Si no has leído a Juan Rulfo encuentra aquí una excusa para hacerlo. ¿Qué otros textos conoces de este autor jalisciense?
Lunes 20 de julio de 2020
En 1955 el Fondo de Cultura Económica publicó la primera edición de “Pedro Páramo” escrito de Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno—conocido como Juan Rulfo—; a más de sesenta años de esta novela te quiero contar la reflexión que tuve al leerla. Si no has leído a Juan Rulfo encuentra aquí una excusa para hacerlo. ¿Qué otros textos conoces de este autor jalisciense?
“Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”. Ésta se ha convertido en una frase tan icónica para la literatura latinoamericana como en la literatura universal es el inicio de Don Quijote, ¡cuántos memes no se han visto! Todos dicen conocer Comala o saber qué México vio Rulfo a través de Juan Preciado. El mismo García Márquez parecía marcado por este texto; mientras que intelectuales como Ricardo Garibay despreciaban profundamente a Juan Rulfo y a su obra por ser un pobre oyente, excluido de la Universidad Nacional.
Pedro Páramo se ha vuelto una obra de gran importancia histórica y literaria. Con una narrativa circular que va y viene, es una lectura que exige total atención a cada palabra, a cada frase y a cada elemento que la construye.
Es fácil perderse en el remolino de vivos y muertos que Rulfo nos presenta en esta novela donde el tiempo y los personajes se intercalan durante toda la trama. Juan deja de ser el personaje principal para dar paso a los murmullos del México que construye leyendas; del México triste, imaginativo, ahora olvidado y por muchos aún repudiado. Nos concentramos tanto en eso que olvidamos a Preciado, vino a Comala…¿y nunca se fue? ¿por qué sería el único vivo capaz de hablar con los muertos?
Hay pueblos que saben a desdicha
Se les conoce con sorber un poco de su aire viejo y entumido, pobre y flaco como todo lo viejo. Comala es el retrato literario del México marginado, el que los políticos no quieren ver y que la mayoría de la población no conocía en los cincuenta—y que aún hoy no conoce—. Rulfo, descubre un país totalmente distinto al que Calles mandó a poner en los libros de historia y al que el muralismo retrató en un mero plano bélico. Quizá sin querer queriendo, Rulfo fue de los pocos escritores de su tiempo que le hicieron frente a la religión revolucionaria. Su trabajo como agente viajero le permitió ver, fotografiar y describir ese México que la revolución unió a través de la muerte.
La modernidad nunca alcanza para los Comala porque no le son relevantes. Hay Comalas que no tienen luz, pero sí sus refrigeradores con Coca Cola, esa es la ironía del desarrollo desigual y combinado porque existen en el mismo país que la CDMX, Monterrey, Guadalajara, etcétera.
Comala existe hoy; claro que en Colima pero también en Oaxaca, Chihuahua, Jalisco, Tamaulipas, Guanajuato, Guerrero, Michoacán y en cualquier lugar que no existe hasta que muere. La supuesta guerra contra el narco ha creado muchos Comalas en todo el país.
Abundio nos contaba cómo andaban las cosas allá del otro lado del mundo
La muerte estará en todo el camino; es el punto donde convergen todas las manifestaciones de los mexicanos. Por Abundio conocemos y nos despedimos de Pedro Páramo.
Todos somos hijos de Pedro Páramo
Rulfo nació en 1917 y aún le tocó vivir años muy duros de la formación del poder político en México. Creció entre el caudillismo, el eterno baile por la silla presidencial y la disputa por la hegemonía ideológica con la Iglesia Católica. Su padre fue asesinado y probablemente nuestro autor lo presenció. Poco después murió su madre y se quedó solo en el mundo. Cuentan que era un niño solitario, callado, torpe, aislado y aún en su adultez no hablaba mucho.
Por el contexto histórico, podemos inferir que todos son hijos de Pedro Páramo porque acogió al pueblo cuando todos se fueron a las guerras; las constantes revueltas también provocaban que las familias se transformaran dramáticamente. Las paternidades ausentes, además, son cosa de cada generación en el país que tantas ganancias obtiene de las remesas.
O podría ser que todos somos hijos de Pedro Páramo porque a todos nos une la muerte; es lo único certero en esta vida.
Me cruzaré de brazos y Comala se morirá de hambre...
Pedro Páramo llegó a ocupar la hacienda y hacerse de la mujer que le podía abrir las puertas a distintos ingresos. Dejó ir a Doloritas con tanta facilidad, porque no se había quedado por ella sino por Susana San Juan; a la muerte de ésta, no volvió a hacer nada. Se fueron uno por uno y Pedro se sentó a esperar la muerte.
Todos escogen el mismo camino.
Todos se van incluso en tiempos de pandemia, hay dos momentos que unen a los mexicanos: la muerte y las fiestas. A diferencia de muchas visiones, en esta novela la muerte no se retoma de una forma celebre o divertida sino fría y gris; con ecos y lluvia. Hablamos de un México triste y muerto, enterrado entre los escombros de la revolución.
México es un país fragmentado y sin identidad. A través de sus textos, quizá sin quererlo, Juan Rulfo le dio una identidad tan franca, tan real y tan cruda. Juan Rulfo nos recordó que la muerte siempre estuvo y siempre estará ahí.