Un plan de ajuste económico, coordinado con el Fondo Monetario Internacional, gatilló en Jordania las mayores protestas vistas tras la Primavera Árabe.
Martes 5 de junio de 2018
Cinco han sido los días, desde el inicio de la huelga general en las principales ciudades del país, que terminaron con la dimisión del Primer Ministro de Jordania Hani al-Mulki.
El conflicto, iniciado por el plan de ajuste que el gobierno había coordinado junto al Fondo Monetario Internacional para rebajar la deuda pública, fue la gota que termino de colmar la paciencia de decenas de sindicatos y organizaciones de trabajadores y profesionales, que agrupan a decenas de miles de trabajadores, que veían nuevamente como tendrían que cargar con un ajuste que se venia a posar sobre sueldos que durante los últimos 5 años han perdido sustantivamente su poder de compra.
Ya en enero de este año, se habían recortado los subsidios del principal alimento del país, el pan pitta, que subió entre un 60 y un 100%, además de una subida al impuesto general a las ventas; el precio de la bencina subió 5 veces consecutivas durante lo que lleva el 2018, y los costos de electricidad subieron más de un 55%.
Todo esto junto a una tasa de desempleo, que ronda el 18%, y una altísima inflación, tienen a la mayoría de los jordanos en pie de guerra contra las medidas del gobierno y el FMI, ya que dan cuenta que son solo ellos los que tienen que cargar con el déficit del país.
No así el gran empresariado jordano, que en comunión con la monarquía absoluta (no es un eufemismo) que rige al país, gozan no solo de las grandes riquezas que crean los trabajadores jordanos, sino también de las prebendas que reciben de los aliados occidentales, que ven en Jordania un bastión de su política hacia Medio Oriente.
Por el momento, la monarquía y el parlamento han buscado descomprimir el ambiente con esta dimisión (en este siglo 18 han sido los Premier despedidos), pero solo será un respiro, dentro de una tensión social que ya se destapó, y que parece recién estar comenzando.
