La vigésimo novena edición de la Feria del Libro de la Ciudad de Córdoba, que se desarrolló durante la primera quincena de septiembre tuvo como curadora a la escritora cordobesa (radicada desde hace años en Buenos Aires), Tununa Mercado. Aprovechamos su presencia en nuestra ciudad para conversar sobre literatura y política.
Sábado 27 de septiembre de 2014
ID: ¿Cómo surgió la idea de que fueras la curadora de la Feria del Libro?
TM: Me invitaron hace unos meses. Fue sorpresivo porque yo hace muchísimos años que no vivo aquí. Seguramente rescataron un pasado mío, mi condición de escritora cordobesa, valoraron lo que yo escribo, no lo sé. La cuestión es que de pronto me vi enfrentada a ser la curadora de una feria enorme. Bueno, yo tiré ideas. No fue “curar”: estar ahí como albañil armando eso, pero bueno, fueron ideas, y algunas de ellas se tomaron. Estuve en ese “escenario”.
Una de las ideas fue rescatar a una serie de escritores a los que llamo “atípicos”, escritores de Córdoba que en su momento y en vida nadie supo reconocer. Escritores o personajes “underground”, que fueron verdaderamente emblemáticos por su originalidad. Uno de ellos fue Jorge Bonino, actor, inventor de una lengua, que había tenido una participación en el Di Tella en su momento y a quien yo había conocido. Escritores como Vicente Luy, Jorge Barón Biza. Juan Filloy, que es algo más que un “atípico” pero cuya obra tardó en ser leída, estudiada y celebrada; después se agregó el nombre de Enrique Revol, un singular ensayista, maestro y traductor. Y armar con esa gente un foro. Todos ellos están muertos, y salvo Filloy, que murió de “muerte natural”, y cuya vida cubrió tres siglos, y Revol, todos son suicidas, personajes trágicos de Córdoba a quienes los reúne un principio de ruptura, de incomodidad con una sociedad muy pacata, muy mezquina.
La otra línea era rescatar el pensamiento de Córdoba desde la Reforma Universitaria en adelante. Todos pensadores que de alguna manera ahora podrían resignificarse como nuevas propuestas en un revisionismo que no fuera el “revisionismo” de corte nacionalista típico sino ideas que pudieran ser releídas en el presente como aportes singulares. Para mí fue muy importante descubrir a pensadores cuya obra no estaba en la primera línea de mi formación universitaria: Saúl Taborda, Astrada, Sobral, gente que tiene todavía mucho que dar en la filosofía, las ciencias de la educación, que fueron pioneros en su momento y deben ser recuperados. Para mí ha sido un aprendizaje estar aquí, en Córdoba, en este momento.
ID: La Feria tuvo como particularidad la conmemoración de los 100 años del nacimiento de Cortázar ¿En qué lugar lo ubicás dentro de lo que es la literatura nacional y mundial?
TM: Hoy veía un programa en el canal Encuentro con textos de Cortázar que me recordaron mis lecturas, cuando lo leí yo tenía 20 años. Y verdaderamente es emocionante volver a esos textos, porque durante todo este tiempo yo no he releído a Cortázar y sin embargo lo he visto. Lo vi en México, en Francia. Tuve la suerte de estar en el Mayo del ’68, entonces ahí estaba Cortázar, un luchador de calle, un hombre activo por causas. Es un personaje muy singular. Nosotros tenemos la suerte como argentinos de tener semejante fenómeno. Es un fenómeno en todos los órdenes de su creación, de su vida política, de su vida intelectual. Fue, verdaderamente, un hombre de América, es decir, la forma en la que se comprometió en Nicaragua, en Cuba. Es un paradigma muy singular, por su versatilidad y su gracia personal.
ID: Tu relación con la política también es rica. Recientemente hiciste una colaboración con el Instituto de Pensamiento Socialista (IPS) para la reedición del libro Con Trotsky De Prinkipo a Coyoacán, contanos un poco tu experiencia, tu relación con Jean Van Heijenoort.
TM: Yo estuve muchos años exiliada en México, y como había tenido un pasado francés (viví allí tres años), y me había hecho de esa lengua, y era periodista; cuando llegué a México empecé a trabajar de todo eso: de periodista, de traductora, de lo que se ofrecía. Eso para mí fue un azar de los buenos, porque yo había hecho una traducción para la editorial Era, de una obra de Eisenstein: Octubre. Recuerdo que cuando me iban a pagar, vi que allí, en la editorial, estaban los tres tomos de la biografía de Deustcher sobre Trotsky y entonces dije: “No me paguen la traducción, quiero llevarme los tres tomos”. Y empecé a leer la vida de Trotsky en México, que era “el sitio” de Trotsky. Íbamos a su casa, que era un lugar, no digo templo porque eso no corresponde a un hombre como Trotsky, (piensa) era como estar en nuestra casa. Íbamos con mis hijos, llevábamos al perro, recorríamos, nos sentábamos; y allí estaba la tumba, las conejeras, los cactos. Recuerdo que siempre había un militante trotskista que cuidaba, atendía a las visitas. No era estrictamente un museo, pero tenía el material, los archivos de los periódicos que estaban clasificados, los periódicos del momento del asesinato. Estaban en una especie de paneles y entonces los hojeábamos. Uno se podía sentar en el escritorio de Trotsky y tocar su pluma… Podía pasar el dedo por las marcas de la balacera cuando intentaron matarlo. Era algo muy fuerte. Bueno, eso formó parte de nuestra historia porque todo exiliado que llegaba a México iba a la casa de León Trotsky. Era como una especie de identificación con el exiliado más trágico de la historia. Y, de pronto, Schavelzon, de la editorial, Nueva Imagen, me ofrece hacer la traducción del libro de Van Heijenoort. Esto fue en el ’79 y coincidió con un acontecimiento muy importante, el centenario de Trotsky. Vino a México toda la Cuarta Internacional, fue una cosa alucinante. Yo fui a la casa de la calle Viena ese día a una llamada Visita guiada a la casa de León Trotsky, se organizaba una especie de homenaje en el que estaba Van Heijenoort cuyo libro yo ya había traducido, estaban George Novack, Michel Pablo, Raymond Molinier, Pierre Broué, Tamara Deustcher, Vlady Serge, Esteban Volkov, Adolfo García Videla, cineasta que haría una película, siempre atento a descubrir con su cámara esos hechos históricos. Todo el universo de la Cuarta. Habían tenido rupturas, pero estaban todos. Fue una escena emocionante, en el patio, junto a la tumba de Trotsky. Había un señor, un trotskysta importante, llamado Zamora, quien servía de guía. He contado muchas veces como él nos guió por la casa de León Trotsky. Nos decía señalando algún punto de la casa, (Tununa pone cara de gravedad): “Aquí se paraba.”, o, “Él tenía la costumbre, como había sido un hombre del Ejército Rojo, cuando saludaba daba la mano y con los talones hacía “tac”.” La “actuación” de ese hombre (Zamora) fue maravillosa. Después seguimos recorriendo, “Aquí tomaban el té.”, “Aquí fue el ataque de Siqueiros.”, “Aquí están los restos de las balas.”, “Aquí, en esta cama, Natalia lo arrojó al piso en el momento del asalto de la banda de Siqueiros que vino a liquidarlo.”, o, “Este era el cuarto del nieto”, porque el nieto Esteban Volkov, Sieva, vivía en una de las habitaciones.
ID: ¿Tuviste una relación personal con Van Heijenoort?
TM: Bueno, sí, la relación de habernos visto, de haber traducido el libro. Después, él me dio otro libro para traducir. No era un hombre comunicativo, pero era muy amable. Muy linda gente. Después murió de una manera muy trágica. Su mujer lo mata y después se mata ella. Un amigo en común nos convocó a su casa a los que lo conocíamos, a los que habíamos tenido una relación con él. Cuando matan a Trotsky, Van estaba en Estados Unidos y él tenía a su cargo, está en el libro, los archivos. Pierre Broué también lo cuenta. Nada sabríamos de Trotsky sin Van. Él se alejó de la Cuarta Internacional y tuvo a su cargo los archivos, que se los había dado Natalia, la mujer de Trotsky. Lamentaba mucho no haber estado en el momento del asesinato de Trotsky. Opinaba que si él hubiera estado, no habría ocurrido.
Otro hombre importante junto a Trotsky fue Molinier, quien fuera su mano derecha. Él era quien, a partir del exilio de Trotsky, buscaba las casas, conseguía el dinero, organizaba a los grupos.
En un momento dado pensé, voy a escribir esta idea de “El secretario”. Pensé, voy a hacer esa figura que es tan peculiar. El secretario, el que está al lado, el que recibe el mandato, el que tiene que hacer esto, lo otro. “El secretario” habría sido un buen título.
Molinier se vino con la Segunda Guerra Mundial a la Argentina. Una vida muy apasionada. Lo conocí en México en esa famosa visita guiada. El leyó el libro de Van Heijenoort y después quiso verme. Molinier había sido muy vilipendiado por las distintas fracciones y quiso verme porque dijo: “Usted no me trata tan mal” (risas). Empecé a escribir algo con él: lo grabé, lo escuché, vino a mi casa. Y salió un libro con eso que charlamos. Entrevisté también a la madre de uno de sus hijos. Una mujer muy interesante sobre la cual habría que haber escrito un libro. Esa mujer estuvo al lado de Trotsky en la isla de Prinkipo. Estuvo muy cerca de esos grupos que se organizaban para ayudar. Se llamaba Vera Lanis. Ella le dio su apellido a Trotsky para que él pudiera hacer sus papeles con esa identidad.
ID: ¿Qué sucedió después de la visita guiada en casa de Trotsky?
TM: Nos fuimos a la casa de Esteban Volkov a comer. La mujer, que era española, cocinó una paella. Ahí, cuando Molinier supo que yo era argentina, se me acercó y me dijo que tuviésemos mucho cuidado, porque entre los argentinos había mucha gente que era de los servicios.
ID: Nombraste el exilio. Fue algo que te unió a Trotsky, a vos y a muchos escritores argentinos ¿Qué lugar tienen en tu literatura el exilio y la memoria que son tópicos muy fuertes en la Literatura Argentina?
TM: Cuando regresé a la Argentina escribí un libro que se llama: “En estado de Memoria”. Era el reencuentro con el país. Una especie de trauma escrito de una manera desmesurada, a veces con rasgos de humor. Todo ese sufrimiento de no encontrar lo que yo había dejado, todo ese shock de volver a la Argentina, lo plasmé en ese libro. Allí cuento lo que fue nuestro exilio, que fue un exilio que estuvo muy connotado por la cuestión de la solidaridad. La gente que venía, los que no venían, los conflictos, lo que significaba para los argentinos estar todos juntos. Y cosas curiosas, como que en esa “Comisión de Solidaridad” había elecciones. Esa vida, uno podría decir, yo podría decir: “Bueno, ¡que desgracia!”, pero tuve la suerte de ir a México. México para nosotros fue la apertura a ese mundo tan rico, a esa vida intelectual, esos escritores; es decir, yo viví muy de adentro ese país, porque además era tejedora, entonces me metí en un taller y tejía. Tejí con tejedoras de Oaxaca. ¿Cómo decirte…? La vida en la comida, en lo que se palpa, en lo que se toca, en lo que se huele. Ese país es una cosa prodigiosa.
ID. Hablando de literatura argentina ¿Cómo ves hoy a la literatura contemporánea?
TM: Ahora he tenido la suerte de ser jurado del Premio Nacional de Cuento y empecé a leer cuentos. Estoy verdaderamente sorprendida del talento de los escritores argentinos, muchas veces gente desconocida por mí. Yo no sé que voy a hacer, dentro de una semana hay que elegir 30, pero tengo una caja de este tamaño (pone la mano en el aire como a 70 cm. del piso) de estructuras muy inteligentes, gente muy buena, nombres nuevos. Yo creo que es un momento muy alto de la literatura argentina.
ID: Volviendo un poco a Trotsky y al trotskismo. El IPS, con quien recientemente has colaborado, viene publicando muchas de sus obras. A la par de esto, del interés por sus ideas, hay un ascenso electoral, un crecimiento en la militancia y el trotskismo se ha convertido en un actor político en Argentina, ¿qué opinás de esto?
TM: A mí me impresiona muchísimo. Yo no soy nada más que una “trotskysta de Trotsky”, pero no tengo participación, soy una lateral. A mí me parece que, volviendo al libro, lo extraordinario es captar, que Van Heijenoort haya hecho de Trotsky, una figura tan directa, tan sencilla, tan al alcance del lector. Yo he seguido mucho la vida de Trotsky, las biografías, tengo una gran admiración por él, una percepción casi de hija, de ver los gestos, de sorprenderme por ejemplo de una escena que cuenta Van Heijenoort: de pronto están en Taxco, en una cabalgata y Trotsky se vuelve loco y se lanza al galope y atrás Van Heijenoort, que era el custodio, que se le bamboleaba el arma detrás de este hombre. ¿A dónde iba? ¿A qué estepas? Es un ser literario para mí, increíble. Yo creo que, volviendo a la tarea bibliográfica de las publicaciones, siempre le digo a la gente del IPS, lo mejor que ustedes han hecho son estas publicaciones. Estas publicaciones son el hervor de un pensamiento. Es de allí de donde va a salir una tarea política. Yo no estoy criticando las acciones. Yo sé que ustedes andan en los piquetes. Simplemente les digo: ustedes tienen que editar, tienen que publicar. Tenemos que volver a leer todo eso, que es la fuente de la revolución, la fuente de las ideas marxistas.
El próximo jueves 2 de octubre Tununa Mercado presentará junto a Martín Kohan el libro editado por el IPS / CEIP "Con Trotsky, de Prinkipo a Coyoacán"