(Contiene spoilers)
Para el público poco avezado en la materia, o en muchos casos, que no conoce nada del tema, una serie puede llegar a ser la referencia absoluta sobre la vida de una persona.
Domingo 20 de enero de 2019 12:25
Así es como existe un peligro real cuando se emite una serie de contenido histórico, alterando los hechos ex profeso para lograr un resultado determinado, como en este caso es intentar destruir por completo y sepultar la imagen de León Trotsky, intoxicando su imagen episodio tras episodio.
En cuanto terminé de verla, me dediqué a investigar algo sobre la vida del director de dicha serie, Alexander Kott, y de Konstantín Ernst, el responsable de la puesta al aire para la productora Sreda, y vi que sus nombres están ligados al partido de Putin, Единая Россия o Yedínaya Rossíya (Rusia Unida).
Pienso que la serie, luego del título, debería poner bajo éste, que se trata de una versión libre, sesgada; probablemente debería incluir, aunque sea en tamaño pequeño, un subtítulo diciendo algo así como: “Una versión capitalista sobre la vida de Trotsky” o quizás, “Versión admitida por Putin para la televisión rusa”, o bien: “Versión para contentar al Capitalismo”.
Lo que más me indignó del contenido de esta serie excelente en cuanto a la dirección de actores, actuaciones, puesta en escena, fotografía, ambientación, diseño de indumentaria y trama, es el modo en el que se presenta el asesinato de Trotsky.
Aquí se muestra que cuando él descubre que el joven Jackson, es en realidad Ramón Mercader, el enviado de Stalin para asesinarlo, se lo cuenta a Natasha (su segunda mujer) mientras el falso Jackson está en la habitación contigua al dormitorio de la pareja.
Entonces, Trotsky—según la serie—le dice a Natasha, que va a terminar con todo de una vez, que ya es hora, que está cansado; así es que, después de profesarse su mutuo amor, él sale sin ser retenido por ella, y enfrenta a Mercader, provocándolo con insultos, pegándole fuertemente con el bastón, gritándole improperios, llevando al “periodista” (un agente de la KGB de Stalin) a no tener más remedio que tomar el pico que cuelga de la pared en la que Trotsky lo dejó acorralado, para que el joven golpeado por un viejo, no tenga más remedio que matar a ese Trotsky tan odiado que lo provocó y hasta lo llevó directamente con la mirada hacia el pico que le diera muerte.
Ésta no es solamente una falla histórica, sino de dirección escénica. Hay varias: sucesos que se ven venir. En realidad, hay poco de factor sorpresa y al menos para mí que soy directora, todo se vuelve previsible. Una de las cosas que pensé mientras la veía, fue que el dinero hace que se pueda contar la historia de alguien como se quiera y hacerla pasar como verdad.
Porque esta mega producción es impresionante en algunos aspectos: el tren blindado aparece como salido de un mundo de Harry Potter, las mujeres son de una belleza indiscutible, todas ellas, y Trotsky aparece como un sex symbol imparable que según dice el personaje que interpreta a Frida Kahlo: “- Se acostó con todo el mundo. Tener sexo con él es como ingerir una droga que va directamente al cerebro.”
Posiblemente así haya sido. ¿Por qué no puede alguien ser eróticamente irresistible? Pero aquí se usa el recurso como algo negativo. El caso es que en esta producción se pone demasiado énfasis en aspectos que se sabe que caerán mal en un cierto tipo de audiencia y se abusa de esos recursos en forma permanente.
A ese punto, entendí que el capital que maneja la televisión rusa es tal, que las mentiras se expandirán con la velocidad de un céfiro, y que nosotros somos los encargados de limpiar el nombre de León Trotsky quien una vez más, es ensuciado por la malignidad de los enemigos del Socialismo.
No pretendo expresar que Trotsky fuera un santo. No lo fue; y no creo que exista alguien que lo crea ni que lo desee. Un líder revolucionario es un ser con una inteligencia aguda y veloz, cuyo centro vital es la revolución misma. Debe ser poseedor de una mente lúcida y de cierto grado de frialdad a la hora de tomar decisiones. También debe tener la sensibilidad social que sea el motor que lo conduzca a la acción. Luego vienen en el orden que corresponda, según de qué persona se trate, sus otros amores, sus odios, sus gustos, sus puntos de desinterés. El intelectual de izquierda que Trotsky fue no es el sangriento y frío especulador que se muestra en la serie, que más se parece a una fusión entre Stalin y Napoleón que al mismo Trotsky. Tan descalibrada está la historia narrada, que Stalin aparece como un niño de jardín de infantes al lado de Trotsky.
De hecho, si yo no conociera la historia, me quedo con Stalin después de ver la serie.
Desafortunadamente, no tenemos el capital para producir una serie que cuente la verdad, pero sí existen los documentales, los libros, las cartas; quien quiera saber la realidad, sólo tiene que investigar más profundamente, aunque sabemos que la serie tiene un alcance masivo de tal magnitud, que sólo contando con otra serie podríamos luchar y terminar balanceados.
¿Estará la gente preparada para ver una serie sobre Trotsky con nuestra mirada sobre la Revolución? Yo creo que sí. Lo que ha fallado hasta el momento es la falta de recursos económicos para acceder a los medios masivos y competir. La propaganda capitalista se recrudece cada vez más, apela a la desinformación, y estimo que esta serie no proviene de la nada. Quizás sea una advertencia al pueblo ruso, un mensaje entre líneas desde el gobierno de Putin y sus seguidores.
El poder del Capital usado para el mal; eso es lo que hay en esta serie donde se muestra a Trotsky como la encarnación de Satanás. De hecho, en una de las escenas, durante un encuentro de él con su padre, éste lo trata como si fuera el diablo.
Como si todo fuera poco, al final, cuando muere, se lo ve en la misma imagen con la que comienza la serie, caminando con su traje claro acorde al clima mexicano, lentes y bastón, por algún sitio de la estepa rusa nevada; entonces, el tren blindado de su pasado lo atropella de frente, como esgrimiendo que su ambición fue la que lo mató, para terminar con el factor moralizante: un proverbio bíblico de Salomón, que reza: “El camino de los impíos es como la oscuridad; no saben contra qué tropiezan.” (Prov. IV, 14-19).
Me resulta menester expresar que al ver que hasta han violado su muerte, en el sentido de que aquí se muestra que Trotsky desató la ira del enviado de Stalin, convirtiéndose así en culpable de su propia muerte, no me queda otra que pensar que el objetivo es sepultar a Trotsky para siempre con calumnias llevadas a la pantalla de Netflix, sabiendo el alcance masivo que este medio posee.
Se pone de manifiesto durante la trama de esta serie, que el objetivo principal es demonizar en primer lugar a Trotsky, echándole la culpa de las muertes de sus propios hijos, inclusive. Luego, se muestra a Lenin como un ser especulador, insensible, en momentos hasta insignificante e insidioso. De hecho, en esta serie, Lenin es un personaje comprimario o secundario, casi un detalle de la historia. Su protagonismo en la historia se reduce a cenizas.
En cada episodio, no se pierde la oportunidad de mostrar que, para Trotsky, el fin justificaba los medios, y una de las escenas más patéticas de la serie es cuando estando en la casa de Coyoacán, México, se le aparece Lenin (muerto, por supuesto), diciéndole que siempre se arrepintió de dar muerte al Zar (cuando ni siquiera ninguno de los dos dio la orden), quien nunca tuvo la oportunidad de entender el por qué de su muerte, a quien se le quitó la ocasión de comprender y de quizás, seguir con vida para cambiar su modo de pensar. Esto me resultó pueril, pero no es lo único. En el primer atentado a Trotsky en su casa de México, se ve a Aleksandra, su primera mujer y madre de sus hijas, cubriendo el cuerpo de León para que no le lleguen las balas. Para cuando Natasha entra en la habitación, él está vivo gracias a esa protección divina que esquivó las balas.
¿Acaso existen pruebas de la conexión de Trotsky con todos los muertos con quienes se le adjudica una conversación? No. Sin embargo, estos recursos escénicos en donde el espiritismo ejerce un protagonismo constante surten efecto en cierto tipo de espectadores, sobre todo, sobre los de por sí mal predispuestos. La muestra de conversaciones que jamás se llevaron a cabo, presencias sobrenaturales que no sucedieron, la idealización de figuras nefastas y la denostación de otras que, con errores humanos, lucharon por la igualdad, no hacen sino confundir la mente del espectador que no conoce la temática.
Al principio lo dije hasta sarcásticamente, pero ahora lo digo seriamente: Habría que exigir que apareciera bajo el título de la serie, que ésta es una versión libre de la vida de León Trotsky.