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Red Internacional
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PANDEMIA Y CULTURA. Trabajadores de cultura vuelven a las calles

Las restricciones del semáforo amarillo no parecen aplicar para los programas culturales. La Secretaría de Cultura continúa con actividades presenciales a pesar del alza en contagios.

Miércoles 23 de junio de 2021

La semana pasada se anunció que la CDMX regresaba a semáforo amarillo por el alza de contagios. Desde que se anunció el regreso a clases presenciales para el pasado 7 de junio, miles de maestros y madres y padres de familia se opusieron a que las escuelas se abrieran de nuevo, pues era un paso apresurado sin tener las condiciones sanitarias y de infraestructura necesarias. Y sin la mayoría de la población vacunada.

Durante las dos semanas que duró el semáforo verde, se cerraron varias escuelas por presentar casos positivos de COVID 19 dentro de la comunidad estudiantil y docente. Por lo que se volvieron a cerrar las escuelas oficialmente. Después de este desastre anunciado se podría pensar que se volverían a implementar medidas para evitar un trágico aumento de los contagios. Sin embargo, esto no sucede en dependencias como la Secretaría de Cultura.

Dentro del departamento de Cultura Comunitaria se planifican actividades para incidir en espacios prioritarios de la CDMX y llevar actividades culturales a aquellas personas que no tienen acceso a ellas. Durante todo el año pasado se realizaron actividades a distancia para cubrir los números que pedía el programa. Este año, con el pretexto de la aplicación de las vacunas y la apertura de los comercios, el programa planteó a todos sus integrantes que había indicaciones directas del gobierno central de volver a territorio. Esta indicación continúa a pesar de la vuelta al semáforo amarillo y del cierre de las escuelas. Los Puntos de innovación, libertad, arte, educación y saberes (PILARES), una de las grandes apuestas de la administración de Claudia Sheinbaum, continuarán abiertos y trabajando con infancias.

Paralelamente se realizan actividades en campo, con gran afluencia de usuarios. En zonas rojas de las colonias más peligrosas de la ciudad, en espacios al aire libre pero reducidos, en los que no es posible mantener la sana distancia y en realidad no se implementan protocolos sanitarios. La mayoría de los usuarios acuden sin cubrebocas, o se lo remueven durante las actividades. Por protocolo solamente se les puede pedir amablemente que se pongan el cubrebocas, no se le puede negar la atención a ninguno de los usuarios independientemente de que cumplan con medidas sanitarias o no. Situación que deja sumamente expuestos al contagio a los promotores culturales que llevan adelante las sesiones.

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La urgencia de la “nueva normalidad”

La reapertura económica impulsada por el gobierno y los empresarios, antepone las ganancias económicas de unos cuantos a la salud de millones. El avance en la aplicación de las vacunas se usa como justificación para una vuelta a la normalidad que en realidad está lejos de suceder. Se continúan realizando las actividades sin tomar en cuenta el alto riesgo de contagio. Aún con la totalidad de la población vacunada es necesario contar con estrictas medidas sanitarias, pues las vacunas no inmunizan.

La cultura, como herramienta para sobrellevar tiempos tan complejos como los que vivimos, es muy importante y sin duda alguna deben buscarse los mecanismos para que toda la población tenga acceso a actividades culturales de calidad. Pero esta necesidad no puede cubrirse sobre la base de la explotación y exposición de miles de jóvenes que forman parte de los programas de Cultura Comunitaria. Quienes no solo enfrentan la inseguridad al adentrarse en los espacios con mayor índice de peligrosidad de la ciudad, sino que su exposición al virus es constante por la cantidad de usuarios que atienden durante las actividades presenciales. Los promotores, talleristas y monitores que forman parte de estas actividades tienen un perfil de becarios, por lo que no hay ningún tipo de reconocimiento laboral ni prestaciones de ningún tipo. En caso de algún contagio deben sustentar su tratamiento con sus propios medios.

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Esta clase de acciones solamente precariza aún más a los trabajadores del sector cultural que no solo enfrentan bajos salarios y poco reconocimiento a su labor, sino que ahora ven su salud expuesta en medio de esta pandemia.

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