Boca jugó un horrible primer tiempo y necesitó irse al descanso en desventaja para cambiar la actitud. Acumulando delanteros, llegó al gol empujando. De juego, poco y nada.
Lionel Pasteloff @LionelPasteloff
Lunes 13 de octubre de 2014 00:25
Confuso. Así se podría definir a este equipo que hoy conduce Arruabarrena. Vale la aclaración sobre quién es el DT actual, dado que buena parte del juego de Boca se asemejó al de comienzos del torneo, cuando a Bianchi se lo castigaba por mucho menos que esto. El juego del primer tiempo fue de lo peor que se le vió al local en meses. Lento, apático, sin sorpresa. Queda la duda si es paciencia o falta de ideas, pero si la reacción viene luego de un golpe del rival, no hay margen para ser optimistas.
En esa primera mitad dejó poco. Boca tenía la pelota y una pereza exasperante. Carrizo era movedizo pero sin ideas. Chávez era voluntarioso como siempre, pero carecía el equipo de movilidad y faltaba sorpresa. Central, bien plantado, no pasaba grandes sobresaltos. Una de Meli, otra guapeada de Gigliotti, no mucho más. Hacia el final de esa etapa, cuando el visitante se animó, puso el 1-0 con gol de Valencia. Ninguno había hecho méritos, pero el partido estaba para los rosarinos.
Tuvo que llegar ese toque de atención para que Boca se sacara la modorra. En principio, hubo cambios. Salió Carrizo e ingresó Acosta, cambio que aseguraba algo de pausa en la conducción. Lo tuvo el 10 al minuto y falló. Niell tuvo el segundo por otra siesta de la defensa. Su tiro se fue cerca y cerró el telón de un Central que dejó venir al local de a poco.
La expulsión de Acevedo, mezcla de tontera e imprudencia, terminó de convencer a unos y a otros. Boca fue y su rival se convenció de que no había más que defenderse. Entró Calleri por Castellani para mover más la pelota y presionar. En Central, salía Niell para que entre Encina. Todo un síntoma.
A Arruabarrena se le cerraban los caminos. Acumular delanteros y tirarla para adelante no es sinónimo de superioridad, ni siquiera ante un rival resignado y victimizado. Mientras, ingresaba Martínez por Erbes. La premisa era clara. Ganar. El cómo, había que averiguarlo.
Finalmente la aglomeración en el área rindió sus frutos. Echeverría definió en el área tras una gran habilitación de Magallán de cabeza. Casi inmediatamente, una pelota salvada por Chávez permitió que Marín la empuje al gol. De la frustración al éxtasis, en sólo tres minutos.
Quedaba el interrogante de qué iba a hacer Boca para bajar las revoluciones y acomodarse con cuatro delanteros en cancha. La respuesta la dio Central, que casi ni se rebeló y facilitó la tarea. Orión puso suspenso con alguna mala salida, lo que convirtió cada centro visitante en una instancia complicada.
Corrieron los minutos y Boca se terminó de creer su triunfo. Fueron tres puntos importantes, pero de esos que dejan preocupación y no dan lugar a mucho grito ni burlas a terceros. Se ganó, pero hubo mucha complicidad rival y algo de azar. Arrurabarrena mostró madurez al admitir que no se puede apostar a seguir ganando de esta forma. Si te comés todo el pan en un día, la siguiente fecha vas a tener mucho hambre.