición. Me sentía sin esperanzas, ya que sólo iba a ser un hombre vestido de mujer el resto de mi vida. En mi cumpleaños 16, cuando no tuve el permiso de mis padres para comenzar la transición, lloré hasta quedarme dormida.
Me formé una actitud tipo “púdranse” con mis padres y salí del closet en la escuela, pensando que cuando me declarara transexual sería menos shockeante. Aunque la reacción de mis amigos fue positiva, mis padres estaban enojados. Sentían que estaba atacando su imagen, que los estaba avergonzando. Querían que yo fuera el perfecto niño heterosexual cristiano y eso era obviamente algo que yo no quería.
Me sacaron de la escuela, me quitaron mi computadora y mi teléfono, me prohibieron entrar a cualquier tipo de red social, aislándome completamente de mis amigos. Esto fue probablemente la parte de mi vida cuando estaba más profundamente deprimida y para mi sorpresa no me maté. Estuve completamente sola por cinco meses. Sin amigos, sin apoyo, sin amor. Sólo la decepción de mis padres y la crueldad de la soledad.
Al final del año escolar, mis padres finalmente cedieron y me dieron mi teléfono y me dejaron entrar a redes sociales. Estaba emocionada y finalmente tenía a mis amigos de vuelta. Estaban muy emocionados de verme y hablar conmigo... pero sólo al principio. Eventualmente se dieron cuenta que no les importaba una mierda y me sentí aún más sola que antes. A los únicos amigos que pensé que tenía sólo les agradaba porque me miraban cinco veces a la semana.
Luego de un verano de casi no tener amigos, más el peso de tener que pensar en la universidad, ahorrar dinero para irme, mantener mis calificaciones, ir a la iglesia cada semana y sentirme como mierda porque todos estaban en contra de todo por lo que vivía, decidí que había sido suficiente. Nunca voy a pasar de forma exitosa por una transición, aún si no me voy. Nunca voy a ser feliz con la forma en que me veo o me escucho. Nunca voy a tener los suficientes amigos para sentirme satisfecha. Nunca voy a tener el suficiente amor para sentirme satisfecha. Nunca voy a encontrar a un hombre que me ame. Nunca voy a ser feliz. O vivo el resto de mi vida como un hombre solitario que desea ser una mujer o vivo mi vida como una mujer solitaria que se odia a sí misma. No hay nada que ganar. No hay forma de escapar. Estoy demasiado triste. No necesito que mi vida se ponga todavía peor. La gente dice “estará todo mejor”* pero en mi caso no es cierto. Se pone peor, cada día está peor.
Eso es su esencia, es por eso que me siento con ganas de matarme. Lo siento si no es una buena razón para ustedes, pero es suficiente para mí. Como mi testamento, quiero que el 100% de las cosas que poseo legalmente sean vendidas y que el dinero (más mi dinero en el banco) sea dado a movimientos por los derechos civiles de los transgénero y grupos de apoyo, no me importa cual. La única forma en que descansaré en paz es el día en que la gente transgénero no sea tratada de la forma en que a mi me trataron, que sea tratada como humanos, con sentimientos válidos y derechos. El género necesita enseñarse en las escuelas, entre más temprano mejor. Mi muerte debe significar algo. Mi muerte debe de ser parte del número de gente transgénero que se suicidó este año. Quiero que alguien vea ese número y diga: “qué jodido” y lo arregle. Arreglen a la sociedad. Por favor. Adiós."
En La Izquierda Diario repudiamos a los medios que se refieren a Leelah como a un hombre y le decimos a la juventud transexual que seguiremos luchando, desde los medios y desde las calles por abolir de este sistema opresivo toda imposición sexual. No están solos ni solas. Su lucha es nuestra lucha.
Sabemos muy bien que ahora mismo todo parece muy difícil, y ya se cansaron de escuchar el "no pasa nada", "ignoralos". Vamos a desmentir lo que les hayan dicho: pasa algo. No hay que ignorarlo. Este sistema homo y transfóbico nos y les está dando con todo. Pero no hay que dejar de pelearla, aunque Leelah como el 40% de la población trans siente tentación de acabar con su vida. Que, por el contrario, sus trágicas muertes nos fortalezcan para luchar contra la transfobia y por la liberación sexual. No queremos que ningún otro compañero u otra compañera nos deje. Gritaremos en las calles que no vamos a rendirnos, que somos lo que somos. No nos vamos a quedar callados ni calladas. Que ningún y ninguna trans haya muerto en vano. Su muerte tiene que significar algo.
Ulises Candia y Sol Meaca