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Red Internacional
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Opinión. Tras la polémica racista de "inclusión forzada" en la Sirenita afrodescendiente de Disney

Va más allá del racismo el debate abierto en redes sociales por el cuestionamiento a la nueva versión afrodescendiente de la Sirenita de Disney, que sectores conservadores llaman una "inclusión forzada".

Miércoles 14 de septiembre de 2022

Los últimos años, las nuevas producciones de varias historias clásicas de Disney han causado polémica, por las formas como el mercado cinematográfico infantil readapta sus creaciones en función de los valores que la sociedad pone a debate, ante el auge del feminismo y la lucha de mujeres en las calles, la lucha antiracista y protestas como las g eneradas por el asesinato policial de George Floyd, la lucha por el reconocimiento de las personas no binarias o el lenguaje inclusivo.

Pero ante el rechazo de sectores conservadores que cuestionan la participación de un personaje negro en tramas que no tienen que ver con el racismo, podemos llamar a repudiar estas posturas e ir más allá en un debate que además rechace la persistencia de los roles de género y estereotipos prevalecientes en el cine comercial. Pues muchas de estas producciones comerciales infantiles circulan mundialmente más allá de nuestro gusto.

La crítica de sectores conservadores que hablan de "inclusión forzada", se sustenta en que se "cambia por completo la imagen original" de las historias de princesas, pero ¿cuál es esa imagen que defienden y cuál es su origen?

Como toda reproducción cultural comercial, la industria de Disney busca preservar su masiva audiencia y se adapta a la época, pero al mismo tiempo mantiene la reproducción de las conductas deseables por los valores dominantes de la sociedad patriarcal, para que cada nueva generación de niñes transcurra por la construcción del sistema de género que hemos pasado todas las personas y sociedades bajo el capitalismo, siendo racializadas, sexualizadas y clasificadas conforme al orden colonial y de clases que alcanza a todo el mundo. Y esto incluye la concepción medieval del amor que prevalece hasta nuestros días.

La vasta literatura medieval cristiana europea, impuesta por más de un siglo sobre la tradición oral de los pueblos cuya cultura persistía al avance del cristianismo, tuvo como objetivo reeducar y dulcificar una época de esclavitud o semiesclavitud de millones de mujeres y de familias bajo el feudalismo, donde los más resistentes fueron aniquilados.

Acabar con todo pensamiento "herético" para el cristianismo fue fundamental para imponer su poder y le implicó la construcción durante años de una concepción de género donde las mujeres ricas son las únicas merecedoras de amor y las mujeres pobres deben sufrir, servir, competir y morir por amor. Donde esclavas y campesinas pueden alcanzar el amor, sí y sólo sí pasan todas las pruebas raciales, de clase, que conlleven a su sumisión y servidumbre o sean elegidas por algún hombre de una clase superior "por su belleza" (lo cuál tampoco es cierto, pues lo común bajo el feudalismo fueron las violaciones de esclavas y campesinas, por parte de los ricos, terratenientes y monarcas, así como las torturas y asesinatos de la Iglesia a aquellas mujeres pobres que tuviera algún tipo de influencia, como las parteras y curanderas).

Por eso las historias de princesas prevalecen en la industria cinematográfica más comercial. No veremos en Hollywood la representación de Rosa Luxemburgo y Clara Zetkin contra la guerra imperialista, ni a Alejandra Kollontai cuestionando la moral sexual bajo el capitalismo o historias de las heróicas revueltas y huelgas obreras de Massachusetts, con las mujeres rechazando la esclavitud de la industria textil y exigiendo jornadas de ocho horas.

Aunque hoy las películas infantiles están abiertas a nuevos temas, y podemos encontrar algunas novedades que rompan ciertos esquemas, la esencia cultural se mantiene en la necesidad de reciclar versiones clásicas que reproducen la ideología dominante. Hay más princesas protagonistas de sus historias como Mulán, pero la historia central y sus anhelos no cambian, mientras prevalecen las historias de mujeres blancas, monógamas, heterosexuales, pobres oprimidas y jóvenes, porque persiste la construcción de género y clase bajo estos estereotipos, opuesta a la diversidad de pensamientos y posibilidades de relacionarse que existe entre las personas.

Historias simples, de princesas y no mujeres reales que construyan amores libres, sin la posibilidad de ayudar a los niñes a pensar nuevas formas de amor y de amistad, basado en el respeto, el cuidado, la atención y la decisión consciente de amar, no condicionada por circunstancias económicas, de posesión, celos, servidumbre o esclavitud, bajo exigencia, obligación o segregación. Que finalmente cuestionen el amor romántico que genera afección, inseguridad, pérdida de autonomía, dependencia, hasta persecución y feminicidio.

Afortunadamente existen alternativas culturales, aunque son pocas en la industria del cine por los costos de producción y la velocidad como cada año salen nuevas películas haciendo difícil el alcance de producciones alternativas, cuánta falta hacen más historias de mujeres de lucha por transformar el mundo.