Amnistía Internacional presenta un informe titulado Sobrevivir a la muerte. Tortura de mujeres por policías y fuerzas armadas en México, en el cual da cuenta del testimonio de 100 mujeres, quienes, en su mayoría, sufrieron abuso sexual.
Miércoles 29 de junio de 2016
Imagen: CIMAC Noticias
Cientos son los casos en los que el Estado mexicano, y sus fuerzas represivas, se ha visto implicado en tortura sexual a mujeres; un método reiterativo donde militares, integrantes de la marina, policías municipal, estatal y federal son los principales actores. Sin embargo, la tortura y el abuso sexual no sólo se han presentado en caso de arresto, sino también cuando las fuerzas federales y estatales reprimen protestas, de esta manera, las manifestantes son las más afectadas.
La Izquierda Diario ha denunciado algunos de los casos más emblemáticos de abuso y acoso sexual en los últimos años contra algunas mujeres que han salido a exigir sus derechos a las calles.
Tal vez, el caso más nombrado sea Atenco. Los días 3 y 4 de mayo del 2006, bajo las órdenes del entonces gobernador del Edomex, Enrique Peña Nieto, entró la Policía Federal Preventiva (PFP) y la agencia de seguridad del Estado de México al pueblo de Atenco para reprimir la organización de los pobladores contra el nuevo aeropuerto internacional. Cientos fueron los detenidos, previamente golpeados y torturados; mientras los trasladaban al penal, todas las mujeres presentes fueron víctimas de tortura sexual. Sólo cuarenta de ellas decidieron denunciar la tortura, y hoy en día más de una veintena sostiene una denuncia contra EPN y el gobierno mexicano.
Durante la toma de posesión del actual presidente, Enrique Peña Nieto, en diciembre de 2012, una joven manifestante fue vejada por un policía estatal en Guadalajara, Jalisco. Existe un video de la agresión; se logró identificar al policía agresor, no obstante el caso continúa en la impunidad.
En febrero de 2015, en Acapulco, Guerrero, en tanto la policía federal reprimía duramente a maestros que protestaban contra la reforma educativa y por la retención de sus salarios, maestras manifestantes fueron violadas tumultuariamente por integrantes de la policía. Sólo cuatro de ellas denunciaron públicamente este atroz hecho; al igual que en la denuncia anterior, no existe ningún responsable.
En febrero de este año, se viralizó un video en el cual dos militares y un federal torturaban a una mujer, la asfixiaron con una bolsa de plástico, la golpearon y la amenazaron con el cañon de una arma. Sólo cuando el descontento se expresó, la Procuraduría General de la República informó que ya existía una averiguación para investigar a los sujetos del video.
El pasado 20 de junio, en repudio a la represión sufrida en Nochixtlán, Oaxaca, cientos de personas se manifestaron a favor de la disidencia magisterial. Un grupo de jóvenes, en su mayoría féminas, fueron encapsuladas al intentar marcha hacia la representación del gobierno de Oaxaca. En redes circuló un video donde éstas denuncian que policías las amenazaron de tortura sexual, aunado a los tocamientos a sus cuerpos y los insultos contra su condición de mujer, además por haber salido a manifestarse.
Lo anterior son ejemplos de cómo el Estado intenta blandir la lucha y fortaleza de las mujeres que repudian las injusticias. La tortura es una práctica sistemática. En México se visualizó en la década de los setenta, desde entonces es ocupada para obtener información, sobre todo, de la organización interna de movimientos sociales. Empero, las mujeres tienen un trato especial: la tortura sexual. La mayoría de los casos mencionados no la han utilizado para obtener información sino para fragmentar de cuerpo y fuerza de voluntad a toda aquella mujer que intente salir de su rol socialmente establecido, el hogar.
¿Por qué utilizan esos métodos contra las mujeres?
Si bien la tortura es una de las herramientas de las fuerzas represivas, contra las mujeres tiene un plus, que es su condición genérica. Utilizan la tortura sexual como un aleccionador para otras mujeres, para ahogar la resistencia de quienes están organizadas. Son métodos de castigo, puesto que no es sólo la excitación de los policías en el momento de la represión, son órdenes específicas implementadas desde los altos mandos.
Es un aleccionador para las que rompen con las condiciones impuestas por una cultura patriarcal y capitalista cuya idea es que la mujer sólo se encuentre en el ámbito privado, y garantice la reproducción y las tareas domésticas. Al igual que el feminicidio, la tortura y el abuso sexual sufridos en las manifestaciones son mensajes claros: si te organizas fuera de tu hogar, la tortura sexual te espera.
Intentan deshumanizarlas, que piensen que al someterlas sólo son mercancía o un simple objeto de placer; con esa herramienta se intenta callarlas, quebrarlas. A pesar de ello, las mujeres aquí nombradas son un ejemplo de valentía dado que no sólo luchan contra la impunidad sino también contra el olvido. Todas ellas, y muchas más, han roto el silencio y han responsabilizado al gobierno mexicano; no las han quebrado ni moral ni políticamente. Son un ejemplo de entereza.
Como señala Andrea D’Atri, en “La potencia del odio”, “hoy se nos reconoce como víctimas impotentes. Y las víctimas impotentes sólo pueden tener resentimiento. Y del resentimiento nunca ha salido nada bueno. Del odio contra las condiciones injuriosas y oprobiosas en que ha vivido y vive una gran parte de la humanidad, es decir, del odio contra la opresión, pueden surgir potentes convicciones para el combate. No elegimos ser las víctimas impotentes que el patriarcado quiere que seamos. Elegimos las potentes convicciones que anidan en el odio productivo de sabernos víctimas de un orden social que apesta.”
Con información de La Jornada.